El golpe

Por Jimeno Hernández

@jjmhd

 

 

 

Al amanecer de hoy, 8 de julio de 1835, se ha sabido que la tropa veterana y la guardia de policía se reunieron en la plaza, y con ellas varios oficiales y jefes militares que no se encuentran en servicio. Allí procedieron a leer una proclama desconociendo el gobierno del Presidente José María Vargas y aclamando al General Santiago Mariño como “Jefe Supremo Superior” de la República, al General Diego Ibarra como Comandante, a Pedro Carujo líder de batallón y Pedro Briceño Méndez como gobernador de la provincia.

 

Los alzados son apoyados por Luis Perú de Lacroix, José Tadeo Monagas, Andrés Level de Goda y Estanislao Rondón, todos héroes de la Independencia. El Palacio de Gobierno ha sido tomado por las fuerzas revolucionarias y en la residencia del Presidente se reúnen los comandantes de armas de la plaza,  Coronel Paredes, N. Gonell, comandante de batallón, el gobernador J. de la Madriz y sus secretarios. Estos le participan que la tropa y guarnición de Caracas se encuentra insurrecta.

 

– Yo sé que hay una revolución en la plaza, pero no abandonaré mi puesto.- les dice Vargas.

 

El Gabinete le otorga facultades extraordinarias para levantar una tropa de 10.000 hombres y nombrar al General José Antonio Páez como jefe militar de las operaciones de campo en aras de sostener el orden constitucional y volver los insurrectos a la obediencia.

 

Mientras se encuentra en Consejo, el zaguán de su residencia y las calles aledañas comienzan a colmarse de ciudadanos que acuden a ofrecer su ayuda en defensa al Gobierno. Los ánimos terminan de caldearse en la ciudad cuando, a eso de las siete de la mañana, se aparece Carujo al mando de un contingente armado e instala un piquete militar alrededor del sitio. El hombre pasa adelante cual Pedro por su casa y solicita audiencia con el Presidente. Cuando se le informa que aún se encuentra en consejo, saca una pistola y barajea amenazas.

 

Al escuchar el escándalo, Don José María interrumpe su reunión y sale de la recámara hacia la sala. Allí se encuentra al esbirro de la “Revolución de las Reformas” acomodado en un sillón y apuntándolo con su arma de fuego.

 

– Tome asiento Dr. Vargas.- le dice con tono pausado.

 

Él se sienta frente a Carujo y este comienza a hablar:

 

– Todos los gobiernos son de hecho, hoy ha terminado el suyo y empezado el nuestro. El mundo es de los valientes y la Fuerza Armada ha recuperado en este día sus glorias para salvar al país y darle las reformas que necesita. Le ruego  ponga de su parte con el fin de evitar un derramamiento de sangre.-

 

– El mundo es del hombre justo-  Le responde el Dr. Vargas.

 

En ese preciso instante, los ciudadanos, que se habían congregado en el zaguán de la residencia y en las calles, empezaron una gritería dándole vivas a la Republica y al Presidente.

 

Fue entonces que los militares procedieron a allanar la quinta y la masa desarmada intentó hacerles retroceder, ofreciéndole el pecho a las bayonetas y recordándoles a los soldados sus deberes como patriotas y lo deshonroso que sería disparar contra una multitud indefensa. El General Justo Briceño Silva tiene que dirigirse al gentío para reestablecer la tranquilidad, asegura que nadie será dañado por la tropa que comanda, pero prohíbe la entrada al recinto y fomenta la salida de quienes se encuentran adentro.

 

Vencido por las circunstancias, procede el Presidente Vargas a redactar una alocución destinada a sus conciudadanos. En esta les dice que no transige con el alzamiento y somete su persona por la fuerza para salvar, con este sacrificio, la dignidad del puesto que se le ha confiado.

 

A las ocho de la noche dan orden oficial al piquete militar de sacar a las personas que se encuentran adentro de la residencia por las buenas o por las malas. En horas de la medianoche, los soldados de la revolución sacan por la fuerza a Vargas, el vicepresidente Andrés Narvarte, Santos Michelena, oficial mayor de la Secretaria de Marina y sus ministros Carreño, Piñango y Yánez.

 

Los montaron a todos en unas carretas y, desde allí, los trasladaron a la Plaza de San Jacinto. La madrugada del 9, amanecieron encerrados en una diminuta pieza del Palacio de Gobierno. La noche del 10, Vargas fue enviado al Puerto de La Guaira y al día siguiente montado a bordo del “Aurora” con destino a la isla de San Tómas.

 

Así se consumó el primer Golpe de Estado en la historia republicana de Venezuela.

 

¿De qué sirve el lujo de tu ciencia y tu virtud, si te lleva directo al ataúd la audacia de Carujo?           

 

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