Los grillos de los presos políticos

Por Jimeno Hernández

@jjmhd 

 

 

 

Durante el año 1929, el Castillo Libertador de Puerto Cabello es todo un Congreso Nacional. Son muchos los presos políticos que, entre sus húmedos muros, purgan el pecado de no creer en las bondades del General Juan Vicente Gómez. Entre la oscuridad de los calabozos hay de todo un poco, generales, doctores, periodistas y jóvenes estudiantes, todos de las más variadas tendencias políticas y regiones del país.

 

Allí se encuentran encerrados personajes como el General Juan Pablo Peñaloza, tachirense y tenaz opositor al tirano de Los Andes; el General caroreño Rafael María Carabaño y el Doctor José Rafael Pocaterra oriundo de Valencia, ambos tripulantes de la fallida invasión del “Falke”; Rafael Arévalo González, símbolo histórico en la lucha por la libertad de expresión, así como también los célebres generales trujillanos Elbano Mibelli y José Rafael Gabaldón.  

 

Estos generales de los tiempos de Guzmán Blanco y Crespo se encuentran con una nueva generación de políticos que ha salido de la Universidad y se ha bautizado revolucionaria durante los carnavales de 1928. Entre estos jóvenes se encuentran personajes como el margariteño Jóvito Villalba, Presidente del Centro de Estudiantes de Venezuela; el cumanés Andrés Eloy Blanco, editor del periódico “El Imparcial”; Pío Tamayo, poeta y marxista del Tocuyo y el yaracuyano Alberto Ravell, eterno opositor a la dictadura.

 

En los patios del Castillo Libertador, día tras día, se reúnen los presos para conversar e intercambiar ideas y relatos, penas y preocupaciones, así como también compartir la esperanza de escapar con vida del presidio y ver florecer una Venezuela nueva y diferente a la que les ha tocado vivir. Después de todo, no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista.

 

Los largos días de presidio y calor costeño se convierten entonces en tiempos de aprendizaje para los cautivos. Las horas libres del día, que son todas, son utilizadas por los presos para conversar entre ellos. Los jóvenes escuchan a los viejos militares “Chopo de piedra” y, a veces, viceversa. Todos comparten los relatos y pormenores de sus aventuras orientadas a luchar contra el régimen del General Juan Vicente Gómez.

 

Los viejos caudillos hablan de las escaramuzas en las fronteras del Táchira, el fracaso de la invasión del “Falke” en las costas de Oriente, los asaltos a los cuarteles militares en la ciudad de Caracas, los alzamientos en Lara y los llanos de Portuguesa. Los jóvenes, expresión política de los nuevos tiempos de Venezuela, dicen que las proclamas militares para levantar el pueblo en armas utilizando las frases de Bolívar son cosas del pasado y prefieren hablar de teorías como el Derecho Constitucional o realidades socioeconómicas como la explotación colonial del campesino y la desigualdad económica del pueblo, tópicos que los viejos generales ven como vaina extraña aunque, a veces, suelen reírse con la gracias de los versos y ocurrencias de Andrés Eloy Blanco y Pío Tamayo.

 

Así viven e intentan amenizar sus semanas de cautiverio los presos políticos en la fortaleza carabobeña, engrillados y torturados por el hambre, la sed y el salitre. Los lunes un plato de comida sin agua, dos días poca agua y mucha hambre, uno de pan y agua y otros tres sin ración alguna. El presidio en el Castillo Libertador de Puerto Cabello es un tormento a largo plazo y son muchos los que mueren de mengua como le ocurre al anciano General Juan Pablo Peñaloza en 1932. Otros más sortarios logran sobrevivir a su captor y salen en libertad para labrarse futuros brillantes en la lucha por la libertad como son los casos de Pocaterra, Villalba, Blanco y Ravell.  

 

En el año 1936, después de la muerte del General Juan Vicente Gómez, en la ciudad de Puerto Cabello tiene lugar un acto de gran simbolismo político y anuncio del nacimiento de una nueva época para Venezuela. A petición del pueblo venezolano, son lanzados al mar centenares de grillos que fueron estandarte de la crueldad del la dictadura y su política del terror. El discurso del acto lo da uno de los tantos presos políticos que pagó condena en el fortín carabobeño, el cumanés Andrés Eloy Blanco.

 

Dijo el poeta en aquella ocasión:

 

“Hemos echado al mar los grillos de los pies. Ahora vayamos a las escuelas a quitarle a nuestro pueblo los grillos de la cabeza, porque la ignorancia es el camino de la tiranía. Hemos echado al mar los grillos. Y maldito el hombre que intente fabricarlos de nuevo y poner una argolla en la carne de un hijo de Venezuela.”

 

El resto es historia.  

(Visited 728 times, 1 visits today)

Guayoyo en Letras