La escasez actual del conocimiento ¡A su rescate!

Por Mario Guillermo Massone

@massone59

 

 

 

A Rafael García, in memoriam

Todos los hombres desean saber. Es lo primero que escribe Aristóteles en su Metafísica. El conocimiento es el primer bien verdaderamente humano. Las sociedades, los pueblos y las personas, en cuanto individuos, se distinguen de otros por su dedicación al saber, a conocer. En Venezuela el conocimiento vive uno de sus peores momentos.

 

El conocimiento es algo que se aprende y aprehende a lo largo de la vida. De la vida mortal, de modo que el primer requisito: se ha de estar vivo. En 2006 una de las mentes más lúcidas, uno de los hombres más buenos, uno de los filósofos más nobles y dedicados, manejando de vuelta a su casa con su hijo al lado recibió una bala que terminó con su existencia mortal. Esa misma bala la lleva hoy su hijo, también filósofo, alojada en la proximidad de los nervios de la columna vertebral. Rafael García, maestro de maestros, uno de los pocos que dedicó su vida a conocer el pensamiento de nuestros venezolanos, como Fermín Toro, fue asesinado en ocasión de la iniciación del bautizo de un nuevo miembro de una banda criminal. Dejó además dos hijas; una hoy labora en la Universidad Central de Venezuela, donde más estuvo su padre, y la otra estudia. Dejó una viuda, Mary, antropólogo, también trabaja en la UCV. Todas siguen en Venezuela.

 

De las universidades venezolanas es mucho lo bueno que podemos predicar. Sin embargo, hoy, junto a la educación en general la situación es trágica. La fuga de talentos es masiva, los departamentos de publicaciones -IESA incluido- para divulgar el saber, en la práctica cerrados. No hay tinta, ni papel, ni químicos, ni repuestos para las imprentas. No hay dinero para premios, incentivo natural del investigador para sobrevivir y ser reconocido su mérito. Ha sido costumbre en Venezuela que los prohombres y sus empresas privadas den liberalidades para la mejor vivencia de las universidades. Hoy Venezuela está en ruinas, empresas privadas incluidas. Hoy sufrimos también una inmensa escasez universitaria.

 

Hoy las universidades no están pesando, o están pensando muy poco. Agobiados y sin recursos, el cerebro natural de la sociedad tiene las neuronas golpeadas. Faltan las interconexiones entre la sociedad, la vida social, y la universidad.

 

Veo largas colas de estudiantes en las universidades. No son colas para comprar leche ni café. Son colas para solicitar notas certificadas internacionales, y, casi cada vez, se me escapa una lágrima. Porque sufro. Sufro de ver a una parte de la juventud que ya no sabe qué más hacer para vivir dignamente y progresar según su vocación humana en la tierra sobre la cual sus antepasados, sus padres, y ellos mismos, tienes sus raíces arraigadas.

 

Y entró en cólera. Recuerdo a mi amigo que hoy no está. Recuerdo que el conocimiento es enemigo de todo totalitarismo. Que esa situación, que es la de Venezuela, no es por incompetencia sino por mala fe; es planeada, intencional, premeditada. El conocimiento es enemigo público de la tiranía roja. Destruir el conocimiento es parte de “el proceso”, para imponer una visión única, preordenada y omniabarcante de la vida humana, en donde toda acción y esfera de actividad humana tiene un carácter político. El pensamiento único.

 

De vuelta a la razón, me sereno, respiro, suspiro, y me digo: “Yo no me voy. No me voy de mi país porque lo estoy construyendo. No me voy de mi país porque sé que ya lo estamos cambiando, porque el cambio no viene solo, no cae del cielo y lo estamos haciendo. Porque ya estamos derrotando políticamente a la tiranía roja y nos falta la derrota electoral. Porque volveremos a ser esa Venezuela respetable. Porque entrado en mis cuarentas sigo yendo a clases como estudiante y porque tomaré mi vocación y actividad docente con más fuerza y compromiso ¡En Venezuela! ¡Mi país!”

 

Al rescate del conocimiento será el compromiso de quienes vivimos el quehacer del saber junto a la sociedad. No se puede planificar, o al menos no se puede planificar bien, una política pública sin el debido conocimiento. El conocimiento es la base del verdadero cambio.

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