EDITORIAL #225: «La incógnita de Marina»

Marina Silva afirma que ella no buscaría una reelección porque “la personalidad no puede reemplazar a la institucionalidad”

 

Hasta hace menos de un mes, Marina Silva era la candidata vicepresidencial de Eduardo Campos, quien aspiraba a la presidencia por el Partido Socialista de Brasil (PSB), con muy pocas posibilidades de vencer, muy por debajo en las encuestas de la actual presidenta Dilma Rousseff y del candidato de centro derecha Aécio Neves. Sin embargo, en la política las cosas pueden cambiar en un instante. Así ocurrió el 13 de agosto, cuando la avioneta en la que viajaba Campos se estrelló. Su muerte cambió radicalmente el panorama electoral.

 

Muchos desconocen el origen de Silva. Es hija de una pareja de campesinos del Estado de Acre, en la región amazónica de Brasil, una de las más atrasadas de ese país. Su silueta, muy delgada, es consecuencia de una niñez marcada por la desnutrición y enfermedades como la malaria y el envenenamiento con mercurio. La joven Marina aprendió a leer recién a los 16 años. Poco después ya era profesora de historia y una apasionada por el medio ambiente.

 

Marina Silva no es nueva en la política. A principios de 1980, durante la dictadura militar en Brasil, impulsó el movimiento ecologista. Luego, ayudó al mentor de Rousseff, Luiz Inácio Lula da Silva, a fundar el Partido de los Trabajadores (PT). Silva fue electa senadora y también ejerció como Ministra de Medio Ambiente del gobierno de Lula. Poco después, por desacuerdos con medidas que ella consideraba que iban en contra del medio ambiente y por las denuncias de corrupción que rondaban al gobierno de Lula, Silva renunció al gobierno y al PT. En el 2010, alcanzó el tercer puesto en las elecciones en las que Rousseff fue electa presidenta, sumando 20 millones de votos, especialmente en las ciudades más grandes de Brasil y en las clases mejor acomodadas.

 

Las encuestas más recientes arrojan un empate técnico entre Silva y Rousseff, y todas coinciden en que en una segunda vuelta Silva sería la vencedora. Es por eso que los ojos del mundo están hoy sobre quien no deja de ser una incógnita para muchos. Mientras sus detractores la tildan de “radical” y denuncian con preocupación sus “fanatismos” –Silva es abiertamente evangelista y ecologista-, quienes la apoyan la destacan como líder de la “nueva política” conciliadora que Brasil necesita en un momento en el que su economía pasa por una crisis y el gobierno ha perdido la confianza de la gente. Silva ha asegurado que de llegar a la Presidencia, rescatará las políticas económicas de Fernando Henrique Cardoso y los programas sociales de Lula, para lograr así lo mejor de ambos mundos.

 

Por el momento, Marina Silva tiene aún mucho que demostrar y, si logra llegar a la Presidencia del país más grande de la región, sus retos no serán menores. Queda un mes para que Silva termine de dibujar su propia imagen, que por el momento se sustenta más en lo aspiracional que en lo real. Una de sus propuestas más conocidas es la de “democracia de alta intensidad”, en la que propone limitar el periodo presidencial a uno solo de cinco años. Silva afirma que ella no buscaría una reelección porque “la personalidad no puede reemplazar a la institucionalidad”.

 

Sin embargo, si gana, habrá demostrado cuánto importa la personalidad y habrá llegado la hora de despejar la incógnita de Marina.

 

 

 

Miguel Velarde

Editor en Jefe

@MiguelVelarde

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