El siguiente es un relato sobre un hecho real narrado con metáforas y detalles ficticios
Manuel Sainz, una vida brillante en riesgo por un robo

robo

-Bueno muchachos, esto es todo por hoy, ya pueden retirarse- Fue lo que dijo el ex agrónomo y actual periodista Manuel Sainz, al dar por concluida la clase de la catedra de radio, que impartió ese día a los jóvenes estudiantes de Comunicación Social, de la Universidad Central De Venezuela (UCV), minutos antes de retirarse entre la muchedumbre, a pasos rápidos y lentos, con destino al estacionamiento de esa casa de estudios, en donde lo esperaba su fiel motocicleta.

-Hasta la semana que viene muchachos, recuerden sus deberes. Lean algo, aunque sea mínimo- Los esperó a todos antes de salir, frunció el ceño y achinó sus ojos al observar a sus estudiantes abandonar el aula y recordó sus días universitarios, hace algunos años atrás.

Terminó de arreglar sus cosas, las empacó en su bolso de cuero negro y también de manera optimista, con una sonrisa en el rostro, abandonó el aula, no sin antes apagar las luces y respirar profundamente.  El reloj dentro de poco marcaría las doce.

Todos, alumnos y profesores, salieron del edificio de Comunicación Social de la UCV, ubicado a no tanta distancia de la estación de metro de la línea 1 Plaza Venezuela, unos tantos cogieron hacía allá, otros permanecieron unos minutos más en las inmediaciones de la “casa que vence las sombras”.

En ese mismo instante, a más de 100 kilómetros, el actual presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro, heredero del legado maquiavélico de Hugo Chávez, informaba, a través de una cadena en radio y televisión, que más de cinco millones de niños y niñas volvían a clases “feliz mente”. Al finalizar el día, y por no decir otra cosa que “mala suerte” para el mandatario nacional, diversos medios privados reportaron que la asistencia a clases fue nula, por no decir escasa.  Un factor causante de esto, según fue, la grave crisis económica, social y alimentaria por la cual atraviesa el país.

Saínz, como de costumbre, caminó sin mirar atrás hacía el lugar en donde lo esperaba su motocicleta. Se subió a ella, con su mano derecha introdujo la llave; encendió el motor que rugió como un león, mientras que con el pie izquierdo retiró la pata que hacía de soporte.

***

Dos hombres a bordo de una motocicleta de dudosa procedencia que rodeaban el perímetro de la Universidad Central de Venezuela, decidieron acceder a la casa de estudios por la entrada que conecta con la autopista.

El pilotó, que a simple vista parecía de mal humor, se detuvo muy cerca a la cancha de tenis a observar a las chicas lindas que abandonaban la universidad, estás no se atrevieron ni a devolverles la mirada.

El piloto junto a su acompañante decidió esperar ahí, por cierto, no muy lejos de un edificio en forma de rectángulo color blanco. El edificio de Comunicación Social.

-Esperemos aquí- Dijo  mientras bajaba la pata de su moto. Apagó el motor y retiró la llave con su mano derecha; la guardó en su bolsillo y se arregló algo que yacía debajo de una gruesa chaqueta de tela de jeans negra. Por otro lado, buscó afanadamente una cajetilla de cigarro que guardaba en sus bolsillos. Cogió uno con la punta de los dedos, se lo llevó a la boca y lo encendió con un yesquero que tenía el depósito a medio llenar.

Fumó. Inhaló. Sus cachetes se desinflaron por un segundo y su cara se alargó y su ceja izquierda se elevó; al parecer había pensado en algo. Observó detenidamente un punto. Exhaló, confirmó  un blanco, un joven profesor que caminaba solo… Estaban separados por muy poco. Se lo señaló a su secuaz.

Aquellos sujetos a diferencia del profesor, no estaban solos, cuatro sujetos más e igual de armados le cubrían las espaldas desde puntos estratégicos.

***

Unos años atrás

-“Al aire.”-  Se oyó decir a lo lejos. Algún productor demente gritó cinco segundos antes de salir por la pantalla.

Manuel Sainz. Vestido de traje negro y corbata blanca, a las 12 del mediodía en punto, daba las noticias más resaltantes, a través del canal Venevisión, mejor conocido como el canal cuatro.

Al llegar a la sección de sucesos y a falta de que el periodista de Santiago Gutiérrez, dijo con un tono de voz más serio que lo de costumbre y casi sin pestañar:

–“Unos sujetos pertenecientes a la agrupación criminal conocida como “Los azotes del barrio”, perpetraron un robo en la calle 9 del conocido sector “La Bombilla” del Barrio Petare en el Edo Miranda. Hasta los momentos se desconoce sí los criminales cobraron la vida de alguien, extra oficialmente se conoció que robaron una unidad de transporte. En la noche ampliaremos esta información” – Al decir esto último calló y se quedó mirando fijamente la cámara 1. En ese momento desapareció y en su lugar entró una belleza casi angelical para narrar las últimas noticias de la farándula nacional.

Minutos más tarde “El Noticiero” en su emisión meridiana se fue a cortes comerciales. Manuel soltó un gran bocado de  aíre y pensó “qué fuerte debe ser que te roben tus pertenecías; qué terrible”, cerró los parpados de sus ojos claros y mediante pensamientos rápidos se encomendó a Dios e imaginariamente se persignó.

***

Una pareja de jóvenes que caminaba por el campus, mientras intercambiaban palabras, recién salidos de las aulas de clases, paseaban por su casa de estudio.

Mientras charlaban de la vida y de su relación amorosa el profesor pasó no muy lejos de ellos. Él chico observó, entre cerró sus ojos color café para captar mejor los detalles del cuerpo del profe y dijo más para sí mismo que para su compañera –“Algún día quiero ser como él o tal vez mejor”-  Guardó silencio por cinco segundos y su compañera se giró en él y lo vio fijamente a los ojos, parecía que leía sus pensamientos.

El joven que le devolvió la mirada fijamente, aunque algo lo distrajo, a lo lejos avistó como el profe Manuel se subía a su motocicleta encendía el motor y disponía a irse a su otro trabajo-“Allí va el profe, qué bueno es tener automóvil”-, pensó. Al cabo de solo cinco segundos, tal vez más, tal vez menos, el joven vio que unos motorizados partían en dirección a su profesor. Ignoró la escena, no sin saber por qué y le devolvió la mirada a su compañera.  Aunque esa escena nunca se le borraría de la mente.

***

Aquel dúo de hampones, porque sí que lo eran, tenía entre su bóxer y la liga del pantalón una pistola pesada negra marco glock 9 milímetro, hicieron un intercambios de señas abstractas y se acercaron al profesor, cual ninjas sigilosos en un misión de vida o muerte. Le llegaron por la espalda.

Ambos sujetos intentaban respirar lo mínimo que pudieran. No querían perder el factor sorpresa que condicionaba su potencial atracó. Anduvieron colina abajo en la moto con el motor apagado. El que iba de copiloto llevó a sus manos a su cintura y con un movimiento de 90 grados subió un arma de fuego. El ojo del cachón de esa pistola apuntaba directamente a la humanidad del periodista Saínz.

***

Por cosas del destino, Saínz aún no había echado a andar en su unidad de transporte. Estaba enviado un rápido mensaje de texto a un número desconocido. Cuando un mal presentimiento rondó, como un rayo, por su cabeza. –Aquí pasa algo- Se dijo para sí mismo. Ignoró la sensación de negatividad y terminó de mandar el mensaje.

Guardó el celular en uno de sus bolsillos. Se colocó un gran casco negro como medida de precaución. Y poco antes de arrancar, escuchó el rugido de una voz que lo amenazaba desde la espalda.

***

-¡Bájate de la moto Becerro!- Gritó el parrillero mientras también se bajaba de la moto en la que se movilizaba, más no sin dejar de apuntar al periodista. -¡Qué te bajes, chico!- Gritó nuevamente, esta vez aún más cerca. Dio unos pacitos que resonaron por toda la central. Su arma apuntaba a su espalda, si disparaba el proyectil trazaría un recorrido hasta la columna del profesor. Hablaba enserio.

El secuaz del ladrón, miró de izquierda a derecha y se percató de que no había nada en menos de 100 metros. Le dijo rápido a su amigo –Rápido, chamo, lo más rápido que puedas–

***

A Manuel Saínz le recorrió un frio por toda la espina. Su tez se puso aún más blanca, adquirió un color pálido. Respiró. Inconscientemente movió sus manos, la llevó lo más arriba que pudo luego las bajó en forma de poleas y se las coloco en encima del cerebelo, en la parte posterior de la cabeza.

El cuadro que se pintaba era atroz, irreal e increíble. Los ladrones parecían policías y el profesor un vulgar ladrón capturado in fragante. Las cartas estaban echadas. Un mal movimiento y hasta ese día viviría Manuel Saínz.

Se bajó de la moto hecho una juria de emociones. Aún tenía el casco puesto. Se sentía impotente, pero pensó ¿Quién puede pelear contra un arma? Aunque se dio cuenta de que no sabía si la persona que lo amenazaba tenía un arma, un facsímil o simplemente una pistola de juguete. No quiso averiguarlo.

Dio unos pasitos para atrás, de reojo vio cómo se aproximaba el ladrón, quien le gritó –“No voltees, cierra los ojos”. Un increíble y repentino dolor de cabeza sacudió su mundo. Sus ojos se tornaron negros. Todo fue oscuridad por cinco segundos. Mientras tanto el malhechor  subía a su moto y se alejaba. Mientras el malo de la película hacía eso, el otro le gritó –“Da gracias a Dios, por no hacer nada, menos mal que no te pusiste popy, si no te hubiera asesinado-

Manuel abrió sus dos ojos en forma de plato. El sujeto armado yacía en su moto y sin pronunciar palabra alguna se marchó con ella.

Esa tarde, lastimosamente Manuel fue víctima, un más, de la delincuencia que cada día crece más en Venezuela. A diferencia de otros atracos a Saínz no le dispararon, ni lo golpearon, no lo agredieron. Él lo agradeció en un comunicado de la Universidad Central de Venezuela y a través de su cuenta en twitter (@ManuelSainz), donde escribió, segundos más tarde: “A todos mis amigos, conocidos y contactos, estoy sano y sereno. Fui víctima de un atraco a mano armada”.

***

El pasado lunes 27 de septiembre, el periodista y ex ancla del Noticiero de Venevisión, Manuel Saínz, fue víctima de un robo a mano armada. El hecho se reportó antes del mediodía. La noticia circuló al poco rato por las redes, entre ellas, un comunicado de la central en el cual se rezaba la indignación que tenían. Hicieron un llamado al Gobierno para que liquide a  la delincuencia.

Ramsés Rosero B.
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