La búsqueda de una acetona

Por Aymée Aguilar Pita

@AymeeAAA

 

 

 

Hace unos días, una prima me llamó por teléfono y al despedirnos me preguntó si sabía dónde había acetona porque tenía semanas buscándola y no la conseguía. Aunque tenía un par de frascos, sentí la imperiosa necesidad de comprar más. Para mí es un producto de primerísima necesidad y confieso que me faltó el aire por unos segundos cuando me enteré que había ingresado a la lista de productos desaparecidos o, lo que es lo mismo, los más buscados. Pensé en la escasez de acetona y decidí ir en su búsqueda.

 

Comencé por unos chinos algo escondidos, por experiencia sé que en los locales menos frecuentados es donde aumentan las probabilidades de encontrar a algún desaparecido.

 

Como era de esperarse, nada de acetona, pero por algún tipo de milagro, había lavaplatos de los más codiciados, lo noté porque la cajera regañaba a una señora que quería llevarse dos. La señora insistía y un muchacho que cargaba unas cajas le dijo “muy educadamente” que llevara uno o ninguno. Pensé que era la oportunidad perfecta para que la señora manifestara su dignidad (y la mía y la de la cajera y la del muchacho que cargaba las cajas y la de Venezuela), que dejara el lavaplatos y se marchara con la frente en alto. Pues no, dejó de insistir y compró el lavaplatos permitido. Su actitud me asombró, pero mi asombro creció cuando me descubrí pagando la unidad del codiciado lavaplatos. No sabía si en mi casa hacía falta, pero tenía la seguridad de que cuando lo necesitara, probablemente no contara con la suerte de conseguirlo.

 

Continué la búsqueda en un par de supermercados más sin suerte, hasta que entré en una cadena de farmacias (tampoco había acetona) pero había suavizante para ropa, no era la marca que se suele usar en mi casa ni mi aroma preferido pero con imaginar a mi ropa sin ningún tipo de acondicionador se me quitó la “exquisitez”. Terminé comprándolo y para colmo me sentí feliz, ¡conseguí a otro desaparecido! Me di cuenta que a la lista interminable de derechos que el “socialismo del siglo XXI” nos ha quitado, debemos agregarle el derecho a elegir qué producto quieres usar, cuándo y cómo.

 

Luego de poco más de dos horas intentando conseguir a mi preciada y necesaria acetona, decidí renunciar a su búsqueda; después de todo, todavía quedarán  otras “opciones” como por ejemplo diluirla con algo, buscar en alguna página americana alternativas ecológicas para quitarse el esmalte de uñas o googlear métodos rudimentarios, además, quizá, hasta desaparezcan las pinturas de uñas.

 

Llegué a casa, mamá estaba viendo un programa de recetas en la tv en el que hacían uno de esos dulces de fácil preparación, la vi tomando nota hasta que se dio cuenta que, de los 5 ingredientes, ¡3 pertenecían a la lista de los desaparecidos!

 

Reflexioné… ¿cómo en corto tiempo hemos ido cambiando? Nos han ido “entrenando” en otro sistema de vida, nos hemos acostumbrado a acostumbrarnos (con redundancia). Lo que hay de sobra es violencia, inseguridad, anarquía, irrespeto, corrupción, ignorancia y un gran etcétera.

 

Días más tarde, no pude resistir a la tentación de entrar a otro supermercado. Me encontré con una gran cola afuera del mismo; al preguntar para qué era la cola, dijeron que era para comprar azúcar, comenzaron a molestarse y a discutir porque se había terminado. No pude evitar recordar una escena de la novela “La Caída de los Gigantes” de Follett en la cual Grigori Peshkov, poco antes de la Revolución Bolchevique, hacía una cola interminable durante una madrugada invernal por una hogaza de pan, justo cuando llegaba, se acababa el pan.

 

En este país, el ingenio arropa la ausencia de lo necesario, una molestia se supera con otra molestia, la sindéresis huyó, se ve borroso el día a día, en algún momento nos embarga un sentido de irrealidad, la improvisación campea. ¡Como se extraña la facilidad de creer en nuestros sueños con semejante realidad en todas partes! ¿Cómo emboscar tanta estupidez creativa?

 

Esto de la acetona es superficial, muy superficial cuando se compara con otros cientos de necesidades no cubiertas o situaciones no resueltas. La flexibilidad humana puede ser asombrosa y las incongruencias también.

 

Todo lo que se puede escribir al querer comprar una acetona… en fin.

 

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