Jorge Parra, un payaso serio

Por Mónica Duarte

@M0n1k1ta

 

 

 

Jorge Parra es un director de teatro, actor, tallerista y conferencista, pero se define a sí mismo como un “payaso”. Aunque para describir a Jorge hay que comenzar diciendo que es un fiel creyente en el poder de la sonrisa y la alegría para transformar a las personas; y en esto se basan sus dos principales proyectos: Improvisto y Doctor Yaso. Como director de ambos basa su filosofía de trabajo en el ser “Clown” y en siempre decir que sí. Dice que “es prioritario luchar por lo que nos hace feliz” y que lo que más le inspira es el poder de trasformación de sí mismo.

 

Guayoyo en Letras pudo tomarse un café en exclusiva con Jorge Parra mientras nos hablaba de sus trabajos, su vida y su misión social como emprendedor de la alegría. Los invitamos a que conozcan más de este maravilloso personaje.

 

Guayoyo en letras: ¿Por qué te consideras un payaso?

Jorge Parra: Yo siento que es la profesión más descalificada del mundo. Como varón no puedes caer más bajo que payaso, pero el payaso se siente cómodo desde este punto porque puede transformar la forma de ver las cosas. Cuando elijo entre todas las profesiones el ser payaso es porque fue el que me transformó como persona a mí. Cuando me empecé a formar como payaso me mostró otra realidad, otra forma de ver el mundo, a mí mismo. Mi personaje “Domingo Mondongo” cambió mucho a Jorge Parra, lo transformó. Como cualquier estudio tiene su formación y dentro tiene su filosofía, y eso me gustó muchísimo, quedé muy marcado con eso y por eso me siento así.

 

G.L.: ¿Cómo comenzaste?

J.P.: Comencé por casualidad, yo había hecho teatro en mi pueblo, muy pequeño. Y me gustó. Yo bailaba folklore y hay una parte del folklore que es la teatralización de las historias. Luego llegué a Buenos Aires y empecé a hacer teatro político, eso hace 20 años, en aquel momento el teatro político tenía mucha fuerza como un hecho de protesta. Entonces me recomendaron unos talleres de Varieté que se estaban dando, tomo el primero y me había costado bastante por lo que me aconsejan hacer un taller de Clown. Comienzo a estudiar Clown y me cuesta horrendo, porque todos en la vida queremos que la gente se ría del éxito, yo quería que la gente se riera cuando yo quería que se rieran, y el éxito del clown está en el fracaso, eso que la gente que llama el “ridículo”, en ese momento de juego donde está el ridículo. Entonces tuve que hacer como 10 talleres de clown, lo cual me terminó sirviendo muchísimo porque como clown quizá no soy muy bueno jugando pero soy muy bueno como técnico, y cuando tengo que montar algo tengo muchas herramientas. Porque me ha costado tanto que tengo los trucos, ya me he acostumbrado.

 

G.L.: ¿Qué es lo que más disfrutas de tu trabajo?

J.P.: El momento de estar expuesto frente al público. Y cuando no soy yo, por ejemplo con los actores que dirijo, ver el resultado en ellos. Me gusta un montón de cosas de las que se logra transformar en las personas. Cuando tu entras a ser clown encuentras una serie de cosas que te van a transformar de la misma filosofía del trabajo. El escuchar ciertos comentarios y decir “eso es la filosofía del clown” y saber que lo estudiaron contigo me parece interesante.

 

G.L.: ¿Cómo surge el personaje del payaso Domingo Mondongo?

J.P.: Los clown tenemos el condicionante de crear un personaje representativo, del cual te enamoras, y de allí nacen los demás que puedes crear. Yo me agarró del personaje de Domingo Mondongo que no deja de ser yo pero en mis puntos extremos, eso que muchas veces uno no se atreve a jugar en la vida pero lo hacen tus personajes. El nombre sale por un cuento de Eduardo Galeano, de un negro que quería ser torero y era súper histriónico, y en otro cuento se encuentra en una granja con animales y ese negro, quien valía menos que una vaca. Eso me parecía muy clown, el hecho de que un ser humano valiera menos que una vaca. Y cuando lo nombré me gustaba el sonido “el negro domingo Mondongo”, en Argentina el negro es alguien muy descalificado o te lo dicen con cariño, entonces tenía esos puntos extremos del clown. Pero después solté esa parte del nombre porque en otros países no entendían por qué me hacía llamar “negro”. En mi caso a veces el personaje me superó a mí, porque el hecho del pelo que yo usé para el personaje, hacerlo con mi propio pelo y lo sigo cargando el resto del día. Muchos me dicen Mondongo y no Jorge porque hay muchos Jorges por el mundo. Me he dado cuenta que los grandes me dicen Mondongo, me llaman por el apellido del payaso, y los niños me dicen Domingo, me llaman por el nombre.

 

G.L.: ¿Nunca has querido hacer otro tipo de teatro, algo más serio, volver al teatro político?

J.P.: Yo no considero que sea más serio. Considero que puede tocar otros sentimientos, es más apegado al drama. La sociedad por mucho tiempo vivió pegada al drama, en los últimos años hay un poquito de más apego a la comedia, hoy te sacas una foto y pides que la borren si no estás sonriendo. Creo que ha habido un cambio social de lo que es la sonrisa, vivir de forma positiva. Y por eso creo que también ha cambiado la visión de que al vivir de buen humor no significa que no seas una persona seria en lo que haces, sino que lo haces con buena energía. Sí me gusta y sí me interesa el teatro. Lo que pasa es que, por suerte, Improvisto lleva nueve años en cartelera, teneos muchísimas funciones, tenemos un promedio de una función día por medio. Me gusta lo que hago, me encanta Improvisto así como cuando hago funciones personales. Entonces a veces al momento de elegir entre los proyectos y un nuevo proyecto me cuesta, sinceramente. El hacer un obra indudablemente me encantaría, pero me cuesta dejar de hacer cosas que quiero mucho, ahora estoy en un proceso donde quiero estar con mis hijos. De hecho hace mucho que no me dirige gente y eso sí me gustaría estar moldeable para el trabajo de otra gente.

 

G.L.: ¿Cuál crees que fue la clave para el éxito de improvisto?

J.P.: Hubo cosas estudiadas, planeadas, y hubo cosas que se dieron. Hasta llegar al montaje se estudian muchas cosas, es una formación que va a terminar con una función, hay un trabajo de formación. Yo estoy convencido de que hay gente que es talentosa pero por no trabajar se pierde el talento, y creo por el contrario que con mucho trabajo lo que no tienes en talento lo obtienes con el trabajo. Por eso son las bragas de improvisto, porque representan el trabajo, nosotros somos trabajadores, nosotros entrenamos todo el año. Nosotros una vez al año tomaos un taller para generar energía diferente, así sea con compañeros nuestros (colegas). Y ese trabajo que hacemos de entrenarnos nosotros mismos, una vez a la semana, estoy convencido que es parte de esos resultados. La otra es la filosofía de grupo, en improvisto no existen protagonistas, es improvisto el show. La gente conoce a los cabezones o reconocerá a los actores de tanto ver las funciones, pero nosotros trabajamos por el grupo, estamos convencidos de que lo importante es el grupo no las personas.

 

Todo eso ha ayudado muchísimo, pero hay un factor importante también que es que cuando nosotros decidimos a quien le vamos a hacer improvisto vamos a apuntarle a un público joven, universitario, para el cual no había obra. Ahora está el stand up que estamos en el mismo target, muchas comedias que están apuntadas a un público joven. Pero en aquel momento no había nada.

 

G.L.: Improvisto tiene ciertas variaciones ¿cómo surgen y como las adaptas?

J.P.: Improvisto tiene improvial, que es un proyecto que hacemos junto a la Fundación Seguros Caracas que es de educación vial para las universidades. Y frenazo, que es un proyecto de educación vial también pero para escuelas secundarias. Las dos son totalmente gratuitas. E improsexual, que es un proyecto de educación sexual que lo hacemos junto a Plafam, que es llevar educación sexual a colegios y universidades también. Son espectáculos con fines educativos en alianza con fundaciones. Los dos han sido exitosos, principalmente para la gente que quiere descubrir la información, y nos parece magnífico que tanta gente se pueda divertir y pueda adsorber información clara y precisa. En los colegios no se habla de nada de esto, y con frenazo que es un espectáculo montado, pero con los mismos actores de improvisto, que creamos un libreto. Y los chamos no solo se divierten sino que por el mensaje que les queda, es el tema que quedan hablando incluso por días, con chistes, criticas, comentarios e incluso lo hablan con los padres.

 

G.L.: Y sobre tu otro gran proyecto “Doctor Yaso” ¿qué es lo que más disfrutas?

J.P.: Es hasta algo egoísta, pero en el momento de la visita yo disfruto demasiado. Yo creo que si el arte tiene la posibilidad de transformar a alguien no creo que exista nada más rápido de ver que en el payaso de hospital. Todos asociamos un hospital con un lugar muy gris, desde chiquitos nos dicen: “Te portas mal y te llevo al hospital te pongo una inyección” entonces es el lugar ideal para transformar. Todos somos felices cuando hacemos feliz al otro. Esa alegría de hacer feliz al otro, te transforma. En algún momento sí se generó algo que me causó cuerpo que fue Doctor Yaso como una institución, no estaba preparado para eso.

 

G.L.: ¿En qué momento te diste cuenta de eso?

J.P.: El concurso de ideas fue lo que nos dio el clip positivo. Nos lograron hacer entender que teníamos que crecer como proyecto. Eso nos generó toda una transformación, el pensar que había que hacer un plan de negocios, o el hecho de ser una franquicia, pero eso era por el miedo que uno le agarra a ciertas palabras que no conoce.

 

G.L.: ¿No les es difícil la dinámica con los hospitales?

J.P.: Ya no. Al principio sí porque clásicamente se asocia el payaso con el ruido y el escándalo, hasta que lograron entender cuál es la labor del payaso de hospital. Ahora hasta la Asociación Nacional de Pediatría nos ha acompañado. Nosotros teníamos formaciones de otro lado que no aplican para Venezuela, pero había que adaptarlas a nuestra realidad, porque las cosas se manejaban diferente. Ahora ya la gente nos reconoce. En Caracas porque se rota en más hospitales es un poco más difícil, pero ahora llega hasta tal punto que no podemos cubrir las visitas que nos piden.

 

G.L.: ¿Y no te pega ver la realidad de los niños en los hospitales?

J.P.: No, aunque es como todo, si tú te aferras a lo negativo va a ser cruel. Realmente sí afecta, en algún momento lo puedo ver reflejado con mis hijos, principalmente en los sonidos de las criaturas cuando hablan se parecen, y a uno le impacta, o te toca jugar con un niño que tenga el nombre de tu hijo. Pero sabes que estás ahí para transformar esas realidades y eso es lo importante.

 

G.L.: Algún proyecto que siempre has querido hacer

J.P.: Hay cosas que no me importa hacerlas pero que quiero que se hagan. No necesito hacerlas yo pero me gustaría que fueran realidad. Para mi es una obsesión que Doctor Yaso exista, independientemente de mí. Me gustaría trabajar más en la formación de clowns, de humoristas que trabajen con la nariz. Y el Escribir. Siempre me imaginé de viejo escribiendo. De pequeño escribía cartas a niños hospitalizados y huérfanos, había una institución que se encargaba de intercambiar las cartas. Eso hasta que descubrí que uno de los niños había muerto y no pude escribir más, pero me gustaría hacerlo.

 

G.L.: Algún proyecto que te inspire

J.P.: Más que un proyecto institucional. Me maravilla la gente que se desarrollan de otra forma con el ser humano, las pequeñas cosas. Y también la gente que lleva proyectos sociales interesantes, me parece bárbaro que se trasformen a sí mismo. Las personas que luchan por lo que creen y no solo por lo que le interesa. La gente que ve más allá de una cosecha rápida.

 

G.L.: ¿Cómo emprendedor social cómo te ha afectado la situación de Venezuela?

J.P.: Como emprendedor social el que la cosas cambien te permite ver otras visiones. No me gusta sentirme demasiado cómodo, porque me puedo dormir en esa comodidad. Sí nos hemos tenido que adaptar a muchos cambios. Pero aunque la gente piense que nos ha afectado nos hemos logrado mantener como equipo. Siempre van a haber visiones encontradas, antes era por política pero ahora gente se pelea como cualquier cosa. Por supuesto hemos tenido que cambiar cosas, hay cosas que no hemos podido hacer por ejemplo. Pero yo veo cómo puedo resolver, hay que pensar de forma distinta, aunque eso sí te gasta energía y te evita pensar en cosas nuevas. No quiero decir, aunque sí podría, pero no quiero decir que el poder y los cambios nos han afectado de forma negativa, quizá por la misma filosofía del clown y de la improvisación que es el siempre decir que “sí”.

 

Un café con…

 

Un Momento del día para un café

J.P.: Todo el día. Pero más en el desayuno.

 

¿Qué endulza tu café?

J.P.: Con quien lo comparto

 

¿Con quién te gustaría compartir un café?

J.P.: Ya lo comparto, con mis hijos y mi pareja, quizá no el café pero sí el momento, el hablar con ellos… A lo mejor más un mate con mi mamá que la extraño, o con mi hermana para charlar con ella.

 

Un libro para acompañar un café

J.P.: El libro de los abrazos de Eduardo Galeano

 

Defínete como un café

J.P.: Un negro intenso.

 

Una frase que te inspire

J.P.: “Si te hace feliz hazlo.” Mi mamá me lo decía desde pequeño.

 

 

 

Puedes seguir a Jorge Parra en Twitter a través de @DomingoMondongo

 

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