Mi peor enemigo

all-alone

¡Demonios! Se acaba de cortar la electricidad y te encuentras solo en casa. Mientras la oscuridad invade cada rincón de la habitación intentas escuchar un poco de música, leer un libro, dibujar algo, ya saben, buscar una excusa para mantener a tu mente ocupada, pero llega un punto en el te das cuenta de que todo es inútil, a la luz de las velas es complicado leer y tu batería está muerta.  Resignado y sin una chispa de sueño te recuestas sobre la almohada, miras fijamente al techo y te das cuenta que finalmente paso, te has quedado a solas contigo mismo, a solas con tus pensamientos.

Primero ocurre lo mismo de siempre, admitamos que todos fantaseamos con aquellas cosas que nos gustaría tener, con las situaciones que nos gustaría vivir, los amores que deseamos conquistar, es el momento ideal para trazar una vida perfecta aunque sea durante la inmediatez de un pensamiento, es una actividad que muchos hacemos pero preferimos guardar el secreto. También existe la probabilidad de que empieces a repasar una y otra vez la misma situación vergonzosa, ese saludo no correspondido, caída, palabra equivocada, ya saben, estupideces que a veces cometemos, sencillamente no podemos ser seres perfectos.

Aquello es lo mejor que podría pasarte en una escenario así, porque existe la posibilidad de encontrarse con algo con lo que es difícil lidiar, ese momento cuando tu animo está enterrado en la tierra, como cuando por ejemplo acabas de terminar una relación longeva, pierdes un ser querido o fracasas en un proyecto en el que invertiste demasiado tiempo.

Empiezas a desmembrar el hecho desde lo más profundo de tu decepción, sacas todos los posibles resultados, todas las situaciones paralelas favorables y desfavorables, “¿qué pasaría si las cosas hubieran sido diferentes?, ¿y si me quedo sola por siempre?, ¿y sí tomé la decisión equivocada?, bah sólo pienso ¡tonterías!” te das cuenta de tu error e intentas aterrizar de nuevo en la realidad, concluyes que efectivamente no podes cambiar el pasado pero aun así tu mente decide no callarse, prefiere seguir generando aquel ruido que poco a poco destruye.

Entonces notas todos estos años que han pasado, revives los pasos equivocados, te arrepientes de tus errores, te torturas por cada mínimo detalle, efectivamente tu cerebro te está dando un sermón, recordándote el bueno para nada que puedes llegar a ser, dándote un fuerte llamado de atención, “¡es momento de reaccionar, el tiempo pasa ¡y los errores siguen ocurriendo!? , ¡vamos! es momento de dejar la estupidez atrás”, cierras los puños, tomas impulso, inflas el pecho y de golpe te levantas de la cama, decides que es el momento de tomar a la vida por los cuernos y encaminarla hacia ese destino que realmente deseas, pero entonces tu cerebro da un giro de 360 grados y exhala las siguientes palabras:

“Ajá, ¿de verdad te crees capaz de ello?”

Te detienes, sientes como que si aquel impulso dejara tu cuerpo bruscamente, dejándote mareado y muy pesado para poder mantenerte de pie, vuelves a la cama, recuestas tu cabeza lentamente sobre la almohada mientras tus dudas e inseguridades salen a flote, “¿cómo lo vas a lograr?, tú no sirves para eso, no entiendo ni para que lo intentas”, sí, ese demonio que vive dentro de ti corta de raíz todo ese ánimo que habías generado, parece que todo simplemente se esfumo, te das por vencido sin haber empezado a intentarlo.

La electricidad vuelve, la conversación se interrumpe, enciendes el televisor y tu vida prosigue sin darte cuenta que tu peor enemigo ha logrado su cometido una vez más.

Ana Daniela Valero
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