Carta de un poeta desde el exilio

“El polvo me lleva

y nadie sabe nada,

y todos tienen los ojos en las cenizas,

en las nubes.”

Luis Alberto Crespo

A vos te digo, lo que tienes dentro es un paisaje, el reflejo etéreo de tu tierra. Convengamos que todos guardamos recuerdos sin saberlo, pero solemos rastrillar entre los escombros del derrumbe para encontrar lo conocido.

Yo tengo ya tres años en el sur, vos quizás tengas un par de lustros o cinco minutos desde que tocaste el suelo del aeropuerto, incluso podrías estar en este momento despegando el talón del Cruz Diez; es igual, no es diferente, todos tenemos paisajes que  creamos dentro nuestro, un reflejo intacto de lo vivido, y estás mirando la esquina entre Chinatown y East Village y piensas que pasará el señor Carlos y su camioneta recogiendo chatarra o volteas porque alguien tocó tu hombro justo como lo hacía la maestra Giuseppina antes de salir del Colegio Santa Rita en Sabaneta.

Los extranjeros tenemos eso, sobre todo si la extranjería no es por turismo o esparcimiento, solemos caminar sobre un asfalto onírico, como evitando caer en cuenta que aterrizamos y las naves fueron quemadas, cómo lo haría Alejandro Magno para que sus soldados no se vieran tentados a volver.

A vos te digo, no hay nada más difícil que vivir en la irrealidad no sabiendo de su existencia, el cambio es cuesta arriba y la rareza del nativo se nos hace cada vez más complicada de asimilar, ellos, los dueños de casa, no son más que ciudadanos de una nación con territorio, ellos “juegan en casa” y nosotros debemos levantar la cabeza, sacudiros el paisaje interno y entender que mirar atrás es darnos cuenta que ya no hay nada que amar, que lo que teníamos se esparció por el mundo, que nos tocó ser ciudadanos del globo y llevar la patria por dentro (casi como el barranco).

No es momento de llorar, podéis secarte las lágrimas. Mañana tenéis que despertar y rendir cuentas a tu jefe que no habla como vos. Cada nación tiene sus pruebas y sus retos, el más reciente nuestro es trascender a la frontera, conseguir ser nuestro compendio de tradiciones y costumbres sin tener que recurrir a la cédula y el pasaporte.

¿Podemos hacerlo? Quiero verte paisano, quiero verte y abrazarte, pero no me digas de donde eres, no me digas de donde soy, sabremos reconocernos en los mares y en los aeropuertos.

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