¿Cuándo vamos a decir que no?
Hace algunos días me encontraba disfrutando con unos amigos en un conocido club de la ciudad caraqueña. De repente, comencé a ver una aglomeración de personas alrededor de la piscina mientras estaba hablando por el teléfono. Pensé por un momento que se trataba de alguna actividad recreativa, pero para mi sorpresa, era una persona que se estaba ahogando en el fondo.
Cinco metros más abajo yacía un hombre inconsciente al cual nadie podía alcanzar para subirlo. El mismo salvavidas fue incapaz de llegar hasta el fondo, y, tras tres intentos de otras personas, un joven ágil logró sacarlo a la superficie finalmente. Comenzaron las maniobras de primeros auxilios pero fue inútil, el hombre no sobrevivió y la fecha festiva se transformó en un triste recuerdo.
Después del trago amargo, intentamos pensar ¿Qué podría haber sucedido? Quizás el hombre comió demasiado y se lanzó a hacer movimientos bruscos dentro de la piscina, provocando un infarto. Quizás estaba ebrio y simplemente se desmayó… Quizás se acalambró y no pudo pedir ayuda… Pero no. La historia va más allá de todos estos percances comunes.
Se trataba de un grupo corporativo que estaba celebrando ese día el fin de las actividades y el inicio de las vacaciones decembrinas. De repente, comenzaron a jugar a “las penitencias”. Estas consistían en lanzarse a la piscina y, al salir de la misma, se grababa un video o se tomaba una foto. Cuando llegó el turno de este hombre, todos le animaron a lanzarse en la parte más honda.
Sin embargo, él señaló que no sabía nadar y que no lo podría hacer. Para su sorpresa, sus compañeros comenzaron a echarle broma y le decían que “eso era mentira, que él sí sabía y que no fuera cobarde…etc, etc”. Se le veía con cara de atribulación en el trampolín, pero saltó. Al cabo de unos minutos no salía para la susodicha foto, y comenzó la triste historia.
Esto me hace pensar múltiples cosas. Y es que uno de los síntomas de las personas con baja autoestima es la incapacidad de decir que no y por ende, son manipulados por los demás. Todos hemos pasado por situaciones de este tipo, lamentablemente. Y es necesario sobreponernos y reafirmarnos sin importar lo que digan los otros, SER NOSOTROS MISMOS.
Son muchas las situaciones. Puede ser que continuemos aceptando pagas injustas en nuestro trabajo, sin queja alguna. También puede suceder que seamos forzadas a tener algún tipo de relación sexual sin las prevenciones adecuadas, por ejemplo. De igual forma, puede ser que nos manipulen para seguir tolerando situaciones domésticas inaceptables. Y, ante estas y otras circunstancias, siempre está por delante la misma incapacidad para decir que NO.
Como consecuencia, todo se trastorna. Enfermamos nuestro cuerpo por no poder exteriorizar el sentimiento de rabia dentro del mal ambiente laboral, surgen embarazos precoces o indeseados, terminamos por tener conductas violentas en nuestra casa a modo de “explosión”, nos llevamos por delante a inocentes, somos autodestructivos, etc.
Y así como somos en individual, la carencia de autoestima para decir que no e imponernos ante la injusticia existe también como nación. Por ello, como venezolanos, y en una fachada de “ambiente conciliador”, continuamos siendo permanentemente abusados por un gobierno corrupto, que nos somete a las situaciones más incoherentes e inhumanas.
Personas comiendo de la basura, escasez de medicamentos, deterioro general de instalaciones públicas, deficiencia en los servicios, irrespeto general a las jerarquías, sueldos que no sirven para vivir en lo absoluto, hiperinflación, impunidad, inseguridad y falta de visión a futuro son solo algunas de las cosas que nos acontecen.
Y seguimos como este hombre, que por no imponerse ante los demás, acabó con su vida en cuestión de minutos. Seguimos justificando la falta de agua, seguimos diciendo “por lo menos aún tenemos tal cosa”, seguimos esperando la caja de CLAP “mientras tanto”, seguimos pensando que “bueno, ya se resolverá” y consideramos un lujo comer un pan canilla y tomar una Coca Cola, en fin…SEGUIMOS AHOGADOS EN EL FONDO DE LA PISCINA. Y la gran pregunta es ¿Cuándo vamos a decir que no?
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