Se acabó lo que se daba

A media mañana del lunes 5 de febrero, mientras escribo estas líneas, el país sigue sin saber qué hará la oposición dialogante a partir de hoy. ¿Regresarán esta tarde sus representantes a la mesa de diálogo armada en Santo Domingo por José Luis Rodríguez Zapatero, durante estos penosos meses con la colaboración del presidente Danilo Medina? ¿A pesar de todo firmarán los de la MUD el acuerdo de “convivencia y paz” redactado por el régimen para mayor gloria de la revolución bonita y de su inconstitucional anc? Y en definitiva, ¿participarán todos en la anticipada elección presidencial con Henry Ramos Allup como candidato “unitario” de la oposición, tal como ha decidido Nicolás Maduro?

El régimen, por supuesto, no se lo pone fácil a los campeones del entendimiento al precio que sea con el régimen. Tras las trampas de unas elecciones regionales y municipales cuyos objetivos fueron tres: desactivar las manifestaciones de protesta que acorralaban a Maduro y compañía desde hacía meses, dividir una vez más a los ciudadanos entre quienes querían seguir en la calle y quienes preferían abandonarlas para acudir a las urnas electorales, y obligar a los indecisos dirigentes de la MUD a reconocer la autoridad suprema de la inconstitucional anc. Sin la menor duda, tres huesos demasiado duros de tragar, pero ya se sabe, para estos gladiadores de la democracia y la paz poder participar en las próximas elecciones, por trucadas que sean, bien vale una misa.

Estos difíciles días de finales de enero se ha agravado el dilema existencial de la alianza opositora, calificada hace pocos días por la Conferencia Episcopal Venezolana de “deficiente e incoherente.” En primer lugar, por la obscena masacre del Junquito, sobre todo después de escuchar la conversación que sostienen las fuerzas represivas que participaban en la operación, prueba irrefutable de que Oscar Pérez y sus acompañantes fueron capturados con vida, un hecho que a su vez demuestra que fueron asesinados después de haberse rendido. Por otra parte, el comunicado de la CEV resume de manera muy rotunda el rechazo de los obispos venezolanos al diálogo en Santo Domingo y a la inminente elección presidencial.

Para colmo de males, Maduro añadió dos nuevas e inadmisibles condiciones electorales. La primera, su orden al CNE de arrebatarle a PJ su derecho a tener una segunda jornada de validación como partido para poder participar en la elección presidencial. En el terreno de los hechos concretos, esto equivale a ilegalizar al principal partido de la MUD. Segundo, la orden de Maduro a su anc para anunciar, a más tardar hoy lunes, la fecha de la elección presidencial.

Estos dos groseros exabruptos han puesto a correr a Borges y a sus asociados, que según parece han aprovechado el fin de semana para analizar la situación y decidir si a pesar de todo acuden a Santo Domingo a firmar el dichoso acuerdo con los representantes del régimen, o si bajo el peso insoportable de una realidad tan excesiva tiran finalmente la toalla. Dos incidencias permiten suponer, sin embargo, que esta vez la sangre tampoco teñirá las sucias aguas del Guaire. Borges, en su condición de máximo dirigente de PJ y como jefe del grupo de negociadores de la MUD, declaró el viernes pasado que “no debe haber relación entre la ilegalización de Primero Justicia y el diálogo.” Vaya, que para él, este nuevo y humillante atropello no tiene por qué modificar la posición de la alianza en favor del diálogo, la santa paz y la elección presidencial. La otra incidencia es que este fin de semana llegó a Caracas el inefable Rodríguez Zapatero, para reunirse con Maduro, pero también con los negociadores de la MUD.

Para que la vergüenza sea aún mayor, Maduro aumentó notablemente  la presión sobre Borges, Ramos Allup y demás para firmar, entre hoy y mañana, el dichoso acuerdo político con el régimen. Al mismo tiempo, Maduro le dio un ultimátum a la MUD: la elección presidencial se hará el día que hoy anuncie el CNE, con candidato de oposición, o sin candidato de oposición. Ese no es su problema. En otras palabras, que cuando usted, querido lector, lea esta columna, salga sapo o salga rana, lo cierto es que aquí, en esta Venezuela del hambre, la muerte y la desesperación, incluso las pocas migajas que se daban ya se habrán acabado.

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