El Buen y el Mal Gobierno

Por Jorge Olavarría

@voxclama

 

 

 

En el año de 1337, el Consejo del gobierno autónomo de la ciudad-estado de Siena (Toscana, Italia) le encargó a Ambrogio Lorenzetti, el pintor más prestigioso de la época, la realización de los frescos con temas seculares, es decir, no religiosos. Evidentemente los aspectos místicos pululan la compleja obra porque la religiosidad lo permeaba todo, pero vale remarcar que en efecto es una temática laica lo que era absolutamente inédito en la época. Es interesante, además, que el Consejo de nueve representantes que comisiona a Lorenzetti era reemplazado cada dos meses, un mandato autoimpuesto para que los funcionarios no se engolosinaran con el poder. Sin embargo la obra se concluye en tres años sin sabotajes efectivos de puristas místicos. Así, el prodigioso artista produce una compleja alegoría de los efectos del buen y del mal gobierno que permanece casi siete siglos en la pared norte del Palazzo Pubblico de Siena.

 

Lorenzetti pinta un fresco que, aunque algo malogrado por el tiempo, es un tema que sigue teniendo relevancia hoy. Tres paredes, tres frescos. El primero, alegórico a la estructura de poder del buen gobierno, el segundo en la pared a la derecha, los efectos del buen gobierno y del lado contrapuesto, está la alegoría de lo que sucede cuando los tiranos se hacen del poder o—los efectos del mal gobierno.

 

Un sabio aciano preside el buen gobierno, el bien común, sentado en el trono que representa el poder que es efímero, está bajo las siglas CSCV (Commune Saenorum Civitatis Virginis) y a sus pies hay dos niños, Ascius y Senius, hijos de Remo (uno de los hermanos fundadores de Roma, y sobrinos del otro, Rómulo). Los niños son a su vez los fundadores de Siena según la leyenda romana. Asomada vemos a la historiada madre Loba, o su abuela Loba, lamiéndolos. Los ciudadanos y funcionarios de la República le rinden homenaje al anciano regente quien está rodeado por las Virtudes, mujeres todas. La primera es la Paz, sosteniendo una rama de oliva en la mano, quien se ve algo aburrida y está recostada sobre un almohadón que cubre una armadura que se ve erosionada. La sigue la Fortitud, la Prudencia, la Magnanimidad o generosidad, la Temperancia con un reloj de arena, y termina por la Justicia que con una espada en la mano y una cabeza decapitada en las piernas, en este segmento, solo sirve de consejera a la autoridad porque la Justicia está repetida, al otro extremo del fresco, sentada también sobre un trono a la mano derecha del gobernante pero distanciada, absolutamente autónoma. Es ella quien realmente rige y mantiene la estabilidad y felicidad del Estado. La Justicia levanta la mirada hacia una figura alada alegórica a la Sabiduría quien sostiene un manuscrito que representa la ley. La Justicia, con su enseña habitual, tiene una balanza con ángeles a ambos lados. Un ángel se encarga del escarmiento y el otro distribuye compensación. Pero hay cuerdas en la balanza de la Justicia que se extienden hasta un personaje en la parte inferior que se titula “Concordia” o harmonía quien carga una caja de utilería de carpintero para lijar o reparar asperezas. Dichas cuerdas pasan de las manos de Concordia y se ramifican. También son asidas por los ciudadanos y funcionarios que se aproximan al poder quedando religados a la Justicia.

 

La alegría de la población, su prodigalidad, la fertilidad de los campos están relacionadas a la libertad de comercio, de pensamiento, de tránsito, de saber que la función principal del gobierno es proporcionar seguridad. Un pergamino sostenido por el ángel denominado “Seguridad” se lee: “Sin temor, todo hombre puede transitar libremente y cada quien puede sembrar y cosechar mientras ésta comunidad mantenga a esta dama (la Justicia) como su soberana, pues ella ha despojado a los perversos de todo su poder.” La gente del la ciudad se ven saludables, alegres y prósperos. Se les percibe trabajando, estudiando, comprando, trayendo, vendiendo y hasta bailando. Como consecuencia del buen gobierno hay abundancia, trabajo, comercio, industria, riqueza, alegría, paz y prosperidad. Podemos ver una academia con estudiantes atentos a la cátedra de un profesor. Hombres regateando, trayendo mercancías, vendiendo. Los carniceros tienen carne, los zapateros y artesanos tienen repuestos, los masones están reparando o construyendo un edificio porque la ciudad prospera y crece. Cada quien está ocupado en sus quehaceres o asuntos personales. Cada quien pone de su parte para tener una sociedad movilizada, serena y próspera. Detrás de las murallas de la ciudad los campos siendo sembrados y cosechados están exuberantes.

 

Enfrentado al buen gobierno, Ambrogio Lorenzetti pinta el fresco contrastante llamado “Alegoría y Efectos del Mal Gobierno”. Aquí vemos lo que le sucede a la ciudad que no es regida por la justicia sino por un personaje perverso e hipócrita. El mal gobierno mantiene su poder detrás de murallas. El tirano y sus ministros están enclaustrados, encerrados. Tienen a la Justica como rehén. Se le ve atada, humillada, tirada en el piso. El mandamás no tiene género preciso y si tiene aspecto maligno, con colmillos, cachos y los ojos tuertos. Tiene una cabra negra a sus pies que simboliza la lujuria y un cáliz que representa el exceso y una daga en la mano que constituye la traición. Está tuberoso por la corrupción. Pero este personaje no es un demonio. La inscripción revela claramente que se trata de la Tiranía que en vez de rodearse de virtudes está rodeado de vicios. Claramente indicados, los vicios se inician con la Crueldad que con una mano alza un recién nacido que simboliza la inocencia, y en la otra mano sostiene un instrumento de tortura. La Traición sigue y lleva un manso cordero en su regazo que tiene una cola de reptil por lo que quizá es algún animal despreciable cubierto con la piel del cordero. Fraude tiene un instrumento musical, similar a una trompeta en las manos, para aturdir o distraer a los incautos. Furia o ira no es representada por una figura humana sino por una criatura que se asemeja a centauro pero con cara de perro, y tiene una daga en la mano. División está maniobrando una sierra y los ministros culminan por la Guerra, feroz, con escudo y espada. Tres mentores alados gravitan sobre la Tiranía y son la Avaricia, el Orgullo y la Vanagloria. Humillada a los pies de la tiranía, atada y echada en el suelo está la Justicia. Pero el hibris y la impiedad vigente en toda tiranía la requiere viva; avergonzada, con las bandejas de su báscula rotas en el piso, obligada a someterse, seguramente usada para sentenciar inocentes.

 

La ecuación es manifiesta, casi trillada: un mandamás envuelto de crueldad, traición, fraude, furia, división y por supuesto la guerra y todo lo que la representa. Su pináculo siendo la avaricia sea por el poder o dinero; orgullo o jactancia, y vanagloria o engreimiento. Clásicos.

 

La sabiduría que nos llega de las profundas criptas del tiempo con estos frescos de Lorenzetti, al final, aunque algo simplificado y maniqueo, nos recuerda que lo que hace a las personas, a los pueblos, a las naciones optar por el progreso y la harmonía, evitarse los horrores de la tiranía, no son secretos crípticos. La tiranía representada gobierna la misma urbe del fresco alterno pero no es una ciudadanía dinámica, prospera y progresiva sino una sociedad sometida, esclavizada, expropiada, en proceso de ser destruida. Para la tiranía los ciudadanos no importan, solo importa el poder. Hay escasez, decadencia, enfermedad, crimen, corrupción y muerte por doquier. Hay represión e ilegalidad. Una mujer aterrada está siendo arrestada por dos funcionarios, las paredes están perforadas, los vidrios rotos, y todos los ciudadanos viven en pavura. En las afueras de la ciudad los sembradíos de ven arrasados, las casas quemadas, es un territorio infecundo, devastado y abandonado.

 

Ambrogio Lorenzetti nos está diciendo con su arte que las opciones tienen consecuencias, sea para los individuos o para los pueblos. Que depende de cada quien cerrarle el paso a la tiranía, no dejarse engañar por demagogos, tener valores por encima de ventajas, creer en la capacidad del individuo por encima de la maleabilidad de las masas.

 

En el fresco de “Alegoría y Efectos del Mal Gobierno”, saliendo de la ciudad, hay un demonio flotante descrito como Terror, con una pancarta que lee: “Puesto que cada quien rebusca su propio provecho, en esta ciudad la Justicia ha sido sometida por la Tiranía, por lo que por estos caminos nadie transita sin temer por su vida ya que hay ladrones dentro y fuera de las puertas de la ciudad.”

 

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