Derogación de lo “Gratis”

Por Alfredo Yánez Mondragón

@incisos

 

 

 

Por estos días, en los que la palabra derogación está en boca de muchos, aun cuando no se comprenda a cabalidad su significado, podría ser propicio –también por la proximidad de necesarios debates en cuanto a la selección de candidatos- plantear una derogatoria mental; la derogación de lo “gratis”.

 

Estudios demuestran que las tres palabras más buscadas en el motor Google son sexo, muerte y gratis. Pues bien, el sexo, según se le mire es una necesidad física, un placer, una vivencia personal; que en principio no debería tener mayores influencias respecto al destino de la vida de las naciones; aun cuando siempre habrá quien opine en contrario. La muerte, por su parte, es lo único que no tiene solución, mientras que lo gratis es, en rigor, la más absoluta mentira siempre dicha.

 

Los hombres de negocio tienen como premisa aquella frase que indica  que “ningún almuerzo es gratis”; y como está comprobado, los políticos son hombres –y mujeres- de negocios.

 

El punto está en que a estas alturas de la historia; en que ya se han definido tantos campos, y la globalización nos ha demostrado el valor y el costo de las cosas; así éstas sean simples; es necesario admitir; de una vez por todas; que lo gratis (independientemente de que se encuentre en la triada de los más buscados) sencillamente no existe.

 

Valga aclarar que la derogatoria que propongo no implica que puedan existir programas o estructuras institucionales que permitan que haya bienes o servicios que no se paguen.

 

Parece lo mismo, pero no lo es. El hecho de que alguien no pague por algún bien o servicio; “jamás de los jamases” implica que ese bien o servicio sea gratuito, o que no tenga costo.

 

La diferencia no es sutil. Es marcada, clara, intencional, necesaria.

 

Si los ciudadanos saben y conciencian que cada bien o servicio (que cada cosa, pues) tiene un valor, y también un costo; podríamos estar frente al comienzo de un paradigma de aceptación que hasta ahora no existe; porque desde el Estado, y todas sus ramificaciones; la estructura de costos se padece, pero no se explica; y el “banner” de lo gratis; no solo titila con incandescencia, sino que suele estar acompañado por un orgulloso: “porque me lo merezco”.

 

Derogar el concepto de lo gratis; amén de reconciliarnos con una gran verdad; podría servir de base para reiniciar la construcción de un país que se ha derogado en sus principios; incluso aquellos que desestiman –algunos dirán que por apoyo a los menos favorecidos- el valor y costo reales de los bienes y servicios; es decir el valor y costo reales de cuanto necesitamos.

 

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