El juego que puede salvar a Venezuela

Actualmente, Venezuela atraviesa sin duda alguna su más difícil crisis de gobernabilidad de los últimos 60 años, constituida en torno al duelo sostenido entre oposición y gobierno que se contraponen, tanto en ámbitos institucionales mediante la pugna entre poderes legislativo, ejecutivo y judicial, como a lo largo y ancho de la geografía nacional a través del enfrentamiento entre un mayoritario componente opositor civil, respaldado por multitudinarias expresiones de descontento y las fuerzas del orden público que los reprimen.

Ante este marco situacional ampliamente conocido y padecido por los venezolanos y extranjeros que viven en el país, se desprende una pregunta razonable, ¿es posible lograr una aproximación pragmática a la solución del conflicto? La respuesta a esa cuestión es si, aun cuando la inmensa cantidad de variables que se correlacionan en este sistema de poderes pudiera hacer muy compleja su resolución, el centrase sobre las expectativas de “ganancia y pérdida” de los grupos enfrentados puede ser la más sencilla y práctica representación de esta pugna.

Las actuales posturas de oposición y gobierno como jugadores del conflicto, componen un conjunto de reglas y restricciones, que caracterizan lo que en términos de teoría de juegos se denota como un juego no cooperativo, dinámico, de información completa, y de suma cero, lo cual pasaré a describir término a término a continuación.

La naturaleza no cooperativa del juego planteado, es de una evidencia que no requiere mayor discusión, pero, tal como expondré más adelante, es un factor clave en la resolución del actual dilema de gobernabilidad.

En cuanto a la condición dinámica del caso, ésta se encuentra representada por la ejecución secuencial de las acciones tomadas por cada bando, que en líneas generales han reaccionado ante la posición adoptada por el adversario, condicionando las acciones subsecuentes.

El modelo es de información completa en virtud de que ambos jugadores, oposición y gobierno, conocen bien las “ganancias” o “pérdidas” que representa para cada grupo la ocurrencia de los posibles desenlaces del conflicto, producto de las distintas combinaciones de estrategias adoptables por los actores involucrados.

Finalmente, la característica de mayor relevancia en este sistema, es que nos encontramos ante un juego de suma cero, es decir, que cualquiera de las soluciones posibles pasa por la toma o retención absoluta del poder por parte de uno de los jugadores (máxima recompensa), ocasionando por transitividad excluyente la absoluta pérdida de espacios por parte del jugador no favorecido (máxima pérdida), lo que en términos llanos llamamos un “todo o nada”.

Este juego en desarrollo, como todos lo no cooperativos y de suma cero, requieren de los jugadores la inversión y apuesta de cuantiosos recursos de todo tipo para luchar no solo por la victoria, sino también y más importante en estos casos, para evitar a toda costa la catastrófica derrota. Esta estranguladora dinámica se reviste de mayor aprensión e intransigencia cuando, por ser un juego de información completa, los sectores en conflicto conocen los saldos positivos o negativos que enfrenta cada uno y su contrario.

El escenario representado obliga a los jugadores a un “duelo a muerte” que restringe los caminos de salida, incrementando lo abyecto del enfrentamiento y lo traumático de la conclusión, tal como un tanque de gas cuya presión se incrementa sin contar con una válvula de escape para evitar la explosión.

Descrita la dramática linealidad de esta dinámica, surge la necesidad imperativa de determinar un modelo que permita instrumentar una solución transitiva, capaz de proporcionar a los actores involucrados el acceso a posiciones de supervivencia, sin detrimento alguno de la atención y solución de los legítimos reclamos que hoy plantea la oposición venezolana.

Para tal fin, las condiciones del juego deben cambiar en dos aspectos específicos que permitirían concluir los conflictos, arrojando una resolución a la grave crisis política, ergo social y económica que atraviesa la patria de Bolívar.

En primera instancia, es necesario diseñar plataformas de comunicación robustas pero con capacidad de ser velozmente instrumentadas entre los factores en pugna, propiciando una efectiva, eficiente y consensuada transición sobre las premisas de la aceptación objetiva de las actuales fallas, tanto estructurales como circunstanciales que atraviesa el aparato y filosofía de gobierno, que motivan la exigencia de cambio de dirigencia del estado que enarbola en la actualidad  la pública y notoriamente mayoritaria porción del poder originario que reposa en el pueblo.

El segundo aspecto que debe modificarse para configurar el juego en desarrollo, consiste en que deben incluirse nuevas estrategias de parte de cada sector, cuya conjunción derive en la transición del balance de poderes, trasladando a la actual oposición mayoritaria al ejercicio del gobierno, dando paso a la disminuida, pero no inexistente, facción que actualmente detenta el poder ejecutivo al puesto de oposición. Lo anterior solo podrá instrumentarse mediante la consolidación de los exponentes moderados y sujetos al estamento democrático acordado por la vigente y absolutamente práctica constitución de 1999, en una coalición que pragmáticamente asuma los errores cometidos, así como la significativa disminución de sus variables de aceptación e incluso militancia.

La combinación de estas variaciones paramétricas del juego, permitiría a cada conjunto político avizorar una posición final que, en el caso del saliente componente minimizaría sus pérdidas políticas, mientras que para la postura opositora representaría el acceso transitivo al gobierno nacional y regional, con la finalidad de dar consecuente respuesta al clamor que hoy retumba en todo el territorio nacional, y que reclama a la actual Administración el desdichado contexto que hoy experimenta Venezuela en aspectos medulares como la economía, la salud, la seguridad y el desabastecimiento entre otros tantos.

Sucedido lo anterior, el juego resultante sería uno que igualmente sería dinámico y de información completa, pero que mutaría en cuanto a ser cooperativo y de suma no cero, emergiendo soluciones de equilibrios en la matriz de disputa que favorecerían ponderadamente a las posiciones hoy enfrentadas, logrando culminar el tortuoso trance que hoy atraviesan los venezolanos atrapados en el choque.

Es de vital importancia establecer que existen prerrogativas invariables en el proceso propuesto tales como, la reactivación del debido proceso, el sometimiento a la justicia de responsables de crímenes y delitos desde el ejercicio del poder o no, la liberación de privados de libertad cuya inocencia sea comprobada y la transferencia táctica y operativa de los mecanismos de Estado entre otras.

Sé con meridiana certeza, que este planteamiento querrá ser desmantelado por las posturas más ortodoxas de los dos extremos de este conflicto, pero debo recordar que, si nuestro interés es el rescate de la patria, debemos anteponer a nuestras posiciones personales, el bien mayor que reviste el poder dar el fin que el ciudadano exige a esta sombría etapa de la historia de Venezuela.

Resta pues que las matemáticas estén acompañadas de las voluntades políticas que hoy exige la constante manifestación del pueblo, pues las cuentas están sacadas, solo queda ir hacia adelante.

Demóstenes Quijada
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