Inhabilitados

Por Alfredo Yánez Mondragón

@incisos

 

 

 

 

Cada día oficializan, mediante el ejercicio de manipulación de leyes más descarado que se haya visto jamás, una inhabilitación política selectiva de candidaturas; minúscula –aunque rimbombante- frente a las inhabilitaciones políticas colectivas que se perpetran a diario, de manera continuada y constante.

 

Solo falta –porque habrá de llegar- que el país asuma con dignidad, la responsabilidad de responder –no de manera enérgica ni categórica ni contundente- con la firmeza que exige la certeza: “A mi tú no me inhabilitas”.

 

Es decir, el asunto no es que inhabiliten a Daniel Ceballos, a María Corina Machado, a Enzo Scarano o a Pablo Pérez. Esos son los nombres y los símbolos de una verdad a medias, que se intenta proponer como el desacierto.

 

El asunto realmente es que en Venezuela todos estamos inhabilitados social, económica y políticamente.

 

Cada vez que usted hace una cola para esperar lo que venga, e intentar comprar un par de unidades de ese productos; usted está inhabilitado en sus derechos.

 

Cada vez que usted no puede más –porque la salud de su familiar, la alimentación de su bebé, o la  higiene personal se lo demandan- y comprar con el sobreprecio que impone la nueva dinámica económica del bachaqueo; usted está siendo inhabilitado.

 

Cada vez que usted se resguarda en casa, cumpliendo a rajatabla el toque de queda personal, por miedo a la inseguridad; usted está siendo inhabilitado.

 

Cada vez que usted recibe su salario, y ese mismo día lo ve irse en función de la inflación y la pérdida del poder adquisitivo; usted está siendo inhabilitado.

 

Cada vez que los factores políticos, de gobierno u oposición, se empeñan en reducir su vida al chantaje de una fila –para uno u otro fin- usted está siendo inhabilitado.

 

Toca rebelarse contra la inhabilitación. No con frases de autoayuda; que persuaden de la acción; sino con la claridad de quien entiende que el país no vive tiempos de normalidad democrática; y que en función de ello hay que actuar con la determinación de los demócratas; no de los eunucos.

 

La inhabilitación no comenzó con la firma de un documento sin argumentos,  con los mandatos de un caporal que se siente guapo y apoyado. La inhabilitación arrancó cada vez que alguien dejó pasar un abuso que parecía insignificante; cada vez que alguien permitió que le llamaran escuálido, que le etiquetaran como parte de un “bando”.

 

No queda de otra. Hay que asumir la inhabilitación. Darse cuenta de que existe y de que es colectiva; para que cada quien entienda que no se trata de una medida política para dividir a la oposición o para escurrir el miedo que les corre por las venas.

 

Estas inhabilitaciones, no son más que la consecuencia directa de la sinrazón del dejar hacer.

 

“A tanto te obligas, que a tanto te obligarán”, dice con acierto el refranero popular.

 

Hay que tener mucho cuidado, porque de seguir así; las inhabilitaciones oficializadas, podrían llegar en el próximo estado de cuenta; o insertas en el sistema; así como cuando quiere comprar tres pomos de pasta dental; y la captahuella dice que no lo tiene permitido.

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