La Alborada
En este primer ejemplar se podía leer dos notas editoriales que resultan bastante peculiares e interesantes. La primera titulada “Nuestra intención”, que expone una declaración de principios de su cuerpo de redactores y comienza con el siguiente párrafo:
«-Salimos de la oscuridad en la cual nos habíamos encerrado dispuestos a perderlo todo antes de transigir en lo más mínimo con los secuaces de la tiranía. Muchos de nosotros hemos estado a punto de ahogarnos bajo la presión de aquella atmósfera negra, pero nunca ceder un ápice en nuestra integridad; hemos de hacer mucho hincapié en esto. Nuestro oscuro pasado nos ha robustecido, nuestro silencio nos da derecho a levantar la voz; puesto que hemos sido víctimas podemos ser acusadores.-«
En esta primera nota hablan sobre la caída del dictador, esbozando que se trata de obra del azar, pero un azar apoyado por una gran mayoría de los venezolanos, ya que el día que rodó la información del golpe fue como una resurrección, pues: hubo emociones que ya nadie una vez depuesto el general Cipriano Castro por su compadre Juan Vicente Gómez, con el Golpe de Estado del 19 de Diciembre de 1908, los venezolanos pensaron que vendrían tiempos de armonía política en el país.
Lo que nadie imaginó en el momento es que ido Castro, quedó la Presidencia en un hombre distinto, uno que no arriesgaría nada y supo pactar con quienes tenían el poder para acrecentar y garantizar el suyo, táctica que se convirtió en la fórmula para gobernar hasta el momento de su fallecimiento a finales de 1935.
El caso es que el 31 de Enero de 1909, poco más de un mes después de montarse en el poder el hombre de La Mulera, salía publicada una revista titulada “La Alborada”, un rotativo en el cual escribían cinco talentosas plumas: Julio Planchart, Enrique Soublette, Julio Horacio Rosales, Salustio González Rincones y Rómulo Gallegos.
«recordaba haber sentido, y arrebatos, de los que días antes nadie se hubiera creído capaz… y cada cual, al ver apuntar en su horizonte la alborada de la esperanza, sintió como si despertara de un sueño de cien años.»
En la segunda, titulada “Castro no es el mal”, los escritores se concentran en un diagnostico del problema nacional.
«-Castro nos embarga el ánimo y nos obsesiona su recuerdo. En la prensa con sus epigramas y caricaturas, en los corrillos públicos, en lo más íntimo de las conversaciones familiares, siempre flota con su sutilidad de un íncubo en una mala pesadilla ese recuerdo de pasado bochornoso.-«
En ésta nota editorial exponen al “Cabito” Castro como un accidente histórico en la vida nacional, quizás con la esperanza que el nuevo gobernante se maneje con destreza en el teatro político. Sin embargo comentan que parece: -que el pasado régimen nos hubiera compenetrado hasta los huesos, y no pudiéramos deshacernos de los males que nos dejó.-
Estas palabras de “Castro no es el mal” se convertirían en proféticas en 1912, cuando los escritos aparecidos en “La Alborada” terminaron por irritar al general Juan Vicente Gómez, ya afianzado en el poder. Ese año terminó la aventura literaria de la revista y empezó el silencio, que duró hasta el último día en la vida del “Benemérito”, el 17 de diciembre de 1935.
Visto con la distancia del tiempo el mismo Rómulo Gallegos, en su obra “Mensaje al otro sobreviviente de unas contemplaciones ya lejanas”, escrita en La Habana y publicada en la revista Bohemia, dedicado a su amigo Julio Planchart, quien falleció tres semanas después del Golpe de Estado militar del 24 de Septiembre de 1948, habla sobre la aventura de los cinco personajes que fundaron “La Alborada”.
«-Éramos cinco de una misma posición ante la vida y paseábamos nuestro cenáculo errante por todos los caminos del buen mirar hacia paisajes hermosos… Salíamos del ensueño universal y milenario en que nos iniciaron los grandes libros leídos y compartíamos a toda voz nuestros propios… Éramos cinco y a todos se nos ocurría imaginar, como a todos los jóvenes les acontece, que con nosotros comenzaba un mundo nuevo, originalmente nuestro, donde ya sí valía la pena vivir… Teníamos alimentada nuestra mocedad con la milagrosa sustancia de las buenas letras, devoradas o saboreadas, y estábamos adquiriendo la costumbre de enderezar las que luego fuesen nuestras hacia la dolorosa alma venezolana.- «
Hay razones para pensar que este fue el primer escrito redactado por el afamado novelista y Presidente depuesto en su segundo exilio, se trataba de un mensaje cargado de pesadumbre y dirigido a su compañero Julio Horacio Rosales, el único sobreviviente junto a su persona de los tiempos de “La Alborada”.
Sus palabras son el epitafio de un proyecto de los tantos que destruyó la dictadura gomecista.
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