Soltar… llevándolo todo

Por Madeleine Navas

@EstadoVegetal_

 

 

 

Son tantas las veces que le he extrañado, tantas las horas, los días y los minutos… tengo estas míseras ganas de arrancarme esta añoranza y amarle, amarle hasta quedarme dormida, amarle hasta despertar, vestirme e irme, sin volver atrás, sin mirarle nunca más. Sin extrañarle ni desearle jamás. Pero ¿cómo? ¿Cómo entiendes que esa será la última vez que dejarás que él inunde tu psiquis, tu cuerpo y tu boca? ¿Cómo le explicas a tu cuerpo que esa será la última vez que esas manos te toquen, que esos ojos te desnuden?

 

Tengo ganas de irme sin él, pero llevándolo conmigo, de dejarlo y llevarlo en la maleta. De conservarlo y no saber más de él. De amarle por el resto de mi vida y olvidarle. De poseerle y no extrañarle hasta que mi corazón deje de latir para siempre.

 

Quiero, quiero quedarme con y sin él. A su lado y lejos de su presencia. Irme de viaje pero llevarle conmigo. Quiero que me quiera por lo que le quede de vida, que siempre tenga sed de mí, de mi compañía, de mi veneno inofensivo.

 

Quiero, quiero que se siente a mi lado y que comparta pensamientos que no se conviertan en ecos en las noches de insomnio, ni me hagan sentir miedo, compartir un libro, conclusiones, aprendizajes, utopías, la misma mesa, dos cafés, una torta, un suspiro, una sonrisa, un pensamiento, un solo corazón.

 

Mis manos conocen su cuerpo, mis labios sus puntos débiles. ¿Qué es lo que tengo que hacer? ¿Olvidarlo? ¿Irme? ¿Faltarle un tiempo, hasta que me olvide? ¿Quedarme hasta que me deje?

 

Es que perdí todo lo valioso; mi dignidad, mi coherencia, mi tiempo, tiempo que no vuelve, aunque se lo ruegue, aunque me humille por hacerle volver, aunque admita que él siempre tenía razón. Te perdí a ti, mi vida, mi cielo, mi amor, mi alegría diaria, el cuerpo que amo y deseo, los mejores abrazos, los mejores besos…

 

Me encantaba la pasión con la que me amaba, me veía y me besaba… con la que me consentía, y con la que peleaba con todos mis temores. Dio una buena batalla en el campo. Silenció muchos miedos mientras le fue posible. Mi fantasía, mi amor. El que ya no estará más, aunque esté. Aunque se quede. Aunque me bese y me abrace. El que se fue y no dijo adiós porque hizo un esfuerzo por no hacer ruido, y no lo hizo. El silencio de su ausencia fue lo que me despertó. Perdí todo lo que quise tanto, lo que me hizo tan feliz, lo que yo misma dejé perder.

 

Solo este cuarto sabe lo feliz que hemos sido. Y también sabe y conoce todas esas lágrimas que he derramado por ti, por mí, por cosas externas a nosotros… y siguen acá, es increíblemente difícil no dejarlas salir.

 

Mi apetito, mi sueño, mi ánimo, se fueron… juntos… van y regresan, como sus recuerdos, solo que sus recuerdos se quedan mucho tiempo.

 

Me es difícil tener que fingir que no lo conozco nada, ¿por qué? ¿Por qué si sí le conozco? ¿Por qué si cada mañana le pienso, le quiero y le extraño?

 

Por más que lo intento, es inútil… es cruel matar este amor, es una alevosía decirle que se vaya, que se muera, que se suicide, o que, lo que es peor: decirle que no es lo mejor que puede pasarnos, que se vaya lejos y que regrese cuando nos hayamos olvidado y se convierta en un recuerdo.

 

Escribo y me devuelvo a cambiar el tiempo de los verbos… todavía escribo en presente. Pero no hay problema, me devuelvo cada vez que me equivoco, borro y vuelvo a escribir, y conjugo en pasado, como entonces se supone que debe ser.

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