Pablo Morales Daal: “No hay un día sin Música”

Por Silvia Mendoza

@dark_swan

 

 

 

Mi encuentro con Pablo Morales sucede en El Marqués, donde habíamos acordado vernos. Me subo a su carro rumbo a El Hatillo, lugar donde tendrá lugar el concierto de esa tarde, y luego de presentarme a Kevin y Guillermo, sus dos acompañantes y miembros de la Orquesta de Cámara de la Universidad Simón Bolívar, que dirige, tomamos rumbo hacia el cumpleañero pueblo mirandino. “Kevin es uno de mis alumnos de dirección”, me dice Pablo, y es quien dirige hoy”. Luego de saludarnos, le pregunto:

 

−        ¿Cómo es Pablo de maestro?− se ríe. Él me mira por el espejo retrovisor, luego mira a Kevin y le dice:

−        Mira, que ya empezó la entrevista. Mosca ahí.− Kevin entonces, me contesta serio.

−        Es un excelente maestro, muy detallista y siempre nos hace reír− en esto no hay duda alguna.

−        También se enfada mucho y grita y lanza cosas− dice Guillermo, y todos reímos.

−        Cierto. Ya he roto 3 batutas en una semana.

−        ¿En una semana? ¡Mejor di en 3 días!− vuelve a acotar con hilaridad Guillermo.

 

Llegamos por fin a El Hatillo y nos dirigimos al lugar del concierto; se nota un tanto calmado, al parecer hay un diminuendo en lo presionado del ambiente. Kevin y Guillermo van hacia el salón a revisar detalles que faltan, regresan y lo que hay es un crescendo assai. Se coloca el saco y me pregunta:

 

−        ¿La hacemos aquí, la entrevista?−le respondo que donde quiera y se sienta cómodo y que se relaje un poco.− Eso no me lo pidas, que me relaje. Está difícil.

 

En la biografía de su cuenta de Twitter, que no usa mucho, se lee “Director del Núcleo Carapita de Fundamusical Simón Bolívar, de la Orquesta de Cámara USB y Subdirector de la Schola Cantorum de Venezuela”. Sin embargo, Pablo Morales Daal, natural de Coro, Estado Falcón, es un músico completo cuyo rango de dominio incluye, además de la dirección orquestal, la dirección de coros mixtos, tanto de adultos como infantiles y juveniles, el canto coral y la ejecución instrumental. Es flautista y ese era el instrumento que tocaba en las filas de la orquesta juvenil de Coro. Ansias de continuar y profundizar sus estudios lo trajeron a Caracas a inicios de la década de los 90. “Llegué a Caracas en 1994, audicioné en el IUDEM para estudiar dirección orquestal y quedé. Ese mismo año entré a la Schola (Cantorum de Venezuela) como tenor, y bueno, lo demás es historia”, expresa con una mueca graciosa.

 

− ¿Por qué decides estudiar dirección?

−        La maestra Natalia Luis- Bassa, en Coro, me dijo: ‘no te voy a soltar la orquesta así por así. Estudia dirección, vete a Caracas, y luego diriges. Fájate’. Y me vine.

 

Vaya que se fajó. Luego de graduarse en el antiguo Instituto Universitario de Estudios Musicales (IUDEM, actual UNEARTE), realiza una maestría en Dirección Orquestal en la Universidad Simón Bolívar, donde fueron sus maestros y principales influencias Rodolfo Saglimbeni, Alfredo Rugeles y María Guinand en dirección coral, “quizás más que Alberto, ella. Empecé también a estudiar dirección coral formalmente, pero lo dejé, era demasiado. Llegué a ver 17 materias”. Me asombro y se ríe, y luego me informa que continuó igualmente en ese camino “porque dirigir voces es otra cosa. Hay que estar pendiente de muchos detalles distintos a los de una orquesta”. Él aún canta en la renombrada agrupación coral dirigida por los maestros María Guinand y Ana María Raga, y Alberto Grau, por lo que conoce el oficio del canto coral desde la tarima y desde el podio. Su camino de perfeccionamiento profesional lo lleva a ser becado por dos años consecutivos por la Internationale Bachakademie Stuttgart que dirige el maestro Helmut Rilling, a quien Pablo admira y dice agradecerle mucho. Durante sus estudios en Alemania tuvo la oportunidad de dirigir la orquesta y el coro de la academia. “Helmut es un maestro, me enseñó muchas cosas, muchas técnicas para memorizar la partitura, las entradas… me enseñó mucho en el arte de la dirección”. Le pregunto si hablaba en alemán con el maestro Rilling, y me dice que en pocas ocasiones. “A Helmut le gusta hablar en español, lo habla perfectamente. De hecho es lo que habla cuando está aquí (en Venezuela)”. Pablo imita entonces, de manera cien por ciento fidedigna al gran maestro de Stuttgart, lo cual provoca mi hilaridad. “Helmut y José Antonio (Abreu) son las imitaciones que mejor hago”, y procede a realizar casi un calco de los gestos, manierismos y sonidos sibilantes que caracterizan la excelente dicción del maestro Abreu. Vuelvo a reír.

 

Si hay algo que distingue a Pablo Morales, aparte de su extremo profesionalismo, es su buen humor y don de gente; siempre encuentra el momento justo para decir una frase graciosa o un chiste a veces no tan bueno, y esa es una de las cualidades con la que todos sus amigos concuerdan. “Pablo es un amigo que te ayuda a pesar de que esté ocupado. Para mí es una persona muy especial que te hace reír en todo momento (a pesar de que algunos chistes son muy malos)”, expresa Desiré Agüero, miembro de la Schola Cantorum de Venezuela. Su trabajo lo ha llevado a compartir escenarios con diversos coros de todo el país, y en cada uno de esos rincones ha dejado una huella. Nilbelys Peraza, excelente cantante lírica venezolana, opina que es “talentoso, entusiasta y muy jocoso a la hora de dirigirse en un montaje. Como amigo es de esos que con su espontaneidad te arrancan una sonrisa y deja gratos recuerdos”. Aún en medio de la crisis más profunda siempre usa el humor para aliviar tensiones.

 

Trabajar en El Sistema

Llegó al núcleo de Carapita, el cual dirije, en 1998; desde entonces ha experimentado sinsabores y alegrías, emociones que van de un extremo a otro. Ahí existe una actividad coral muy fuerte, quizás más que la orquestal. A pesar de los años que tiene ya el núcleo, y él mismo en el lugar, me dice que aún es difícil el trato con la comunidad.

 

−        Ellos saben que estamos ahí y colaboran, pero es difícil, algunos les gusta tirar para su lado… Los chicos ahí están en su orquesta, en su coro. Van a sus ensayos, tocan sus instrumentos, se mantienen alejados de los vicios. Cuesta trabajo que se concentren, a veces les lanzo un borrador para que presten atención… aunque esté mal hecho eso.

−        ¿Cómo es el trabajo en Carapita?− pregunto. Él suspira profundamente.

−        No es fácil; es muy cuesta arriba. Es como el lema de El Sistema, Tocar y luchaaaar, luchaaar muuuucho, mucho.

−        Más lucha que toque.

−        Exacto. Ahí he estado en contacto con realidades de las que no tenía ni idea, cada día es un aprendizaje diferente. Hay muchas carencias de todo tipo, uno incluso les da, muchas veces, el amor que no reciben en sus casas. En el núcleo soy papá, tío, amigo, confesor, hermano, mediador entre padres e hijos… algunos me piden la bendición y todo. Ya tengo varios nietos− sonríe.− Y he visto muchos casos duros.

 

En su faceta docente, Pablo Morales es tallerista del programa antiguamente llamado Voces Andinas a Coro, patrocinado por la Corporación Andina de Fomento (CAF). “Le cambiaron el nombre al grupo, ahora se llama Voces Latinas a Coro para integrar a otras países que no pertenecen a la región andina”. Esto lo ha llevado a viajar por Bolivia, Perú, Colombia, y demás países de la región.

 

−        ¿Cómo es tu trabajo como tallerista con las Voces Latinas a Coro? ¿En qué se diferencia de tu trabajo como director de orquestas y coros?

−        En los talleres les enseño a manejar y a entender la partitura; cosas más prácticas. A ubicarse en ella, a resolver problemas que puedan ocurrir durante un ensayo, un concierto, las entradas, salidas de cada cuerda.

−        ¿Y tus alumnos de dirección?

−        Ahorita tengo varios alumnos a quienes doy clases de dirección, Kevin es uno. Es un compromiso muy grande porque eres tú quien les enseña, es tu estilo, es a ti a quien van a ver cuando ellos dirijan y pueden decir, ‘ah, no, ese lo que está es dirigiendo un coro’, y no. Habrá gente a quien le guste, es un reto que digan ‘es alumno de Pablo Morales’.

 

Su extremo cuido de los detalles se nota cuando da indicaciones puntuales a los integrantes de la orquesta. El repertorio es música de grandes películas hollywoodenses, y al terminar la Suite Titanic de James Horner, les grita: “No y no, es el último calderón completo. Otra vez”.

 

La dirección orquestal

Dirigió la Orquesta Sinfónica del Estado Vargas por dos años, antes de llegar a la orquesta de cámara de la USB. Dirigió igualmente la Filarmónica Municipal y la orquesta Simón Bolívar. “Tuve el privilegio de dirigir la Orquesta Sinfónica Venezuela y también la Sinfónica Municipal de Caracas. Con esta participé en los Grandes Momentos de la Ópera (concierto al que por cierto no fuiste)”, me dice con reproche jocoso. “Esa fue una experiencia maravillosa y diferente porque fue la primera vez que tuve que estar pendiente de la escena, del coro, de la orquesta, de los bailarines… muchos factores distintos al mismo tiempo”. Le pregunto si le gustaría regresar a Alemania y me dice que sí, pero como director, no como alumno.

 

−        Dos compositores que te gusten.

−        Tchaikovski… − dice pensativo− pero en gotas.

−        ¿Por qué en gotas?

−        Porque tanto romanticismo abruma− sonríe.

−        ¿El otro cuál es?

−        Beethoven. Me gustaría dirigir la Misa Solemnis… cuando encuentre el coro que pueda con esa misa.

−        Algo que te guste.

−        Los aviones. Quise ser piloto.

−        ¿Y qué pasó?- él a continuación hace un gesto con los dedos, frotando el índice con el pulgar.

−        No tenía tiempo. Tú sabes que esa es una carrera que necesita tiempo.

−        Algo que no te guste.

−        El fútbol- me río y le digo que entonces va a sufrir mucho este mes. Luego continúa- Es que no le veo sentido… bueno, creo que a quienes no les encuentro sentido es a los fanáticos.

 

Los Amigos, la música, la vida

En la vía hacia El Hatillo conversábamos acerca de su día a día: ir a la universidad, luego salir como un cohete hacia el núcleo en Carapita y de ahí, continuar con proporción a chorro, accelerando, al ensayo de la Schola. Es una vida exigente y agitada, pero es la que ama con pasión; es esa pasión por la música lo que deja igualmente una huella en aquellas personas con quienes ha trabajado. La profesora Gabriela Pastrán, miembro y asistente del Coro Juvenil de Lara, agrupación importante de El Sistema, me explica que para ella, Pablo es “Música. Le conozco desde el año 2008 y desde entonces sigo admirando su trabajo como director, coralista, además de su increíble memoria y otras tantas facetas”. Erick Zanardi, director del Coro de la Planta de Alimentos Polar, Turmero, estado Aragua, dice de él: “me enorgullezco de haber sido compañero de cuerda de muchos conciertos de Pablo, de sus graciosas ocurrencias antes, mientras y después de cada ensayo”. Y para Daniel Alvarado, director de la orquesta y coro juvenil del núcleo de El Sistema en San Mateo, en el estado Aragua, Morales “es un amigo, compañero, colega, puntal y por sobre todo maestro… un ser de luz a quien el arte le brota por los poros”.

 

Le pregunto cómo es un día de su vida, en vacaciones, y él me pregunta, a mi vez, cuáles. No tiene, siempre viaja a dar talleres dentro y fuera de Venezuela.

 

−        ¿Qué haces en un día sin música, Pablo?

−        ¿Un día sin música? No hay.

 

Lo llaman desde el salón. “Disculpa los gritos”, me dice, y se va caminando hacia la Suite Titanic y la Marcha Imperial de El Imperio Contraataca a seguir haciendo lo que nunca falta en su vida.

 

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