No somos terroristas ni guarimberos

Manejando por nuestra capital, testigo de cruentas luchas, se siente en el ambiente el pesado clima de tensión, la indignación, la rabia, la violencia; se siente la lucha de un pueblo que se reconoció y se declaró soberano y no está dispuesto a dejarse imponer a unos gobernantes que quieren mantenerse en el poder por la fuerza, gobernantes que dejaron de entender hace tiempo que su posición es de servidores públicos y no de dueños del país.

Se siente en nuestras calles los gritos desesperados aún cuando esta mañana estaba en silencio, la basura atravesada en la calle y por ello hablan de guarimberos, y me pregunto ¿de qué guarimba hablan? ¿Por trancar las calles? Hace tiempo que están trancadas por la basura, por los huecos cuyas dimensiones en muchos casos los llevan a la categoría de cráter, hace tiempo que no se siente un gobierno que se haya dedicado a mantener un país bonito y limpio.

Vivimos caminos de guerra, no me cabe la menor duda, pero no comparto la acusación que se les hace a los demócratas que protestan, guarimbero el gobierno, que no entienden que se le acabó su tiempo, que Venezuela despertó, que muchos decidieron a pesar de vivir los momentos económicos y sociales más difíciles que su dignidad no se negocia.

Han sembrado la violencia y el odio en su discurso y en sus acciones por tantos años que han creado un monstruo de mil cabezas, el mismo que se los va a devorar, porque tan sencillo que recogemos lo que sembramos y esta siembra ha estado podrida desde su raíz, han querido dominar, aniquilar a un pueblo llevándolo a un nivel de miseria y dependencia que les permitiera manipularlo a su antojo.

Ahora, en los momentos más oscuros, el presidente habla del triunfo de la Constituyente y que desde allí quienes  se les cobrará a quienes le oponen ,” ese grupo pequeño” como el menciona, y, si bien no creo que sea un ser con un buen nivel de inteligencia, tampoco creo que de verdad no sea capaz de ver el rechazo mayoritario de los venezolanos, sino que una vez más reta al soberano en ese afán desmedido de imponer su dominio como el gran caporal de la hacienda llamada Venezuela que considera suya.

El irrespeto al que hemos sido sometidos ha llegado a límites no imaginados, no nos han permitido expresarnos desde ninguna vía democrática, no a las regionales, no al referéndum pero si a la distorsión llamada constituyente, y es por ello, que por mucho amor y bondad que exista en el corazón de los venezolanos y que nos ha caracterizado, “hemos llegado al llegadero”, la dignidad comienza a ser protagonista y, el merecimiento comienza a correr por la sangre inundando las voces que se unen en un solo grito: Libertad

Liliana Castiglione
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