El punto culminante del 2016

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Hay que partir de una premisa fundamental. Si le conviene al régimen entonces es malo, muy malo para el país. Hasta la fecha el gobierno presidido por Nicolás Maduro solo ha sido bueno para agravar la situación política y económica que heredó de su predecesor. Estos últimos años solo han sido buenos para demostrar que el socialismo es inviable y que solo provoca violencia, pobreza, ruina social y esa ostentosa corrupción de la que hacen gala todos los jerarcas del régimen. Podemos hacer un inventario de esta fatal contradicción entre ellos y nosotros. A ellos les conviene la impunidad, nosotros la sufrimos en la trágica inseguridad y violencia que ha convertido a nuestro país en el más peligroso del mundo. A ellos les conviene el régimen de control de cambios y sus dos tramos para hacer pingues negocios. A nosotros ese esquema cambiario nos ha arruinado y sometido a la oprobiosa escasez que tenemos que sortear todos los días. A ellos les conviene el control de costos y precios, pero a nosotros nos ha significado cierre de empresas y pérdidas de empleos. A ellos les conviene el populismo intervencionista, pero a nosotros nos deja sin aliento inversionista. Ellos se jactan de tener al país en un puño, y que por eso mismo apresan, expropian, injurian, persiguen, desconocen fueros y usan la justicia como un mazo de hierro que estrellan contra nuestras cabezas, pero para nosotros toda esa exhibición histriónica de poder solo nos ocasiona penuria y dolor. A ellos les conviene el poder absoluto, nosotros sufrimos los bárbaros efectos de la corrupción total, que nos deja sin referentes, que nos convierte en ciudadanos indefensos, volcados hacia una condición en la que solo gana la lógica de la fuerza, y convierte nuestras vidas en una experiencia donde privan la brevedad y la brutalidad.

En los ejemplos anteriores están plasmados todos los atributos de una guerra de exterminio que han emprendido contra la ciudadanía, la república y la libertad. Pero no siempre es tan obvio. El régimen tiene un elenco de disfraces que a veces lo muestran como un manso cordero. No es solamente que hayan desvirtuado la paz como guarida de toda la violencia de Estado, lo mismo que la palabra amor se ha convertido en una señal del sadismo social que practican en todas las áreas importantes de la vida cotidiana. También se aferran a un diálogo, cuyas condiciones y agenda son una trampa que busca recuperar algo de la legitimidad perdida, pero, sobre todo ganar tiempo. Y el tiempo es, en la guerra y en el amor, una variable de primer orden. Ellos sacan sus cuentas y saben que cualquier apelación al sufragio la van a perder arrolladoramente. Ellos saben que Nicolás, su fachada ejecutiva, es un caso irreversible de incapacidad y desgobierno. Y que no hay forma alguna que reflote. Es un lastre político y el verdadero obstáculo para la sobrevivencia de la revolución. Pero no pueden abandonarlo a su suerte. Ellos saben que la jugada perfecta es aguantar y ganar tiempo, incluso pagando el costo de gastar las reservas de represión tratando de arrinconar a los grupos que son refractarios a otras formas de extorsión, exponiéndose al escarnio internacional, jugarse una sanción tras otra, desgastarse en el intento de sobrevivir hasta quedar hechos unos harapos políticos, pero de ninguna manera pueden conceder la posibilidad de una consulta popular en el 2016.

Ellos preferirían una jugada controlada en el 2017. Ellos serían capaces, por ejemplo, de colocar a un vicepresidente impresentable, todavía más perverso y radical. Ellos quisieran que el ciudadano tuviera el terrible dilema de dejar al actual titular porque la alternativa se muestra como mucho peor. Y los hay. Cada quien que haga la lista de los impresentables que son peores al actual. Más rapaces, más violentos, más primitivos, más malandros, más capaces de “sadiquear” al ciudadano en sus afanes cotidianos. La jugada de ellos es contrastar a Nicolás contra su peor sombra. Y las cartas las tienen.

Esa jugada terrible la han venido lubricando. Un día tras otro aprietan y aflojan. Reprimen y en paralelo colocan a Zapatero a jugar al policía bueno. Apresan a dirigentes políticos y muestran cómo pueden ser tratados en un país donde no rigen ni la ley ni la justicia. Vivimos un estado policial, donde nadie puede tener ninguna duda que está administrado por un régimen militar-cívico, totalmente desconectado de los límites que exigen garantías y derechos. Pero, a veces, como muestra de “buena voluntad”, liberan a alguno mientras aprietan y hacen más duro el presidio de los otros. Aquí los presos políticos conviven con el estiércol, la soledad y la más burda extorsión. Para ellos y para nosotros la justicia ha muerto, y seguirá muerta hasta que haya un relevo en la conducción política del país. Esto no va a mejorar con ellos. Esto siempre va a ser peor con ellos al frente.

La jugada es totalmente transparente y brutal. Ellos necesitan que el Referendo Revocatorio sea en el 2017. Y lo que es bueno para ellos es malo, muy malo para nosotros. Por esa misma razón ofende la duda. No solamente porque ni la miseria ni la represión pueden seguir esperando por una solución de largo plazo. También porque la trayectoria es atroz. Seguiremos empeorando en la misma medida en que se pierdan el tiempo y las oportunidades. Cada día la violencia política será más obvia y totalitaria. Cerrar el acceso a la isla de Magarita, prohibir el vuelo de los drones y hacer otro registro más de actividades prohibidas no son poca cosa. Son avances significativos del totalitarismo que se nos está imponiendo. Por esas razones el titubeo es indignante, y es un insulto a la inteligencia ciudadana que algunos estén confundiendo decencia política con la práctica estricta de su estupidez política.

Hay que lamentar esas inexplicables “paradas de burro” que a veces son tan obvias. Y mucho más que la política se convierta a veces en esas tarantelas de la extorsión, donde la suerte de un dirigente o de un partido se presenta como más importante que el futuro de 30,6 millones de venezolanos. La duda y la suspicacia son hijas de la falta de claridad y de las grietas que se aprecian en la unidad política. Es notoria la diversidad de criterios y la falta de una perfecta alineación. Por un lado, están “los duros” que muchas veces son relativizados por esos inexplicables flancos que dicen negociar porque dizque la política “es el arte de lo posible”. Y en esas aguas revueltas el único que gana es el depredador autoritario que mientras tanto se pasea por las calles de Venezuela inventando procesos y razones para aniquilar a “los duros” de la política.

En política hay unas metas que son más deseables que otras. Hay estrategias que son mejores que otras. Y tal y como están planteadas las cosas, las estrategias que convienen al régimen son total y absolutamente perjudiciales para nosotros. Nosotros no podemos comprar y hacer buena la jugada del chavismo reinante. Tenemos que combatirla y desarticular sus razones y propósitos. Nosotros no podemos permitir que el régimen hilvane y fortalezca sus alianzas. Tenemos que significar políticamente la realidad hasta el punto en que haya una ruptura definitiva. Nosotros no podemos seguir en esa convivencia alcahueta con el socialismo del siglo XXI. Tenemos que destruir las bases ideológicas del régimen, demostrando lo que es cierto: Que es la ideología de la miseria y la represión. Y que hay alternativas fundadas en la libertad y en la vigencia de la justicia que provocan prosperidad y libre desarrollo. Son tiempos de definiciones.

Víctor Maldonado
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