La reinstitucionalización necesaria

Por Daniel González González

@GonzalezGDaniel

 

 

 

“Los mercados efectivos son una consecuencia de las instituciones que proveen maneras de bajo costo para medir y hacer cumplir contratos”

 

Douglas North decía que las instituciones “son las reglas de juego de una sociedad o, más formalmente, son las limitaciones ideadas por el hombre que dan forma a la interacción humana”. Esta semana Guayoyo en Letras está de aniversario y la edición especial viene sobre la reconstrucción de Venezuela. A pesar de saber que todo está destruido, quise hacer un planteamiento de por dónde iniciar y de inmediato supe que una de las primeras cosas a reconstruir es la institucionalidad. Todos sabemos que cuando pase la tormenta política, habrá que limpiar los escombros dejados por el chavismo y el maligno postchavismo y una vez terminado ese proceso, levantar muchas cosas de cero. Una de esas cosas que necesariamente hay que elevar son las instituciones de este país, que fue lo primero que el gobierno destruyó con sus huracanados vientos de odio y repulsión hacia la economía de mercado.

 

Las instituciones son fundamentales para el buen funcionamiento de una economía de libre mercado, pero, ¿qué pasa cuando se pretende pasar de una economía de mercado a una comunista? Ocurre lo que ha sucedido en Venezuela. Se destruyen las instituciones que sirvan de columnas a los mercados. En el marco de una economía de mercado, las instituciones deben desempeñar tres funciones básicas: regular la competencia, definir y hacer valer los contratos y los derechos de propiedad y corregir las asimetrías de información. Bajo el enfoque de North, las instituciones formales incluyen las normas contempladas en la ley y las informales serían aquellas que se encuentran por fuera del sistema legal y que se expresan en códigos de conducta no escritos. Así, las penosas normas contenidas en la Ley de Precios, por ejemplo, formarían parte de esas instituciones formales. Es evidente que desde que Hugo Chávez ascendió al poder, desbarató la institucionalidad que fundamentaba la economía de mercado y sentó las bases de este sistema que no tiene ni pies ni cabeza, pero que premia la piratería, la chapucería y la improductividad

 

Existe un amplio consenso en cuanto a la relación existente entre el desarrollo de los países y la calidad de sus instituciones. En este sentido el desarrollo de los países dependería de la capacidad de estos para poner en marcha instituciones que propicien y aseguren la economía de mercado y se le asigna un papel fundamental a la seguridad jurídica, característica fundamental del Estado liberal de derecho y tan atropellada por estos días desde las “altas” esferas rojas. La tormenta roja sabe que sin seguridad jurídica no se sostiene una economía de mercado y de allí el empeño en convertirla en algo que no existe en el país. Ejemplos de la ausencia de seguridad jurídica hemos tenido muchos en los últimos años, pero en los últimos días la tolvanera de casos se ha incrementado. Los más recientes son las arbitrarias e infundadas detenciones y amenazas a directivos de Farmatodo y de la cadena Día Día Practimercados. Es la conspiración de un Estado institucionalmente delincuente contra el desarrollo del país y el ajuste de las instituciones para el logro de fines inconfesables que solo alimentan las arcas de una cúpula de sátrapas.

 

Así, la reconstrucción de este país pasa por derrumbar las instituciones formales e informales creadas por el chavismo y por este chiste de terror en que se ha convertido su continuación. Pero esto no será lo más fácil de lograr, porque la destrucción institucional se regó en el país como un tumor maligno en su fase más voraz. Se supone que pueden generarse cambios a través de elecciones, pero la destrucción institucional llegó al CNE, al TSJ, a todas partes. Si en algún momento la Venezuela decente consigue retomar el poder y salvarlo, el proceso de reinstitucionalización es necesario antes de cualquier cosa y habrá que hacer lo mismo que hizo el chavismo. Destruir las bases que han sembrado de este sistema económico controlado desde Miraflores, no quedará de otra. No será un proceso fácil y mucho menos rápido, pero sin duda será necesario para que en Venezuela vuelva a tenerse confianza. Debe entenderse que desde el momento en que se inicie ese proceso, la labor del Estado deberá concentrarse en promover la destrucción del sistema institucional heredado del chavismo y propiciar el desarrollo institucional que propicie una economía coherente. El país necesita hoy más que nunca de instituciones que regulen la competencia, no que la destruyan y creen monopolios gobierneros inservibles; que corrija las asimetrías de información, no que las profundice; pero por sobre todas las cosas necesita de instituciones que hagan valer los derechos de propiedad.

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Guayoyo en Letras