El ego, los cálculos… el país

Por Alfredo Yánez Mondragón

@incisos

 

 

 

 

No queda duda de que en Venezuela vivimos la era del ego. El sálvese quien pueda no es más que eso. Yo me resuelvo con mi cupo, mi harina, mi cédula, mi agua, mi gas. Que nadie se crea que se trata solo de las ambiciones por un cargo público. ¡Que también!

 

El efecto del modelo político-económico-social que procuraba la mayor suma de felicidad posible desde la perspectiva de la propiedad social, de la comuna, del bien común y todas esas especies de la vida en sociedad mancomunada, no ha sido ni más ni menos, que la consolidación del yo en supervivencia; del “no me queda más remedio que subsistir”.

 

Desde el poder político se ha desatado un discurso de ataque a los ciudadanos delincuentes. Se les cree traficantes de combustible, de alimentos, de medicinas, y de cuanto bien de consumo (básico o no) existiera en el mercado nacional; sin advertir que lo que se ha generado es una suerte de ciudadanos de provisión; que están a la espera de lo peor.

 

Todos esperan eso que es lo peor; aunque nadie se atreva a decirlo. Es verdad que más de uno vive al día (o sobrevive) pero también es cierto que como hormigas, muchos venezolanos han conocido en medio de esta crisis lo que significa tener una despensa y lo que implica vivir en una economía de guerra.

 

El ego, no solo está marcado en función de visiones de elogios y triunfos personales, reconocidos, o hechos reconocer, por terceros; sino que ha tomado una dimensión ulterior; de supervivencia. Lo mismo que los cálculos que cada cual hace en cuanto a su propia subsistencia; sea esta política, económica o social.

 

La devaluación continuada; el impuesto estrangulador que es la inflación, lo diluido del salario (con aumento o sin él) son factores que invitan al cálculo y al cuestionamiento personal acerca de la realidad que vivimos; que para nada tiene que ver con las colas, o con las regulaciones.

 

Al llevar nuestra realidad al mínimo impacto individual (el ego) y proyectarnos respecto al contexto (el cálculo), no nos queda más remedio que advertir que el país dejó de serlo y que simplemente dormimos y amanecemos en un territorio poblado por la desidia, la indiferencia, la resignación, la entrega, la sumisión y la esclavitud; independientemente de la esquina en la que estemos parados; independientemente de nuestra posición política; independientemente de nuestra valoración del ego, del cálculo y del país.

 

¡Pero cuidado!. Esas mismas percepciones de desidia, indiferencia, resignación, entrega, sumisión y esclavitud no necesariamente son permanentes ni estáticas; y está claro (la historia lo dice) evolucionan hacia modelos perfectibles de ego, cálculo y país.

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