De Yo para Tú

Por Andrea Pinza

 

 

 

Querido Tú:

Siento la imperativa necesidad de comunicarte que no puedo prometerte esto de escribirte una carta de amor. Desde que apareciste he comenzado a vivir una gama impresionante de emociones y sentimientos, y aunque muchos insisten en definir este proceso como “amor”, no creo poder considerarlo así. Tengo entendido que el amor presupone una serie de consecuencias a las cuales no planteo ni creo poder atenerme a vivir.

 

No sé a ciencia cierta si quiero someter a mi organismo a la descomposición física que supone este asunto del amor; dicen que las pupilas se dilatan, que las manos sudan, que el estómago no funciona con propiedad por la existencia de una bacteria que coloquialmente apodan como “mariposas”, también hablan de un bloqueo temporal de las funciones del cerebro y yo, que he tenido la fortuna de gozar de buena salud siempre, no puedo arriesgarme a contagiarme de esto.

 

Verás, Tú, no puedo confirmar con seguridad que sin ti no merece la pena vivir. Siento que antes de tu llegada tenía una vida bastante agradable, de esas de altos y bajos, de risas y llantos; una vida bastante plena a la que tu llegada solo le infundió un sinfín de cosas más que me hacen sentirla todavía más, nunca menos. Incluso si no estás, la vida seguirá ahí y tu recuerdo será suficiente para seguir viviéndola.

 

Me cuesta entender qué beneficios puede traer esto de amar si dicen que solo conlleva al dolor. La verdad, Tú, no creo poder congeniar con esas ideas masoquistas. Me gustaría evitar eso de que se rompa mi corazón en cientos de pedazos, convivir con un vacío en el estómago que nada parece poder llenar, perder el brillo de la mirada, olvidar cómo reír…no, Tú. Si es natural en el ser humano evadir el dolor no me parece sensato ir en contra de mi propia naturaleza.

 

No puedo prometerte que mi vida girará alrededor de la tuya, que todas las canciones de amor me recordarán siempre a ti. No puedo escribirte versos como Neruda, como Mistral o como Benedetti. No creo poder ofrecerte mi alma entera para que sea de tu propiedad. No puedo encender mi corazón en llamas ni permitirme entregarme a una locura fundamentada en este dichoso asunto del amor. No puedo prometerte el amor que los grandes autores han expuesto en cientos de manuscritos, ese del que hablan los músicos y los artistas. Es que, Tú querido, no puedo prometerte amor.

 

Sin embargo, Tú, sí puedo prometerte otras cosas; puedo decirte que cada vez que me busques me vas a encontrar cerca. Te prometo reírme de tus chistes, discutir y escucharte. Te prometo dejarte entrar a mi mundo y adentrarme al tuyo. Prometo admirarte, creer en ti, apoyarte. Prometo conocerte de arriba a abajo, de pies a cabeza, de adentro hacia afuera. Prometo entregarte mi tiempo para disfrutarlo juntos. Que nos olvidemos de juramentos, condiciones o términos: poder darle un sentido a nuestra libertad para estar juntos, para comprendernos, para vivirnos.  Te prometo que Tú y Yo seremos más que pronombres.

 

Te prometo ser real. No quiero que seamos una historia épica de amor y dolor, quiero que seas mi cuento de hadas en medio de una vida ordinaria. Quiero que me tomes de la mano y camines a mi lado; es que no quiero volar, Tú, quiero caminar en la tierra siempre a tu lado. No te puedo prometer ilusiones, historias o ideas, pero puedo prometerte ser yo y eso que me haces querer ser cuando estoy contigo.

 

En resumidas cuentas, querido Tú, prometo buscar hacerte feliz todos los días como tú ya lo haces. Y de ti, de ti solo espero una promesa: que sigas siendo Tú.

 

La misma de siempre,

 

Yo. 

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