Economía para la gente
El Proteccionismo y sus mitos (III)

En el artículo anterior continuamos esta disertación sobre el Proteccionismo, básicamente argumentando a favor del libre intercambio, revisando sus loables consecuencias, y en contra de la autarquía y sus terribles resultados. También comentamos sobre la ética del libre comercio, y el porqué del proteccionismo.

Ahora continuaremos nuestras reflexiones en torno a este importante tema.

Las presiones políticas para conceder privilegios monopolísticos son tan fuertes, que incluso las figuras políticas que pasan su carrera hablando a favor del libre comercio, rápidamente caen en las presiones proteccionistas una vez alcanzan un cargo. Cuesta conseguir un firme partidario de un sistema de comercio libre y abierto, entre los actores políticos sobresalientes.

Se podría esperar que los ciudadanos o votantes se opongan a las políticas que sofocan el crecimiento económico y redistribuyen los ingresos de pobres a ricos, que le quitan a la mayoría para beneficiar a unos pocos. Pero la oposición pública al proteccionismo no es muy fuerte porque, según Mancur Olson, «el ciudadano típico suele ser ignorante racional de los asuntos públicos». Es decir, el ciudadano típico pasa la mayor parte de su tiempo preocupándose por sus asuntos personales y no por la política económica. Esto nos hace caer en la inacción colectiva, preservando el statu quo. Para aumentar la confusión, gran parte de la información que reciben los ciudadanos acerca de las políticas públicas es información auto-servida y sesgada difundida por los grupos de presión, o lobistas, de intereses especiales. Como ha dicho Gordon Tullock:

“Los grupos de intereses especiales normalmente tienen interés en disminuir la información del votante promedio. Si pueden venderle un cuento falso que apoye su esfuerzo particular para robar el tesoro, eso vale la pena. Tienen recursos y normalmente hacen esfuerzos para producir este tipo de desinformación. Pero eso no funcionaría si el votante tuviera un fuerte motivo para aprender la verdad.”

Durante décadas, monopolistas y potenciales monopolistas han elaborado cientos de mitos sobre el libre comercio y el proteccionismo. Los siguientes son sólo algunos ejemplos de desinformación sobre el proteccionismo.

Mitos proteccionistas

Mito #1: Las importaciones (y los déficits comerciales) son malos; Las exportaciones (y los superávits comerciales) son buenos.

Los déficits de balanza comercial (importaciones superiores a las exportaciones) generalmente son motivo de preocupación para los gobiernos, y para el estamento político, convirtiéndolos en una «justificación» primordial para la protección. Pero la noción de que importar más de lo que exportamos es necesariamente malo, ignora algunos principios económicos elementales. Primero, las importaciones son nuestra ganancia del comercio. Cuanto más bienes materiales -mayor comercio- mejor. Recordemos, todo el comercio es mutuamente beneficioso.

La analogía entre el comercio interno (o doméstico) y el comercio internacional pone de manifiesto cómo las estadísticas del déficit de balanza comercial pueden dar impresiones engañosas de salud económica. La mayoría de los ciudadanos probablemente tenemos un “déficit comercial” con las tiendas donde hacemos nuestras compras. Pero, ¿quién podría argumentar que una relación comercial equilibrada entre un consumidor y cada tienda en la que compra es necesariamente deseable? Una balanza comercial equilibrada establecida y obligada por el gobierno -sea para el comercio nacional o internacional- haría que ambos socios comerciales empeoraran. Además, la idea de que, por ejemplo, Venezuela, con una población de 30 millones, debiera comprar tantos bienes de los Estados Unidos como 320 millones de consumidores estadounidenses compren a Venezuela, es absurda. El argumento de un balance comercial es sólo otra débil excusa más para las restricciones comerciales monopolísticas.

Bueno amigos, dejémoslo en este punto por los momentos. Seguiremos disertando sobre el Proteccionismo en el próximo artículo. Entender de economía política, identificar ganadores y perdedores, nos permite entender por qué no cambia y por qué es difícil cambiar el statu quo.

Rafael Avila
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