Genio

Hace tres días, mientras ultimaba detalles de mi libro reciente, escuché en la radio la

noticia del deceso de: Mateo Manaure, uno de nuestros más grandes artistas plásticos y

también, uno de los creadores de la mayoría de los hermosos murales de cerámica que

visten la Universidad Central de Venezuela (U.C.V.)

Mateo Manaure nació en Uracoa estado Monagas en 1926 y en 1947, fue

galardonado con la primera edición del premio nacional de Bellas Artes. De este gran

artista hay mucho que agradecer y ciertamente mucho que decir, pero en este instante, se

me dio por pensar en la cercanía que tuvo su muerte con la de: Perán Erminy, otro

emblemático pilar de nuestras bellas artes a quien tuve la fortuna de conocer y con quien

compartí en muchas ocasiones. Perán Erminy contaba 89 años al momento de su

desaparición física y en vida, se desempeñó como: artista, docente, crítico de arte, curador e

investigador. Dicho esto paso a contarles esta breve pero interesante historia, que tiene que

ver, con otro inmenso artista plástico venezolano (amigo de los antes mencionados), quien

formara parte fundamental de esa élite del arte criollo desarrollada en Francia, que estuvo a

la vanguardia de los grandes movimientos plásticos del mundo. Me refiero como no, al

recientemente fallecido Oswaldo Vigas, con quien conversé en varias ocasiones en su lugar

de residencia. La primera vez que estuve en casa del Maestro Vigas, formé parte de una

comisión de servicio que salió a finales de los noventa del departamento de prensa de la

U.C.V. (donde me desempañaba como ilustrador y caricaturista), el motivo de nuestra visita

era que el artista estaba donando a la universidad parte de los bocetos realizados para los

murales de la Plaza Descubierta, para que a su vez fueran subastados y con el dinero

recaudado, se crearan becas para estudiantes. Durante la visita me enteré con sorpresa y

orgullo que en el año 1955, el pintor había conocido al Genio español: Pablo Picasso. El

encuentro entre Vigas y Picasso se había gestado a propósito de una petición de su gran

amigo Carlos Raúl Villanueva (otro genio, para variar); quien fuera el arquitecto encargado

de dar forma y ejecución a nuestra emblemática Ciudad Universitaria. Por boca de Oswaldo

Vigas supe que al dictador Marcos Pérez Giménez (quien comandaba los destinos del país

para ese entonces), se le había metido en la cabeza hacer una especie de gran bienal de artes

y para tal evento, no quería para presidente del jurado a otro que no fuera Pablo Picasso.

Fue movido por esta petición que Carlos Raúl Villanueva contactó al joven Oswaldo Vigas

quien residía en Francia, y fue así como el artista fue a parar a “ La Californie” la casa que

el malagueño ocupaba en la ciudad de Cannes. «A conocer a Picasso me llevó el pianista

Humberto Castillo Suárez (éste último también venezolano).» acotó Oswaldo Vigas cuando

abordó el tema, mientras nos contaba que desde tempranas horas Humberto Castillo y él se

habían aposentado en la entrada de la vivienda; una suerte de gran casa de campo, recuerdo

que mencionó. Además dijo que era sábado, puesto que ese día Picasso salía religiosamente

a ver “Toros”. Tras un par de horas de espera el gran portón de La Californie se abrió y en

un automóvil descapotado, apareció Pablo Picasso ataviado con lentes oscuros, sombrero y

un pañuelo colorado atado al cuello. Al verlos los saludó con amabilidad y les dijo que lo

aguardaran allí, que a su regreso tendría mucho gusto en atenderlos. Oswaldo Vigas y su

amigo Humberto, quienes dicho sea de paso iban muy mal aprovisionados para tal espera,

estuvieron en la entrada de aquella casa todo el día y parte de la noche, fieles a la

sugerencia del genio universal. Pablo regresaría a eso de las once y como lo había

prometido los hizo pasar y los atendió espléndidamente «La espera valió la pena, Pablo me

trató como a un colega; era un extraordinario anfitrión.» comentaría Oswaldo Vigas con

cierta nostalgia.

En la casa de Pablo Picasso estuvieron casi hasta el amanecer y cuenta Vigas que

como a las tres de la madrugada, el genio español lo invitó a pasar a su taller donde habían

no menos de trecientos lienzos listos «Allí cometí quizá, el mayor error de mi vida.» dijo

Oswaldo un tanto en broma y un tanto en serio. Resultó que los pintores tuvieron mucha

afinidad y conversaron largo rato acerca de las piezas que estaban en el taller «Pedía mi

opinión sobre lo que estaba pintando.» refirió Oswaldo Vigas, al cabo que relataba que en

un intermedio de la animada conversación, el genio malagueño lo rodeó con el brazo y con

la mano que fumaba señaló las pinturas «Vamos, escoge la que quieras…» dijo como si

nada. Cuenta Vigas que dudó por algunos instantes antes de abrir la boca y enseguida

contestó que era muy amable, pero que ya había hecho suficiente con recibirlos, que no

había necesidad de tal regalo. «Yo sabía que el Maestro gustaba de hacer ese tipo de cosas

para medir a la gente.» observó Oswaldo Vigas con la mirada perdida, quizá transportado

al Cannes de 1955. Después relató que cuando le expuso los motivos de su visita, Picasso

aceptó encantado presidir del jurado de la bienal, pero algunos cigarros y vinos más tarde,

preguntó como si tal cosa: «¿Venezuela? ¿No es allí donde hay un dictador militar?» a lo

que el joven Oswaldo no tuvo otro remedio que asentir y entonces, sin perder la

compostura, Pablo Picasso se retractó de lo antes aceptado. No obstante siguieron

compartiendo amenamente, de hecho, se vieron tres días seguidos y al momento de

despedirse, Picasso le dijo al joven venezolano que mucho le gustaría ver su trabajo, a lo

cual Oswaldo respondió que era un gran honor y que por supuesto, las puertas de su taller

estaban siempre abiertas para él cuándo así lo dispusiera. Luego agregó entre risas «Jamás

volví a buscar al Maestro para llevarlo a mi taller. Tenía miedo que robara mis ideas.»

De esta manera culmino una nueva entrega inspirada por estos hombres que ya o

están en el plano físico, pero que en su tiempo rompieron con todos los paradigmas

existentes para dejarnos un enorme legado; un inmenso patrimonio cultural que disfrutamos

cada día y que es nuestro deber defender, cuidar y agradecer.

Néstor Cánchica.

www.letrascanchica.wordpress.com

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  • Genio - 21 octubre, 2018
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