Venezuela: Performance del terror

Por Glenda Morales 

@glenda_morales

 

 

 

En la serie cómica de televisión llamada Seinfeld, transmitida por el canal Sony, al personaje irreverente de George Constanza, además de su imprudencia como parte importante del guión, lo vestían con una talla menor para proyectar su personalidad insidiosa.  En realidad era un ajuste casi imperceptible,  pero el hecho de que la manga de la camisa o el saco generalmente  no le cubriera todo el  largo de su brazo, y  que el ruedo del  pantalón rosara en medida casi exacta con el borde del calzado, me hacía pensar en que se trataba de una persona mezquina, con poco sentido común al que no le importaba saber qué cosas realmente agradaban a los demás ni cuáles estaban bien ejecutadas. Aprendí que existen elementos simples que robustecen la psicología de un personaje, dándole la forma esperada por un buen  equipo, que aseguró  con esa decisión, que muchos detestáramos a George. Porque ese es el objetivo de la serie.

 

Ahora bien, en este eterno show en el que se ha convertido el Gobierno venezolano, quiero entender,  que tener al mando a esta sarta de histriones villanos, no es gratis ni improvisado. Que también hubo un director de casting, Igual que en la televisión, encargado de extraer la peor parte de los participantes, logrando que los odiara medio país.

 

Lo que viene a continuación es un ejercicio creativo. No es crítica, ni discriminación, ni bulling. Es un análisis personal de las características resaltantes del elenco/gobierno, imaginando que hayan pasado por un proceso de selección.

 

Personaje principal “Protagonista”

Hugo Chávez: voz en off

 

Suplente del protagonista

Nicolás Maduro: Con el uso frecuente de ese palto quince tallas más grandes, logra el efecto de George, pero a la inversa. Como si su inmensa humanidad fuera insuficiente para llenar nada. Además, esa irregularidad en la forma de la boca, que la deforma cada vez que la abre, y que provoca una dicción particular que cambia las “n” por las “m”, los  exactos por exaptos y pare usted de contar ejemplos, en una suerte de dislexia oral que lo entorpece y que me hace sentir que en cualquier momento escupirá en vez de hablar.

 

Suplente del suplente del protagonista

Diosdado Cabello: Sigo sin entender por qué no es más protagonista, porque cumple a cabalidad las características fisionómicas de George. Además, no podía faltar el toque técnico en la dicción al agregarle una jota al final de algunas palabras, así como para formar parte más íntima del folclore y bueno, ser más parte de la patria. El mazo viene con el vestuario.

 

Resto de protagonistas

Cilia Flores, Luisa Ortega Díaz y Jaqueline Farías: Cumplen el mismo prototipo de cara avejentada a modo Benjamín Button. La voz acorde a una edad indefinida pero que se sabe que es legendaria, perdiendo fuerza al final de cada palabra convirtiendo la oración en una canto de gallo que no llega a aflorar. El oyente espera desesperado a que ocurra. A que se le valla. Tienen la característica de actuar como seudo humanos sin emociones vinculadas al género femenino: empatía ternura dulzura, etc.

 

Jorge Arreaza: La forma de huevo de su cabeza, la forma de huevo de sus pómulos  la forma de huevo de su nariz y la forma oval en la que las comisuras de su boca buscan desesperadamente el piso,  explica su habladera de huevonadas a cocción lenta, en una fonética aletargada que provoca darle un lepe para que termine de hablar y que cuando lo hace, el chorro de sandeces le cae directamente a los pies, sin llegar al destino original. Redondeando cada palabra al final, dando la impresión de que saldrán envueltas en una bomba de saliva. Todo esto explica su última intervención en los precios de los productos regulados.

 

Jorge Rodríguez y Rafael Ramírez:  El tamaño de sus cuerpos no es coherente con la imagen que nuestra mente hace obligatoriamente del desplazamiento casi bobo,  de su lengua al hacer gárgaras con las erres, o al pronunciar las “eses” resbalosas que esconden la malignidad sinuosa de sus discursos. Detalle que en otras personas y en otro contexto, pudiera resultar atractivo por el matiz pueril que causa.

 

Jesse Chacón, Freddy Bernal y Haiman El Troudi: igual al anterior, pero con menos, menos, tamaño y el último con más pelo. Tanto que perturba.

 

Los dos Tarek: El vocabulario despoblado y medio malandro de uno asusta tanto como la cara de pergamino  del otro.

 

Tibisay Lucena: no cuenta con características definibles y ahora menos que cada vez que aparece en prensa o televisión, luce como una versión mutante de la versión anterior; pero sí cuenta con una aguda voz de comiquita que taladra.

 

Falta mencionar otros, pero en resumen, y de acuerdo a la cacofonía reinante en las descripciones de los mencionados; el ojo crítico de este casting se basó en la contaminación auditiva. Todo esto con el fin de manipular al espectador inteligente, a ese que no les conviene en su auditorio, de tal manera que renunciara a escucharlos y por consecuencia cuestionarlos. El resto de las características aplica para cuando por descuido, decidamos mirarlos.

 

Pero sus cualidades más importantes siguen estando concentradas en la desproporción de lo que hacen.   No es necesario oírlos ni definir visualmente su fachada para espantarnos.

 

El hecho de que aún tengan privada de su liberta a Araminta, luego de comprobarse que su delator es un maniático, psicópata, asesino y descuartizador  de mujeres y que el testimonio de una persona con tales patologías valga para destruir a sus opositores como sea. Que desmientan la captura de los sobrinos de Cilia y Maduro en Haití con 800 kilos de droga que ellos piensan meter debajo de la alfombra como sea. Amenazar a Venezuela con una desvergonzada propaganda electoral plagada de motorizados  que te dicen que van a ganar como sea. Que existan estos eventos extremadamente macabros, son lo más resaltante de un staff, que si con eso buscó el repudio de los concurrentes, lo logro sobrado.

 

Gobierno venezolano, los espectáculos sí se terminan. Los artistas se cansan, la escenografía se vence y el público tiene una vida personal que sí debe continuar como sea. Lo que sucede en este caso, es que ustedes no son de utilería ni están interpretando. Ustedes son así de malos de verdad, y pretenden llenar su escenario eternamente, con millones de extras, a expensas de que pierdan su dignidad en esta obra  tan burda. El público ya anuncia el fin de su última temporada, Sr Maduro, y cuando ya no sea artista, lo reto a que se enfrente con cualquiera de nosotros sin motos y sin escolta a ver qué pasa.

 

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