Caracas desde lejos

Por Ivanna Méndez

@IvannaMendezM

 

 

 

“¿Por qué Caracas será tan bonita de lejos?…Lástima que mayor que su belleza es el miedo a salir”

 

Un joven sale nervioso del carro de su amigo, quien lo deja a poco pasos de su casa. La calle está oscura y solitaria, la noche es la mejor y la peor hora de la capital. Sus manos nerviosas tiemblan al introducir la llave en la cerradura, el carro de su amigo ha partido segundos antes, no le gusta la oscuridad. Una moto aparece de repente, los nervios le hacen actuar con lentitud, la cerradura huye ágil de la llave que agita entre sus manos. “Tiene cara de ladrón” piensa para sus adentros, a pesar de que apenas puede ver una sombra. El hombre lo mira, parece acomodarse algo en el bolsillo. Finalmente abre la puerta y entra en su casa, con un alivio tan grande como si hubiese vuelto a la vida después de mucho tiempo, se ha salvado. Nunca sabrá si todo esto fue simplemente una jugarreta de su imaginación.

 

En Caracas no se puede esperar a saber si se sufre de una absurda paranoia generalizada, unos segundos de duda pueden significar la vida.

 

300 muertes violentas en 25 días. La segunda ciudad más peligrosa del mundo.

 

Y sin jugar con fríos números, simplemente, todos conocemos por lo menos a una víctima de la inseguridad de este país, probablemente a muchos más.

 

Caracas de noche no es más que una metáfora de nuestra existencia, de nuestra vida caraqueña, de los momentos en los que intentamos llevar una vida normal hasta que las circunstancias nos atrapan en un país donde eso se ha vuelto imposible. Y ahora las calles están solas, relativamente, para lo que sería un viernes normal.

 

No mentiré, no recuerdo mucho de la Caracas de ayer, desde el momento en que nací ella no es más que una sombra del destino que le esperaba, y ahora sobre ella pesan frases repetidas como que «todo tiempo pasado fue mejor» y que «nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde». Desde que tengo memoria algo anda mal. Con el tiempo aprendí que debí, quizás ¿agradecer? aquel tiempo en el que alguien se podía quejar de una sola cosa a la vez. Que debimos ¿aprovechar? el tiempo en vez de quejarnos de cosas insignificantes, ¿Agradecer que había alimentos?¿que no había que hacer colas inhumanas mendigando ropa y comida?¿Agradecer la luz, el agua?¿Que la inseguridad era alarmante, pero no tanto como ahora?

 

Aunque no recuerdo nada, me basta observar el brillo en los ojos de cualquier persona mayor que yo, que si haya vivido la antigua Caracas, para darme cuenta de que la ciudad le dio, algo totalmente distinto, y que aunque duela admitirlo, quizás nunca podrá darle a esta generación de jóvenes desterrados. Donde para bien o para mal, se nos enseña a ser agradecidos, después de todo es una especie de «milagro» el estar vivo.

 

Siempre me quise ir, desde pequeña, y no es por nada malo, sino que quizás en mi intuición de niña vi en la personalidad del venezolano, la premonición de algo malo, no se si era la viveza de algunos, o su bondad, su ingenuidad, quizás la malicia de otros o la combinación de todo.

 

Aunque aún existan personas que tengan el descaro de negarlo, el venezolano ha derivado en un ser agresivo y desconfiado (muchas veces con razón). El joven común se convirtió en el sinónimo vivo de la desesperanza. Un pesimista por naturaleza, un humorista que disfraza la verdad, camuflando la desgracia entre humor negro.

 

Caracas, de noche, desde lejos, aún en su hora más peligrosa, sigue siendo un océano de luces, un nacimiento de navidad. Hermosa y plena. Los ranchos no se ven, todo se funde en la silueta de una montaña iluminada. La pobreza se viste de espectáculo. Igualita que hace algunos años desde la lejanía, pero de cerca, entre las calles, sea de noche, bajo la favorecedora oscuridad que esconde en su manto robos, secuestros y muertes, entre cualquier cantidad de crímenes impunes; o sea de día donde la claridad no perdona, la basura, el tráfico, el descontento o la escasez; no es un secreto para nadie, cuando las luces se encienden solo queda la realidad de una ciudad en agonía. Caracas ya no es la misma de antes y todos nos preguntamos ¿algún día volverá a ser igual?

 

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