Historia de un asesinato

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La siguiente historia es un relato ficticio y no contiene datos reales.

La observo pasar todos los días, por el mismo lugar a la misma hora. 6 con 50 de la mañana. Se para debajo del toldo de la acera derecha de la Av. Colón a esperar el autobús que la conduzca al metro.

A veces bebe café negro o con leche otras veces té de manzana con canela, lo sé por el olor que desprende. De lunes a miércoles, trae té, ahora que recuerdo y de jueves a viernes toma café; irá con sus amigas  por una copa por las noches y necesita su respectiva dosis de gasolina.

A pesar de lo que siento por ella, me aburre su monotonía mañanera. Si fuera un poco diferente significaría un reto aún más grande. Además, recientemente  creo que no consigue café. La situación del país ésta cada vez peor.

Y sí, la huelo, la observo, pienso en ella las 24 horas del día, en los siete días de la semana y muchas cosas más.

Intento no acercarme mucho a ella para que no se de cuenta de que la espío. Soy muy reservado con mis intenciones.

Ayer se veía tan sensual con su uniforme del Ince. Hoy usa unos pantalones de pana ajustados color azul oscuro. Se le marcan unas bonitas piernas.

Ella nunca se fija en mí, nunca voltea su rostro para verme en la parada, eso me enfurece mucho, controlo mi ira; como un caballero. Llevo viéndola más de 365 días; y planeo su…

…Ni siquiera sabe que existo…

La deseo…

La deseo…

Cada vez que me propongo hablarle, algo no me deja. Ayer fue su hipnotizante olor; mezcla de cremas de melocotones con canela y perfume París Hilton. Losé porque fui a la farmacia y olí todas las fragancias hasta dar con las de ella.

El otro día, que iba a hablarle, no lo hice porque se encontró a un amigo y este le habló antes que yo; odié a ese desgraciado con todo mi corazón. Desde ese día cada vez que lo veo me provoca atravesarle el pecho con mi cuchillo de limpiar huesos de res.

Hoy tal vez le hable. Le diga, –“Hola qué tal.”-, mejor practico ante el espejo un rato.

***

Estoy detrás de ella. Siento la mitad de mi cuerpo dormido. No responden mis manos. Le ordeno a mi boca que emita algún sonido. Más bien parece el bramido de un zombie.

-“Ho..o..ooo..la.”-,  Pensé que nunca lo diría.

Ella voltea y me sonríe.
Wao. Suspiro.

Qué hermosa es. Gracias al sol sus dorados cabellos brillan más de lo común. ¿Son tiras de oro? Una impresionante luz se refleja en sus ojos color verde aceituna. Su extremada piel blanca se realza. ¡Qué bella le queda esa camisa de cuadros roja!

No puedo creer que este planeado su muerte

Todo se hace negro de un momento a otro

-“Estaba dormido.”- Dijo al abrir los ojos. Estoy en mi cuarto, en mi oscuro cuarto de soltero. Huele a pies. Aún no me he bañado. Siento como caminan las cucarachas por mi cama, rozan su diminuto cuerpo con mis brazos ¿No me temen? Deberían hacerlo. No hago más que pensar. No quiero hablar con nadie, ni conmigo mismo. Me siento bien en el silencio. Hace que analice mis actos y reflexione. Sumo, resto, divido y a veces multiplico cada uno de mis pensamientos, pero siempre llego a la misma conclusión. Me odio.

Sí yo mismo me odio ¿quién podría amarme?
Ella, por supuesto que no.

Y si yo no la tengo, nadie la tendrá.
Nadie.

***

Al verme en el espejo siento profundas ganas de vomitar. Llevo días sin lavarme el cabello. Esta grasoso, como si me hubiera puesto un kilo de mantequilla. Me voy a peinar. Tal vez no. Tal vez sí. Cinco minutos al espejo paso para decidir qué haré con mi vida.

Matar… Lo planeo. ¿Cómo lo haré? ¿Usaré un cuchillo de cierra o liso? ¿La asfixiaré con mis manos o con una toalla? ¿Le pondré somníferos en el café? Para eso debo acercarme más y me pondría en evidencia.

¿Esconderé sus restos o los quemaré a las orillas del Río Guaire?

¿Se los daré de comer a los perros o los abandonaré en alguna esquina de Guarenas?

En fin. Debo planearlo bien. Todo debe salir según mis milimétricos pensamientos. Nadie debe sospechar de mí. Igual con el actual aparato judicial del país, nunca me encontrarán. Debo ir a comprar guantes, utensilios de limpieza y demás herramientas.

Iré a diferentes sitios. No puedo dejar indicaciones, ni cabos sueltos. Cualquiera puede atarlos. He leído suficiente sobre los errores que comenten mis colegas. El destino de los hombres se moldea según los actos que cometan.

***

Estoy detrás de ella otra vez, quisiera abrazarla, tenerla entre mis brazos y besarla. Esta tan cerca, pero tan lejos ¿sabrá que existo?

Debo canalizar muy bien mi proceder. Actuar como si nada fuera pasar. Cada segundo que pasa estoy más cerca de lograr mi objetivo. Respira. Tranquilo. –“La que debería preocuparse es ella; no tú.-“, Me dice una pequeña voz que habita en mi cerebro.

***

Ahí está. En la parada, otra vez. Falta solo un cuarto para las seis de la mañana. El autobús posiblemente pase en tan solo cinco minutos. Hoy no saldré a olerle el cabello. Estoy finiquitando el plan. Aún hay unos detalles que no cuajan.

La semana que viene tendrá que salir más temprano por la marcha que convoco la oposición. En ese momento planeo raptarla, apenes llegué a la parada. De ahí la subiré a mi habitación. Nadie se preguntará porque no llegó al trabajo, estimarán que es porque no hay metro o transporte público. Todo es como un rompe cabezas para mí. Luego, a golpe de las 10 de la mañana iré a buscar mi carro, un cedan negro.

Lo estacionaré cerca, muy cerquita y la subiré a él.  Su delineado cuerpo entra a la perfección en la maleta. A esa hora no hay nadie en la calle, muy pocas camionetas pasarán. Además todos tendrán sus ojos puestos en la concentración. No habrá muchos policías a donde pienso ir.

Daré unas vueltas para despistar a los mirones y luego, me desviaré, para tomar las áreas verdes y de ahí la llevaré a un hotel en lo más alto de La Colonia Tovar. Donde la montaña toca el sol.

¿Luego qué?

Hay un hueco tremendo en mi mente. No me decido.

A parte si falla el plan A, siempre tendré el B y el C.

Sé cuál es el edificio donde vive; El Loria y cuál es su apartamento el 4-b. Llevo haciendo trabajo de investigación desde hace tiempo.

Sé qué estudia y qué materia cursa de lunes a viernes.
Cuáles lugares suele frecuentar, con quién suele hablar. Sé que días suele venirle el periodo. Siempre está de mal humor y suele llegar cinco minutos después de lo normal a la parada.

Maldición.

En este punto no hay más nada.

Quiero castigarme. Debo hacerlo.

Necesito concentración. Investigaré un poco más…

Las voces en mi cabeza no dejan de atormentarme.

Me duelen los ojos, llevo muchas horas llorando. No puedo respirar bien. Lamento tomar la decisión de acabar con su vida. Pero tiene que pasar.

Si no es para mí, para nadie más será.

Tenerla siempre.

Por siempre.

Para siempre

Siempre.

Esta historia aún tiene demasiada tela para cortar, espere el próximo adelanto en una nueva edición de Guayoyo en Letras.
Ramsés Rosero B.
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