El jean apretadito de hombre lo diseñó una mujer

¡Ayúdenme! Mi esposa, mi socia y uno de mis mejores amigos me tienen la guerra montada para que use jeans apretaditos. “Úsalos, te ves hasta sexy” (gracias por decirme feo diplomáticamente). “Cuando usas tus pantalones de siempre, te ves como un viejo. El tío Reuben, pues”. Escucho cosas como esas todo el día. De hecho escribo esto desde un refugio no identificado. Ha sido la única manera de escapar de esta segregación de la moda a la que me tienen expuesto.

En mi clóset tengo dos de estos jeans (prefiero llamarlos leggings frustrados). Cuando me voy a vestir, mi esposa empieza con el “tiki-tiki” para que me los ponga. ¿Cómo le explico que esos pedazos de bichos son incómodos? Ya son un lío desde que intentas meter el pie por uno de los huecos. No entra. Hacen ver que tu talón tiene obesidad mórbida. Sin embargo, logras ponértelos. Ahora te levantas. Intentas caminar y no puedes doblar las piernas. Tienes dos patas de palo. Caminas como un zombie. Cuando te agachas para amarrarte un zapato, te trituran la parte trasera de las rodillas y cuando en efecto estás amarrándotelo, se te sale la alcancía por detrás. Cuando los metes a la secadora, se reducen una talla (y se te ve más barriga). Cuando te metes la billetera, las llaves y el celular a los bolsillos, se reducen otra talla (y si fumas con vaporizador y también lo guardas, otra talla menos). En el caso particular de la billetera, queda tan ajustada en el bolsillo trasero de estos jeans, que no tiene un margen de movilidad como en jeans normales. Ahora está en un bolsillo tan apretadito, que termina ubicándose exactamente detrás de esa poderosa arma que nos dio la naturaleza: el huesito de la nalga. Entonces te sientas sobre cualquier silla y se te clava allí, a la vez que te produce escoliosis, pues una nalga termina medio metro por encima de la otra (y no intentes pasarte la billetera a un bolsillo de adelante, pues no cabe). ¿Siguen sin convencerse?

Aún no hemos llegado al sitio neurálgico de tortura de estos jeans: los testículos. Sí, amigas mujeres. Así como ustedes llevan encima el karma de la menstruación, nosotros llevamos uno llamado testículos. Son incómodos, atravesados y hasta impertinentes. Y si ahora les sumas un jean que los asina y lo empaca al vacío, terminas hablando el resto del día como Romeo Santos.

Definitivamente, los jeans apretaditos fueron diseñados por una mujer (o un hombre que quiso ser mujer). Tengo la hipótesis de que se reunieron las más altas jerarcas de la moda con otro grupo de feministas y divorciadas… ¡ah!… y Hillary Clinton. En dicho cónclave, dictaminaron: “Diseñemos estos jeans. Hagámosles creer que se verán más buenotes, pongámoslos de moda… y ¡bum!… literalmente los tendremos agarrados por las bolas”.

A todas aquellas mujeres que me leen, por favor les pido: apiádense de mí. A los dueños de tiendas de ropa: vuelvan a vender jeans anchos. Existimos personas contentas de no vernos a la moda. No importa. Todo sea por la comodidad. Hasta podemos pensar mejor. Créanme. Si no, me veré obligados a tumbarles la estrategia con un plan macabro. Llamaré al Negro de Whatsapp para que lance su propia línea de jeans holgados.

Esas son mis razones. Esposa, socia y mejor amigo: espero terminen de entender que los jeans anchos son buenos para la humanidad. ¿Se imaginan a Trump, Putin, Kim Jong Un y Maduro usando jeans apretaditos? Ya hubiese estallado la tercera guerra mundial.

Reuben Morales
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