Frente al abismo

Un hombre se posó frente al abismo, lo vio y no pudo ver el fondo, sintió que estaba negro y llenó de sombras. Estaba cansado de la cotidianidad, de su vida rutinaria, de su día a día, de los conflictos laborales, estaba exhausto de toda la diatriba gubernamental, todo ello influyó para que acudiese a ese sombrío lugar.

Estando de pie mirando fijamente al abismo, su memoria se inundó de eventos del pasado. No podía ver otra cosa que el fondo, el hombre era incapaz de levantar su mirada y visualizar su alrededor. No podía ver ni sentir, se sentía sólo con un frio que recorría su cuerpo y su alma.  

De pronto su mente se llenó de recuerdos. Recordó a su familia y especialmente a sus padres, vio sus eternos y enormes cuidados, sintió que sus cálidos brazos calentaban su congelado cuerpo. Recordó sus enseñanzas de niño, el empuje que diariamente le daban para ser cada día mejor, para ser “un hombre de bien” como siempre le decían que seria.

Su mente se trasladó a su adolescencia. El hombre aún estaba con su mirada fija sobre el abismo, y a pesar de ello pudo vivir de nuevo esa maravillosa etapa de su vida. Vio los rostros de sus amigos, aquellos que conoció y que siguieron otros rumbos, y aquellos que permanecen aun siendo parte de su vida. Su cara comenzaba a tomar otro color, sus labios tímidamente comenzaban a moverse tratando de dibujar una pequeña sonrisa en su rostro.

Siguió recorriendo los laberintos de su mente hasta llegar al recuerdo que lo llevó a estar allí frente al abismo. Vio a la mujer que durante mucho tiempo llamó “amor”, y sus recuerdos se mezclaron con sus sentimientos, dentro de sí hubo una enorme explosión. Quiso por un segundo dar un paso más para ya no ver al abismo sino entrar dentro de él. Algo lo retuvo, el hombre no supo qué fue pero se sintió agradecido y aliviado.

Por un largo rato recorrió los intrincados pasillos en que se convirtió su relación. Vio el inicio y el fin, sintió alegría y dolor, sonrió y a su vez lloró, callo y grito, amo y odio. Hasta que finalmente comprendió lo que sus padres y amigos quisieron decirle durante mucho tiempo, se alegró por el nuevo rumbo que siguió la mujer que llamó amor. El hombre comprendió que el abismo no tenía las respuestas a sus preguntas, entendió que eran preguntas que no hacía falta responder, no tenían ningún sentido, solo debía seguir su vida, aprender de lo bueno y desechar lo malo.

El hombre volteó a su alrededor, estuvo todo ese tiempo viendo la oscuridad cuando debía fijar su mirada en las maravillas que tenía frente a él. El verde pasto, el alegre cantar de las aves que vuelan en bandadas, el silbido del viento recorriendo su rostro tratando desesperadamente de secar las gotas que de sus ojos brotaban, el constante movimiento de los árboles, el roció que lentamente caía del cielo, la fusión del verde suelo con el azul del cielo, y por sobre todo el hombre vio la alegría que él producía en su familia y en sus verdaderos amigos, y decidió lentamente caminar dejando atrás la profundidad del abismo.                 

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