La realidad a tres metros bajo tierra

Por Laurin Bello 

@LaurinIsabel

 

 

 

Miedo es un término difícil de describir, es esa sensación que es difícil poner en palabras, por eso es más común que la terminemos poniendo en acciones como; «del miedo, me reí», «del miedo, llore» o incluso, los más valientes se atreven a confesar que de miedo se hicieron pipi.

 

A pesar de eso, la raza humana tiene la capacidad de superar sus propios miedos o -para bien o para mal- aprender a vivir con miedo. En Venezuela, se vive así: miedo a que te roben, miedo a no conseguir productos ni «bachaqueando», miedo a la violencia, miedo a la desmesura, y en especial, miedo a que nada cambie, a que nada, mas nunca vuelva a ser algo mejor.

 

Miles de venezolanos, como yo, hemos salido con ese miedo guardado en maletas, y aferrados a la esperanza del que país al que consideramos Patria nos dé razones para que ya no tengamos miedo. Otros, se han adaptado al miedo, y viven en una ruleta rusa a la que llaman vida. Otros, los más valientes, han enfrentado esos miedos, y les ha costado la libertad, la paz, la salud y en otros lados más oscuros de la historia contemporánea venezolana: les ha costado la vida.

 

María Eugenia Morón Iglesias es todos los anteriores: la que se fue, pero no perdió el miedo, lo enfrento, y además desde la distancia lo siguió enfrentando y lo enfrento por todos aquellos que ya no lo pueden enfrentar (esto no es un trabalenguas, es realidad). La Tumba se llama su cortometraje de 27:27 minutos, de una calidad audiovisual absurdamente perfecta, en la que cuenta la historia de tres venezolanos que librados de su libertad han sido condenados a «vivir» encerrados en las inmediaciones del Sebin en Plaza Venezuela, porque pensaron y opinaron diferente.

 

Es de conocimiento popular venezolano que al Sebin lo llaman «La Tumba», porque de ahí no se sale con vida. Y con esto, relatamos la historia de «panas» que al ritmo cardiaco del metro de Zona Rental, esperan que uno de sus miedos más grandes, no se haga realidad.