No me maltrates

Por Edgar Mancilla

@FaustEdgar 

 

 

 

Pocas cosas han de haber, para un venezolano, como el tortuoso hecho de acudir a una agencia bancaria.

 

Hacer gestiones bancarias vía web hacen de la relación Banco-Individuo una verdadera maravilla, hasta que por decisión mismísima -aparentemente dictada por el oráculo de Delfos- uno debe acudir a una agencia bancaria. Y es que una agencia bancaria es uno de tantos lugares que funcionan como un ejemplo perfecto para vislumbrar la actualidad social del país. Por tanto, y entre otras cosas, una agencia bancaria es un lugar donde nadie te va a recibir atentamente (la atenta recepción, en una entidad bancaria, solo sucede en la televisión) y debes defenderte como mejor puedas.

 

El primer estado es: “La Pantalla” (o máquina), en donde indicas “qué vas a hacer” (taquilla, asesor de negocios, asesor de servicios o tercera edad); Nota Importante: haciendo esta selección, usted corre el altísimo riesgo de escoger una opción de forma incorrecta. Por ende, esto se traduce en tiempo perdido (los más optimistas dirán “tiempo invertido”, porque siempre se aprende la lección).

 

El siguiente estado es: “La Espera”. Cualquier ser humano, con la suficiente sensatez (y que no se deje guiar por lo rumores sociales), habría de tener la fe puesta en que -por ser una agencia bancaria- el martirio de esperar será rápido y si dolor. Pero no, hablamos del eterno ciclo de la burocracia la cual hace de esto un proceso tortuoso, porque no es solo lidiar con los pensamientos personales –esos que agobian cuando se está en silencio-, sobre los tantos problemas que se puedan tener, sino que además se ha de afrontar un entorno lleno de caras desesperadas y ansiosas por ser atendidas… eso, si se corre con la suerte de no toparse con una agencia en la que los padres, entre tantos entreveros y “diligencias”, no tienen con quien dejar a sus pequeños hijos y los llevan al lugar. Entonces, ya no solo afrontas (durante la espera) los problemas personales y las caras ansiosas, sino también a las juveniles y sofocantes almas que inquietamente merodean por el lugar.

 

… inserte acá parte de la desesperante espera…

 

Cuando parece que es el fin, que no soportas más, llega tu número (ese que no sabes si escogiste de forma correcta) y el personal de la agencia (llamado Asesor) le invita a sentarse. [Quisiera hacer un paréntesis acá, ya que como buen asiduo de la filosofía el uso de las palabras me parece fundamental. ¿Asesor? Por ejemplo, y según Wikipedia: “Un asesor es un especialista sobre alguna materia que presta consejo sobre la misma a otra persona, generalmente un dirigente, para que adopte las decisiones adecuadas”… por lo visto, pues, como se lee acá, a nosotros (quienes acudimos al Banco), nadie nos asesora]. Sigo, el asesor, si está de buen humor, te dará los “Buenos días/Buenas tardes” según sea el caso… de lo contrario debes hacerlo tú. Y en fin, con la suficiente suerte procederá la solicitud con la que tan esperanzadamente acudimos al Banco, de lo contrario se habrán mal gastado esas horas de angustiosa espera… que bien podríamos haber aprovechado en otra angustiosa espera.

 

Usted pensará: “A todos nos pasa eso, nada nuevo”. OK, bien, pues ¡reclame! Al punto al que deseo llegar es que el venezolano, aparentemente encandilado con diversas situaciones de apremio político/sociales, parece olvidarse de su dignidad (para el filósofo Immanuel Kant, las cosas –por ser objetos- tenían “valor”, ese que se puede pagar; en cambio, el ser humano –en tanto su humanidad-, posee dignidad y eso no se paga, SE RESPETA).

 

Y, en esencia, el problema no radica en el otro –llámese “Asesor”, Policía, Político, etc., el problema radica en nosotros, los que nos quedamos callados y no empleamos los canales pertinentes para quejarnos, para criticar, para hacer valer nuestra dignidad como seres humanos. Y, en lo personal, no me vengan con el cuento de que “uno no se puede quejar en la calle porque corre riesgos”; riesgos corremos en todos lados, donde sea que nos paremos estamos expuestos al maltrato, al irrespeto y al atropello por parte de otros.

 

Es sencillo, sino se ejercita la crítica (entendiéndose la crítica como: “Conjunto de opiniones o juicios que responden a un análisis y que pueden resultar positivos o negativos”), en tanto se haga de forma constructiva y con la aspiración de mejorar como individuos y como sociedad, entonces, se llega a lo que tenemos hoy en día: una sociedad degradada, carente de fuerza en sus valores y viviendo a merced de lo que se ve -y lee- en la televisión e internet…

 

Entonces, solo te diré algo, mi querido Asesor Bancario… A mí ¡No me maltrates!

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