Editorial #221: «El poder de nunca rendirse»

 

Mañana, Venezuela también será mejor que hoy. Será gracias a esos jóvenes que entendieron, como Estela, el poder de nunca rendirse

 

 

Vale la pena luchar. Ese es el mensaje que el mundo entero recibió cuando se enteró de que Estela de Carlotto, de 83 años y presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo, había encontrado a su nieto tras 36 años de búsqueda. La organización, compuesta por madres de desaparecidos durante el régimen de Rafael Videla en Argentina, se dedica desde hace décadas a buscar a los bebés que fueron arrebatados a sus hijos detenidos y asesinados por la brutal dictadura. Durante muchos años de incansable trabajo, las Abuelas lograron encontrar a 114 nietos de los 400 que ellas estiman fueron robados y vendidos. El último, encontrado la semana pasada, músico y de 36 años, es el de Estela, quien en la actualidad encabeza esta organización.

 

Esta historia comenzó en 1977, cuando Laura Carlotto –hija de Estela- y su pareja Walmir Oscar Montoya, ambos de 18 años, fueron secuestrados por la dictadura militar acusados de “conspiradores”. Laura estaba embarazada y unos meses después, el 26 de junio de 1978, esposada a una camilla, parió a Ignacio, a quien apenas pudo sentir cerca unos breves instantes antes de perderlo para siempre. Pocos días después, el cuerpo de Laura aparecería acribillado en una carretera despoblada, asesinada por la dictadura, la misma suerte que un poco antes ya había corrido Walmir y la que correrían a lo largo de esa dictadura más de 30.000 argentinos.

 

Las palabras de la abuela Estela el día que conoció la noticia de que finalmente había encontrado a Ignacio cerraron esta historia con el final feliz que se merecía: “Yo sabía que no me iba a morir sin abrazar a mi nieto”. Pero también dijo algo más, uno de esos pensamientos que los seres humanos deberíamos tatuarnos en algún lugar de la mente para no olvidarlo nunca: “Muchas veces en estos 36 años me dijeron que ya pare de buscar, que lo deje. Que nunca lo iba a encontrar. Bueno, lo encontré. Lo logré.” Después, Estela hizo un silencio y derramó unas pocas lágrimas. Quizás, por primera vez en 36 años, de felicidad.

 

Toda lucha tiene sus momentos de dudas. El reto no está en no sentirlas, sino en saber cómo superarlas. Es normal que muchas veces las sociedades se desmoralicen, que las desmoralicen. Pero es ahí cuando la inspiración adquiere muchas formas: puede ser la de una abuela como Estela, o la de un joven como los que desde hace meses nos enseñan con su ejemplo en Venezuela que no tienen miedo a tomar en sus manos el rescate del futuro.

 

Como algunos lo hicieron con Estela, seguramente aquí también hay muchos pesimistas cuyo mayor aporte es decirles a los jóvenes que no se puede, que no vale la pena luchar. Algunos lo hacen porque les conviene, otros porque no lo entienden. Pero si de algo sirve una historia como la de abuela es para confirmar cuánta razón tenía el exprimer ministro británico, Winston Churchill, cuando, al ser consultado sobre las tres claves del éxito, respondió: “Nunca rendirse, nunca rendirse y nunca jamás rendirse”.

 

Hoy, Argentina es un poco más justa que ayer. Gracias a esas ancianas que no se dieron por vencidas. Mañana, Venezuela también será mejor que hoy.

 

Será gracias a esos jóvenes que entendieron, como Estela, el poder de nunca rendirse.

 

 

 

Miguel Velarde

Editor en Jefe

@MiguelVelarde

mvelarde@guayoyoenletras.com

 

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