Un té con Aedes Aegypti

Por Daniel González González

@GonzalezGDaniel

 

 

 

Aedes no conoce de urbanidad ni buenas costumbres. No llama para concertar una cita y se te acerca más de la cuenta. No sé exactamente cuándo ni cómo ocurrió, solo sé que un buen día, Aedes entró a mi espacio más privado, más íntimo, y se aproximó de forma políticamente incorrecta. Es posible que yo estuviese distraído, o sencillamente disfrutando en casa de un almuerzo o un té a media tarde, mientras ella; maleducada, invasora y llena de maldad se posó en algún lugar de mi piel y sin mediar palabra, como dirían en el argot policial, me “disparó” su veneno. Algunos días después, estaba hospitalizado en el Instituto Diagnóstico con las plaquetas en 55 mil, alternando el almuerzo con sopa de pata de pollo y pidiéndole a la enfermera de guardia, cada veinte minutos, que me “desconectara” la vía para ir al baño.

 

El sábado antes de que aparecieran los síntomas fui valiente y salí de marcha con una amiga. Es de valientes hacer eso en un país donde al salir de una disco, cuando menos te pueden descuartizar. Al despertar el domingo, sentía un dolor de cabeza espantoso y las fuerzas eran pocas, escasísimas como la buena voluntad del gobierno. Ese día pensé que había exagerado un poco el sábado con la bebida, pero lo cierto es que llegó el lunes y no había mejorado un ápice. En los momentos en que no estaba bajo los efectos de los 650 miligramos de acetaminofén –tan escaso en estos días como el jabón para lavar- mi cuerpo era una mezcla de altas temperaturas, insoportable dolor de cabeza y unas ganas infinitas de no salir de la cama.

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Aedes no solo es un invasor, es un engendro maligno. Según Wikipedia, es una especie de culícido que puede ser portador, entre otras “nimiedades”, de los virus del dengue, la fiebre amarilla y la temida chikungunya. Pero además, Aedes, ese que entró a mi casa sin autorización, puede ser en oportunidades un asesino. La Organización Mundial de la Salud informa que Aedes causa 50 millones de infecciones y 25 mil muertes por año. Es la hembra del mosquito Aedes Aegypti la que transmite el virus.

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Soy un paciente terrible. Para mi ir al médico es como aguantar una cadena de Maduro. En dos platos, una TORTURA. El jueves, ya sin fuerzas y tras la insistencia de mi familia para que fuera al médico, me acerqué a la clínica. Llegué más devaluado que un billete de cien o la credibilidad de la defensora del Pueblo. En el informe de egreso se puede leer que llegué caliente al tacto, con cefalea holocraneana y rash cutáneo generalizado, entre otras cosas inentendibles. Me evaluaron, me tomaron muestras para hacer los análisis de sangre y como a la hora regresó la doctora con los resultados. Tienes las plaquetas en 91 mil, dijo. ¿Qué significa eso?, pregunté. Tienes dengue y debemos esperar a que llegue la internista para que decida si te quedas o te vas. Formalmente tenía dengue. Aedes, en el momento que me picó, descargó su virus en mi cuerpo y me hizo formar parte de la estadística de afectados por esa enfermedad en Venezuela. Qué cosas tiene la vida. Uno queriendo estar en una de las listas Forbes y termina en una del MPPS. Quedé hospitalizado y el viernes mis plaquetas habían descendido a 62 mil. Ese día tampoco me darían de alta.

 

Con una vía por la cual entraba a mi torrente sanguíneo la hidratación que supuestamente necesitaba para recuperarme y con un mosquitero que presumo impedía que un mosquito sano me picara, se llevara el virus y lo transmitiera a otros, transcurrieron mis días. Mamá Carmen y mamá Betty se alternaron la preparación y búsqueda de los remedios caseros. A ambas, gracias. La primera me buscó agua de coco y me compró los tomates de árbol para hacerme jugo, además de acompañarme día y noche, y la segunda, me preparó la comida típica de la época de dengue, la famosa sopa de pata de pollo –hago un paréntesis para comentarles que ni pata de pollo se consigue en Caracas-. No la había comido hasta ese día y la verdad es que no es tan mala, la volvería a comer sin necesidad de tener dengue. Empecé a sentirme mejor desde el viernes, pero al parecer, con el dengue no todo es sentirse bien. El sábado, las plaquetas habían bajado a 55 mil y mi doctora, quien fue mi amor platónico durante esos días, respondió a mi pregunta de hasta cuánto es lo mínimo que pueden bajar con un si llegan a 20 mil tendríamos que transfundirte. Yo lo traduje en términos no médicos como que sería hemorrágico y estaría más cerca de una funeraria que de mi casa que tanto extrañaba.

 

La solución fisiológica de cloruro de sodio, la sopa de pata de pollo, el agua de coco y el jugo de tomate son geniales para estos menesteres. El domingo las plaquetas empezaron a subir y el lunes después del mediodía me dieron el alta. Y debo decir que me fui un poco triste, porque muy en el fondo quería seguir disfrutando de la comida de la clínica que, como cosa muy rara, era genial.

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En países normales, a mi Aedes y a todos sus familiares los exterminan, pero como aquí todo funciona medio raro, últimamente eso no pasa. Hasta me da miedo hablar de exterminio, fumigación y esas cosas, porque con tantas susceptibilidades epidérmicas, uno recuerda a María Conchita. Lo cierto es que para prevenir que Aedes se acerque más de lo debido, en las farmacias de cualquier parte usted puede ubicar repelentes, plaquitas o sprays mata zancudos, pero si me lee desde Venezuela, ni se ocupe en ir a la botica, porque de broma encontrará polvo y telas de araña en los anaqueles. Aquí, en la patria de Bolívar, lo más cerca que tenemos a un repelente es una receta que circula por PIN, Whatsapp y afines, que consiste en una mezcla de alcohol, clavos de especie y aceite de almendras, que nada más mientras se maceran los clavos, ya algún Aedes ha podido visitarte. La doctora, mientras me daba el alta me advirtió. Puede volver a darte dengue si te pica un zancudo con otro serotipo de virus –o eso fue lo que yo entendí- y tampoco estás exento del chikungunya. Desde ese día y a falta de repelentes y similares, paso los días frente a un ventilador y más cubierto que una mujer musulmana. No quiero una cena con otra Aedes. Con un té fue suficiente.

 

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