Habla el poeta

El general José Antonio Velutini fue uno de los fundadores de una de los grupos más poderosos de Venezuela. Fue todo un triunfador en la vida, durante años se mantuvo como figura nacional, ejerciendo influencia en la solución de las numerosas crisis políticas.

El historiador Ramón J. Velásquez lo define como: -Frío, sonriente, hábil y tenaz, sabía que dentro de la criolla política todo se perdonaba a los hombres, menos la caída, y puso todos sus talentos en evitarla.-

Pocos saben que el general Velutini tenía un secreto que guardó toda la vida. Además de político, ministro y banquero, también era poeta. Nunca quiso revelar esa verdad, pues consideraba su relación con las musas un atentado contra su fama de hombre serio, de negocios y político hábil. ¿Quién sabe donde hubiese culminado su carrera si en Carupano o Zaraza se enteraban de su apasionados versos? ¿O qué hubiese hecho el Presidente Joaquín Crespo de pillarlo despilfarrando el tiempo escribiendo poesía en vez de emplearlo sacando cálculos sobre la economía y las raciones del ejército?    

Aquel era un dilema comprensible en aquellos remotos tiempos, más fácil era labrarse un nombre en la vida de campamento, construyendo un destino a golpes, apoyando al poderoso de turno, sobreviviendo gobiernos, no escribiendo tonterías sobre amores pasados, la naturaleza, la vida o la muerte. Las letras no traen pan a la mesa, el trabajo, los negocios y la política sí. Lo más importante para él era no perecer en el mar de peligros que era aquella tormentosa Venezuela.

Para los hijos y nietos del General, la vida fue menos dramática. Los cuentos del abuelo parecían distantes, eso del Liberalismo Amarillo, las guerras y la dictadura de Cipriano Castro era un pasado que parecía jamás haber existido después del gomecismo.

Fue uno de los nietos del general Velutini quien heredó la vena literaria. Juan Liscano Velutini nació en Caracas en 1915, inició sus estudios en La Salle y durante su infancia circuló por colegios de altísima calidad académica en Suiza, Bélgica y Francia de altísima calidad académica.

Continúa Velásquez: -Cuando Juan llegó al mundo traía asegurado, entre muchas otras cosas, la presidencia o gerencia de un banco, la presidencia, administración o consultoría de no menos de seis poderosas compañías, la consultoría de no menos de una decena de importantes sociedades anónimas y la seguridad de ser diputado, senador, ministro y embajador. Cuando su mayoría de edad llegara tenía tan solo que escoger, o de manera más simple y práctica organizar horario en forma tal que ninguno de los cuantiosos intereses confiados a su cuidado sufriera menoscabo.-

En 1934, al alcanzar la adolescencia, regresó a una Caracas en la que en los periódicos solo se podía leer, entre las paginas de los periódicos, crónicas sobre bailes y juegos de pelota. Para esa época los diarios eran simples boletines de la United Press y la Asociated Press, panfletos en los que se hablaba sobre las últimas pistas del secuestro del hijo de Lindbergh; la noche de los cuchillos largos y el ascenso político de Hitler en Alemania; las victorias en el ring del boxeador pomeranio Max Schmeling; y los campeonatos de los Yankees de Nueva York comandados por Babe Ruth y Lou Gehrig.

Su pasión eran las letras, no eso de los negocios y la política como el antepasado. Mientras la gente disfrutaba de los juegos de beisbol los sábados y los domingos atendía al Hipódromo, Juan dedicaba su tiempo a redactar versos que se publicaban publica en “Elite” y “El Nuevo Diario”.

En aquellos días místicos del gomecismo conoció, a través de Luis Emilio Gómez Ruíz, un grupo de jóvenes influenciados por la literatura socialista, encarnizada por la novela “Sascha Yegulev: La historia de un asesino” de Leonid Andriev, obra leída y bien comprendida por los estudiantes de la generación del 28.

Cuando murió el General Juan Vicente Gómez el 17 de diciembre de 1935, Juan Liscano apenas tenía 20 años de edad. Esa juventud no evitó que escribiera un brillante análisis de lo aprendido durante los últimos años del “Benemérito”.

-El gomecismo no ha muerto; el gomecismo no puede morir porque es parte integrante de la constitución biológica de nuestra sociedad. No eran solamente gomecistas los políticos desterrados; ni era únicamente gomecista la estúpida tiranía de Santos Matute o Pérez Soto, la maldad de Eustoquio, la pusilanimidad de Velasco o la prostitución de los intelectuales, la desfachatez de los ministros que se creían honrados porque no llenaban las cárceles de presos o porque no asesinaban, la vagancia escandalosa de los muchachos de la gomera. El gomecismo ha echado sus raíces muy hondo en la superficie que presenta el panorama social de Venezuela. El gomecismo dejó de ser una tendencia política o una sumisión momentánea a un caudillo para convertirse en un estado de alma colectiva. La psicología de una gran parte de nuestra sociedad es gomecista.-      

Jimeno Hernández
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