Maduro y el valor de la palabra

Por Mario Guillermo Massone

@massone59

 

 

 

Ante la posibilidad real de perder el poder legislativo, el desespero de Nicolás Maduro se hace verbo en sus expresiones en contra de la oposición venezolana. Pero más que tratarse de expresiones en contra nuestra, son expresiones insurreccionales que atentan contra todo vestigio de institucionalidad democrática que alguna vez tuvimos. Aunque sea obvio, creo que se debe destacar. Justamente por serlo.

 

Luego de años de insultos, falsas acusaciones, proselitismo militar, exaltación de los elementos básicos de la mente humana (miedo, odio, desespero…), vejaciones y falacias ad hominem, el valor de la palabra se ha perdido como se han perdido, o al menos fracturado, nuestros valores republicanos. Porque la palabra, al igual que la acción, genera responsabilidad.

 

De hecho, a Leopoldo López lo juzgaron y condenaron precisamente por el uso de la palabra. Solo que en su caso fue la palabra interpretada con una semasología de mala fe. A la palabra de Leopoldo López se le aplicó una semántica irreal e inexistente y se le condenó en base a lo nunca dicho por él.

 

En cambio, la palabra de Nicolás Maduro es llana. Es una palabra que no requiere de interpretaciones sino que está a la vista de la mente más básica. “Ganaremos como sea” o “no entregaremos” sea cuales fueren los resultados de las elecciones del 6 de diciembre, son afirmaciones categóricas cuyo significado no requieren análisis alguno. Son aseveraciones que las entienden los niños.

 

Me pregunto qué pensará nuestro estamento militar de estas expresiones antidemocráticas y violatorias de toda institucionalidad. Lo mismo cabe preguntarse en torno al poder judicial. Porque desconocer a las instituciones y a la legalidad constitucional, por medio de la palabra pública, reforzada por acciones ilegales ordenadas por él mismo –saqueo de bienes privados en depósitos de Quinta Crespo por organismos del Estado, declaratoria de estados de excepción en base a problemas ficticios y extenderlos inconstitucionalmente, legislar en materias de reserva legal vía habilitante, etcétera–, deben necesariamente dar pie a la responsabilidad personal del presidente.

 

La palabra responsable es otro de los aspectos a rescatar en nuestra odisea venezolana. ¡Políticos éticos!, ¡los necesitamos con premura! La institucionalidad de papel que hoy tenemos, solo se materializará en una institucionalidad real, a partir de la conquista del poder de políticos con mayúscula.

 

La desgracia revolucionaria que nos deja marcada nuestra memoria histórica, incluye el necesario estudio de la desvalorización de la palabra política. Cómo un proyecto totalitario se valió de ella como artefacto bélico, de ataque, de humillación, de persecución y de arma que coadyuvo en el desmantelamiento de toda institucionalidad.

(Visited 82 times, 1 visits today)

Guayoyo en Letras