Me diagnosticaron un síndrome

Desde hace un tiempo para acá mis amigos no me llaman, mi esposa me rechaza y los sábados en la noche no tengo planes. Preocupado por ello, fui al médico y éste me mandó a hacer unos exámenes de sangre. A la semana volví y el doctor, muy preocupado, me miró a los ojos, tragó fuerte y me dijo: “Amigo, ya analicé los resultados del examen y debo decirle: encontramos algo. Le voy a ser lo más sincero posible y disculpe la crudeza, pero usted padece de un síndrome muy grave: no usa barba”.

Salí aturdido de la consulta. ¡Todo comenzó a tener sentido! Todos los hombres en el pasillo de la clínica usaban barba. Noté sus miradas de desprecio. Solo basta concientizar algo, para empezar a vivirlo en todos lados.

Por ejemplo me tocó asistir a una entrevista de trabajo. Tras ver mi hoja de vida, el gerente de recursos humanos me dijo: “Amigo, muy bueno su perfil, pero lamentablemente no contratamos gente sin barba. Se ven viejos… como vintage… no generan empatía con los clientes”.

Otro día llegué a una fiesta en donde me habían contratado para presentar mi show de stand up comedy y quien me recibió en la puerta dijo:

  • ¿Y usted quién es?
  • Donald Trump… ¡No, vale, soy el comediante que contrataron!
  • ¿Comediante?… ¿Seguro, amigo?… O sea, usted es gracioso, pero es que no sé… no tiene barba.

Ya, paranoico por la situación, me tocó entrar a una farmacia. La dependiente me preguntó qué quería. Yo balbuceé, apenado, y ella me respondió:

  • ¿Un condón?
  • No, una afeitadora –le dije murmurando y agachando la cabeza.
  • ¿Qué?
  • ¡Una afeitadora!
  • ¡¡¡Ajá señores, miren acá!!! ¡¡¡Un hombre que se afeita!!!

Eso me ofendió profundamente. Inmediatamente busqué su identificativo para denunciarla con la jefa y cuando le veo el cartelito en el pecho, me doy cuenta de su irónico nombre: Bárbara.

Luego fui a una cena familiar. Allí estaba un tío mío hablándole a mi primo menor. “Hijo, mi sueño es que te vayas a los Estados Unidos, estudies en Harvard y tengas una barba varonil”. ¿De cuándo acá la barba pasó de ser un símbolo comunistoide a ser el símbolo del hombre capitalista actual? ¿Acaso seré madurista por estar afeitado? ¿Si Sansón viviese hoy su fuerza estaría en la barba y no en el cabello?

Ya derrotado, no me quedó sino buscar ayuda profesional. Me metí en “Afeitohólicos Anónimos”. Recuerdo esa primera reunión:

  • Hola, soy Reuben y soy afeitohólico.
  • Hola, Reuben –dijeron todos.
  • Quiero confesar que hoy no aguanté y me afeité.
  • ¡Noooooo!
  • Pero no fue solo eso: ¡me eché “after shave”!
  • ¡Uuuuuuuuuuy!
  • Y lo frotaba por mis cachetes… Es que me gusta sentir mis cachetes lisos.
  • ¡Uaaaagh!
  • Y después tuve que botar la afeitadora. La gasté en menos de una semana.
  • ¡Mándenlo a rehabilitación!
  • ¡Tranquilos, yo voy a poder! ¡Un pelo a la vez! ¡Solo por hoy!

Tras varias sesiones, el esfuerzo fue inútil. Pasé meses de agonía. Mi familia trató de cambiarme. La sociedad trató de cambiarme, pero fui más fuerte. Hoy en día llevo con dignidad mi cara afeitada. Me he convertido en la voz de muchos hombres que, como yo, sienten incomodidad al usar barba. Hasta saqué mi propia charla motivacional: “La culpa es de la barba”. Todos los días me llegan cientos de mensajes de más y más hombres que salen del closet aceptando su condición de afeitados. Incluso hemos fundando clubes a nivel mundial. ¡Ya basta del pisoteo al hombre sin barba! ¡Nosotros también tenemos derecho al voto!

Afortunadamente la sociedad me ha ido aceptando poco a poco. Tengo días buenos y días malos, aunque cada vez son mejores. Sin embargo, recientemente fui al médico para una consulta de control por mi síndrome de afeitado permanente y el doctor me dio una muy mala noticia. Resulta que tras unos nuevos exámenes, he sido diagnosticado con otra enfermedad peor. Tengo 37 años… vivo en el 2018… y no tengo ningún tatuaje.

Reuben Morales
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