El otro efecto del chikungunya

Por Reuben Morales

@ReubenMorales

 

 

 

Cuando empezaron a hablar de la enfermedad, no sabía si se trataba de un nuevo dúo de reguetón o un villano de Marvel. Por lo cual me di cuenta de que el primer síntoma del chikungunya está en la lengua: ¡es impronunciable!

 

Arturo Úslar Pietri decía: “Cuantas más palabras manejes, más grande y rico será tu mundo”. Esto aplica para el caso del chikungunya. Sin mencionar la irresponsabilidad del gobierno frente al tema, estoy cansado de ver personas inhabilitadas de siquiera hacer el esfuerzo de pronunciar bien “chikungunya”. ¿Afecta esto en cómo lidiamos con la epidemia? Quizás. Nos quejamos mucho de la falta de fumigación y acetaminofén, pero esta semana llegué a un hotel en Maracay y la recepción estaba cundida de zancudos. Lo curioso era que los empleados seguían sentados como si fuesen inmunes (o sudaban cantidades industriales de vitamina B12 y no me di cuenta).

 

El primer paso para superar la enfermedad, está en superar la pereza mental para pronunciarla. En las pasadas semanas me he topado con seis maneras de nombrar el virus y ninguna es “chi-kun-gun-ya”. Son estas:

 

1. Chikingunya: quienes la pronuncian así buscan aminorar la gravedad del virus con el sufijo “chiki”. Además suena cuchi. Como para pronunciarlo así mientras juegas al doctor con tus amiguitos. También es una forma de pronunciarla sin hacer sentir irresponsable al enfermo. Lo llamas y le dices: “¿Te dio chikingunya?”. Sí, menos insalubre y más trendy.

 

2. Chikunguña: esta pronunciación es para los contestatarios contra el sistema. “¿Que la academia puso una ‘n’ y una ‘y’ juntas para jodernos la existencia? ¡Que se jodan ellos! Le digo chikunguña y se acabó”. Esta forma además es perfecta para mensajes por celular. Con “chikunguña” te ahorras una letra. Y nada como escribir una letra menos. Se traduce en más tiempo para tus seres queridos.

 

3. Chikungulla: si los anteriores son quienes buscan complicar aún más la pronunciación, los de este caso son los flojos del grupo. Sufren de “Maduritis” al hablar. Pronuncian mal las palabras, pero asumen que nadie se dio cuenta cuando lo dijeron.

 

4. Chikungunia: ésta la dicen quienes buscan dejar clara su intelectualidad y buen gusto en una conversa. Ellos no dirían “¡Este gobierno es una mierda!”, sino “Este gobierno es un laissez-faire”. No hablan de costos, sino costes y así.

 

5. Chinkunguyá: son los hipocondríacos de closet. Su lema es: “Chikunguyá”… pa’ contagiarme ya”. Están claritos de los beneficios de estar enfermo: no trabajas, estás acostado todo el día, ves películas, te atienden, te llaman y, adicionalmente, tienes una nueva historia para ser el centro de atención en tus próximas reuniones sociales.

 

6. La chik… chik… la enfermedad esa, vale: estos no entienden nada. Se enteraron de una enfermedad muy fuerte que hay por ahí, compraron su reserva de medicinas por si acaso y ya. Suelen dejar la palabra en “chik” quizás para sonar más chic y no como una epidemia tropical tercermundista. Así mismo, se cansan tanto de pasar como ignorantes, que le ponen sobrenombres a la enfermedad, como dengue “reloaded” o la “rompehuesos”.

 

Nuestra enfermedad mental se manifestó ahora con el chikungunya, pero vivirá presente por siempre. Desmeritamos el castellano. Nos recuerda nuestro atraso, tercermundismo, flojera y lo que no hemos podido ser. Por eso terminamos tomando atajos lingüísticos para “acercarnos” a la modernidad, jactándonos de ser trendy, vintage, cool, runners, coaches, hosts, comer cupcakes, evitar el bullying y reír con stand-up comedy, pero cuando estudiamos otro idioma, decimos “yo estudio ingléj”.

 

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