Los funerales de una ciudad salvaje

Por Andrés Abreu Urdaneta

@andresabreu

aabreu@guayoyoenletras.com

 

 

 

Durante la semana pasada, una noticia movió el suelo de muchos caraqueños: Nathaly Trujillo había sido asesinada junto a su esposo y al bebé que llevaba en su vientre. El asesinato se registró en la autopista Valle-Coche cuando seis motorizados pertenecientes a un cortejo fúnebre arremetieron contra ellos luego de que el suegro de Trujillo, que iba al volante, decidió no acatar la orden de los motorizados de detenerse en plena autopista. Nathaly Trujillo era madre de dos adolescentes y en seis días estaba previsto que diera a luz a su bebé.

 

Los funerales de motorizados se han convertido, lamentablemente, en una tradición de las barriadas caraqueñas que afectan al resto de la población que circula por esta ciudad. Todo comienza cuando parte la carroza fúnebre es rodeada por decenas de hombres en motocicletas, normalmente amigos, familiares y compañeros del fallecido. El lugar a dónde se dirigen es, casi siempre, el Cementerio General del Sur, por lo cual deben enfilarse por la autopista Francisco Fajardo o por la autopista Valle – Coche para llegar a su destino.

 

Salsa, reggaetón y vallenato a alto volumen, bebidas alcohólicas y armas son tan solo algunos de los ingredientes de esta “celebración”. Durante el recorrido hacia el cementerio, el tráfico es detenido en distintas ocasiones, el féretro es sacado de la carroza fúnebre y es colocado en el suelo para rendirle tributo realizando piruetas con las motocicletas a su alrededor, acompañando con ráfagas de disparos al aire. Mientras esto sucede, algunos aprovechan para despojar de sus pertenencias a los conductores que han quedado atrapados en el tráfico y que, atemorizados por todo este espectáculo, entregan sus teléfonos celulares y el resto de sus posesiones.

 

El Reglamento sobre el Uso y Circulación de Motocicletas, publicado en Gaceta Oficial de fecha 5 de octubre de 2011 prohíbe expresamente el uso de motocicletas para estas prácticas en su artículo 31:

 

Los conductores y conductoras de motocicleta deberán cumplir, en cuanto le sean aplicables, los preceptos establecidos en las normas generales de circulación y tienen especialmente prohibido:

19. Utilizar motocicletas para cortejos fúnebres.

 

Es ésta la misma norma que prohíbe transportar en motocicletas niños menores de diez años y mujeres embarazadas, circular entre canales, circular sin utilizar casco, entre otras conductas que son ampliamente practicadas en nuestro país, sin autoridad alguna que lo controle.

 

¿Qué pasa con las autoridades durante estos “homenajes” funerarios? Son éstas las grandes ausentes en estas prácticas. Peor aún, se ha visto a funcionarios policiales escoltando estos cortejos fúnebres, consintiendo esta práctica letal.

 

Si las autoridades  permiten o consienten prácticas tan peligrosas como los cortejos fúnebres de motorizados, ¿De qué forma pueden los ciudadanos protegerse ante estas? Parece ser imposible protegerse de estos “espectáculos”. Muestra de ello es el lamentable asesinato de Nathaly Trujillo y su esposo, quienes por no acatar las órdenes de quienes se encontraban en el cortejo, fueron abaleados sin compasión alguna en plena autopista Valle-Coche.

 

Sin embargo, Nathaly, su esposo y su bebé no fueron tan solo víctimas de unos cuantos motorizados armados que arremetieron en su contra; fueron víctimas de la ineficiencia de un gobierno que no ha cumplido con su deber en el control de las armas y de la delincuencia. Y, aún más allá, fueron víctimas de los altos niveles de intolerancia que se vive en nuestro país. Es esa misma intolerancia la que se refleja en las 113 muertes violentas en los primeros 8 días del mes de marzo, sólo en la Gran Caracas.

 

Hechos lamentables y prácticas tan repudiables como estas son la muestra del alto nivel de deterioro de nuestra sociedad, ¿Se puede cambiar esto? Por supuesto que se puede cambiar, es un trabajo que no será fácil pero es totalmente posible. Sin embargo, los funerales de motorizados no desaparecerán con una elección, no desaparecerán con un cambio de presidente, desaparecerán con un cambio de mentalidad, con un cambio profundo en nuestra sociedad. Porque, en definitiva, no es sólo el gobierno, es la gente. 

 

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