Agoniza el legado de Chávez ( I )

A estas horas del 5 de marzo, quinto aniversario de la desaparición física de Hugo Chávez según la versión oficial de la historia, los representantes del ALBA se reúnen en Miraflores con Nicolás Maduro. El diario cubano Granma, órgano del Partido Comunista de la isla, destaca en su primera página de hoy lunes que la finalidad de este encuentro es mostrarle al mundo “la unidad y el apoyo regional a Venezuela contra los intentos intervencionistas del presidente Donald Trump, así como de los gobiernos de derecha y sus aliados en América Latina.”

Se trata, por supuesto, de la misma hueca retórica “antiimperialista” de siempre, pero en este caso con un asidero real: la vocación totalitaria del régimen y la incompetencia de Maduro para gobernar han provocado una insostenible crisis global, inaudita situación que a su vez ha disparado todas las alarmas en las dos Américas y en la Unión Europea. Ante una catástrofe política y humanitaria de tan enorme magnitud en el país con las mayores reservas petroleras del planeta, la comunidad internacional sencillamente no podía permanecer con los brazos cruzados. En un primer momento aplicando sanciones a algunas figuras relevantes del régimen, a ver si así se lograba inducir a Maduro a modificar el torcido rumbo de su gobierno. Por otra parte, la “desinvitación” del presidente Kuczynski a Maduro para viajar a Lima con motivo de la VIII Cumbre de las Américas, los días 13 y 14 de abril. Maduro respondió de inmediato que con invitación o sin ella, “por aire, mar o tierra”, él viajaría a Lima en la fecha prevista, y el gobierno peruano replicó a su bravuconada que no, de ningún modo, “ni por aire, mar o tierra”, permitiría el ingreso de Maduro al país.

El conflicto no podía terminar en estos dimes y diretes. Por eso, también desde La Habana, se anunció hace un par de días que en paralelo a la VIII Cumbre de las Américas diversas “organizaciones sociales” de la región convocaban una suerte de anti-cumbre, copia poco original de la convocada por el ALBA y Chávez en noviembre de 2005 para eclipsar desde Mar de Plata la V Cumbre de la Américas, que se celebraba en Buenos Aires, y que George W. Bush pretendía utilizar para promover su iniciativa del ALCA. La diferencia entre ambos eventos es que en aquella ocasión, Chávez, que sí participaba en la Cumbre de las Américas y gozaba del “prestigio” que le confería su generosidad a la hora de distribuir entre sus aliados la gran riqueza petrolera venezolana, fue la estrella indiscutible de la anti-cumbre. Y, en gran medida, también de la Cumbre.

La situación de hoy en día es otra. Del barniz democrático con que Chávez supo disimular su proyecto de reproducir en Venezuela la muy lamentable experiencia cubana, ya no queda nada. A ello debemos añadir que Maduro, superado ampliamente por los efectos de la herencia de su mentor y de sus propios fracasos como su sucesor, ante la derrota sufrida en las elecciones parlamentarias de diciembre 2015, reaccionó de la peor manera posible. Primero, ordenando el golpe de Estado del TSJ contra una Asamblea Nacional, que a pesar del estruendoso retumbar de sus discursos no representaba en realidad peligro alguno; después, con la represión feroz desatada contra el pueblo durante más de 100 días de multitudinarias manifestaciones de protesta e indignación popular. Por último, cometiendo lo que quizá haya sido su peor error, al hacer dos anuncios inadmisibles mientras los representantes de la MUD más claudicante todavía buscaban en Santo Domingo la manera de acomodar lo que les quedaba de prestigio a la rigurosas exigencias del régimen, siempre y cuando pudieran “justificar” la participación de sus partidos en el simulacro electoral convocado por el régimen al margen de la Constitución: la ilegal inhabilitación política de Primero Justicia para participar en la farsa por venir y la notificación del CNE de que el 22 de abril sería fecha definitiva (que no lo fue ni aun lo es) de la trucada consulta electoral. Dos misiles en la línea de flotación de la MUD y de la paciencia continental que, como veremos en mi columna de la semana que viene, todo indica que harán desaparecer inexorablemente lo que resta del legado político de Chávez.

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