Muestra tu lenguaje y te diré de qué adoleces

Por Edgar Macilla

@FaustEdgar

 

“El lenguaje es el medio que hace posible la formulación de preguntas y respuestas… El lenguaje es el lugar de lo humano, en él vivimos, nos movemos y somos.”, cito al ilustre filósofo venezolano José Manuel Briceño Guerrero.

 

Estos últimos meses, aunque poco importa el tiempo en el que estoy pensando, sino el hecho de que estoy pensando en sí mismo, he dedicado gran parte de mis reflexiones y escritos fallidos (o no publicados), a un tema de relevante importancia como lo es: el lenguaje.

 

Puesto su significado en simples palabras, porque mi interés -en esencia- es ser entendido, el lenguaje es la herramienta que nos permite comunicarnos. Sí, dije “la herramienta”; quizás habrá usted de preguntarse por qué uso el artículo ‘la’ y no el determinante ‘una’; esto es debido a que simple y sencillamente la base esencial que nos ha permitido comunicarnos es el lenguaje (incluso desde la época del paleolítico, para los científicos, o los días de La Creación, para los más religiosos). Simple, ¿Desea usted obtener o transmitir cualquier cosa? El lenguaje -verbal o no verbal- se lo permitirá.

 

Sin embargo, no deseo tocar este punto desde una perspectiva (pseudo)intelectual, sino más bien abordarlo con la penosa necesidad de evocar a un llamado para el uso “adecuado” del lenguaje, en nuestra peculiar sociedad venezolana. Y es que, cuán molesto/incómodo resulta recibir un mensaje de texto, o iniciar una conversación que diga: “q paso hrmano tdo bien k haces, te tengo un beta”. [Nota: no deseo hablar del tema ortográfico o gramático, quiero referirme solo al uso del lenguaje como expresión].

 

Tal y como usted pudo leer, en la cita que hago de nuestro ilustre filósofo venezolano, en las primeras líneas, como seres humanos el lenguaje nos permite ‘ser’. Filosóficamente, abordar el tema del “Ser”, nos plantearía un problema metafísico innecesario para los fines de lo que se intenta explicar; en este caso requiero referirme al ‘Ser’ desde la perspectiva en que -como seres humanos- nos vemos representados a través de la forma en que escribimos, hablamos o empleamos cualquier expresión en función de comunicarnos y/o transmitir, expresar y convivir en sociedad.

 

Actualmente, las telecomunicaciones plantean una cantidad casi interminable de métodos para llevar a cabo el ejercicio de la comunicación –inserte aquí todos los medios de comunicación que se le ocurra…-, “acortando distancias”, es un famoso eslogan que se emplea en alguna publicidad. Entonces, teniendo ya la comodidad de entablar una comunicación a distancia, a penas desde la palma de la mano ¿Qué tanto cuesta ejercer un lenguaje  ‘ideal’ para expresarnos? Es muy posible que, entre tanto palabrerío que se emplea acá, usted como lector plantee que la solución simple y rápida se encuentra en unas cuantas lecciones de ortografía. Pero no es tan simple, y procedo a desarrollar el punto álgido del tema.

 

Está probado científicamente, entre ellos por el Centro de Estudio del Lenguaje de Ottawa (Canadá) –si algún valor tiene la ciencia para quien me lea-, que la forma en que empleamos el lenguaje para comunicarnos y expresar nuestras ideas, para con otros, e incluso con nosotros mismo (llámese monólogo o como se desee), impacta directamente en diversos ámbitos del proceso psicológico del ser humano, y puede llegar a marcar el hecho de ser aceptados o rechazados socialmente, entre otras cosas. En otras palabras, mucho puede decir un simple mensaje escrito, o una corta conversación, del estilo de vida de una persona. Y en esto la educación (familiar y formal), juegan un rol realmente importante.

 

Desde la formación del hogar, e incluso si usted ha de estar cursando la “educación superior”, se está en constante formación y reformación del lenguaje. ¿Es usted abogado? De seguro debe cuidar y emplear el lenguaje adecuado, no solo ante su cliente, sino también ante el juzgado. ¿Es usted vendedor? Dígame si no es el lenguaje su herramienta por excelencia para alcanzar sus metas. ¿Es usted deportista profesional? Por favor, la forma en que usted se expresa en cámara –al mundo- no solo habla de usted, sino del país entero. Y así, podría continuar con un sinfín de ejemplos.

 

Pues bien, no pretendo plantear acá si una persona es digna de ser considerada respetable, buena o mala, si emplea de forma errónea el lenguaje (entiéndase lenguaje como: “estilo y modo de hablar y de escribir de cada uno”, según WordReference). Pero, vaya que es necesario prestar atención a este asunto. Puesto que, el lenguaje, en el ser humano está cargado de una característica inherente y que no posee otra especie en el planeta, esta característica es nada más y nada menos que el proceso de razonamiento (usar el cerebro de forma racional, o en pocas palabras, darle una utilidad pertinente); es necesario deducir lo obvio, es de importancia trascendental darle el uso ‘adecuado’ el cerebro (fíjese usted que uso la palabra “adecuado” y no “correcto”, puesto que la segunda nos lleva directamente a adentrarnos en un tema muy profundo como lo es la gramática, y –repito- no es lo que aquí se pretende).

 

Ya me parece estar oyendo a colegas, y conocidos, con sus críticas sobre la identidad y la cultura, en función del lenguaje… refiriendo “el problema del lenguaje” sobre algo que va directamente relacionado a la idiosincrasia del venezolano, su cultura caribeña y suramericana, etc. Y, en esencia, habría de concordar con ellos que es un tema que merece ser tocado mucho más a fondo.

 

En función de lo anterior, y quizás a modo de síntesis, es relevante destacar que desde los proceso precolombinos de población de nuestro continente, y la no menos destacable civilización traída por los europeos, nos han venido dictando diversas mutaciones socioculturales; por ejemplo, el hecho de asumir la lengua española/castellana como la base de nuestro lenguaje representa para la sociedad de aquel entonces un elemento obligatorio de adaptabilidad de nuestro sistema de vida, ya que se debió incluir en éste una lengua ajena. Dada la idea previa, es totalmente aceptable que, debido a nuestra ubicación geográfica y los diversos procesos sociales que se viven en el marco del desarrollo de la colectividad venezolana, esta lengua deba sufrir modificaciones inherentes a los cambios dados. Pero, si bien este planteamiento es muy cierto, no es menos cierto el hecho de que resulta verdaderamente decepcionante el contraste actual que se da entre la lengua castellana ‘ideal’, y el sinfín de modismos adaptados por gran parte de la sociedad venezolana, empleando un lenguaje arrabalero y poco racional; aunado a ello hay que agregarle la peculiar capacidad que se tiene hoy en día de impactar a una masa significativa de la población con dicho lenguaje… y en el peor de los casos, representando al país entero o a un sector del mismo.

 

Los jóvenes, y también una notable cantidad de adultos, tomamos ejemplos, los interpretamos y los asimilamos, para luego adherirlos a nuestro estilo de vida. Ya bastante vemos en la jerga política, el empleo de un lenguaje lleno de abusos, incoherencias y cinismo [y que me perdone Diógenes “El Cínico”], que deriva en una penosa capacidad de razonamiento por parte de quienes ejercen esta poderosa herramienta de una forma poco deliberada, sin importar su impacto, como para sumarnos también desde nuestra individualidad, a este conglomerado de usos desacertados de una herramienta tan valiosa y potente como lo es el lenguaje.

 

Entonces, ojalá y antes de emitir una nueva palabra, por la vía que sea, nos permitamos detenernos un segundo y emplear la lengua de una forma –quizás- más acorde. Porque, de verdad, dime cómo hablas… y te diré de qué careces.

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