Reaprender a leer (o la necesidad y el placer de hacerlo)

Ilustración: Motivo gráfico frecuentemente viral que puede inducir al lectura del Antiguo Testmeto, por motivos religiosos, estéticos o de otra índole.

Signo de una aparente redención social, al principiar el régimen hubo una  intensa y bulliciosa campaña que  dijo desterrar definitivamente el analfabetismo en Venezuela; por cierto, en contraste con las  cruzadas del siglo anterior,  la del presente  prontamente devino misión que no fue, no ha sido ni será, siquiera una política pública de acuerdo al canon .  E, irremediable,  agravamos la situación de analfabetismo funcional, siendo más importante la dádiva o prebenda económica  asociada al aprendizaje que la adquisición de capacidades en los términos consabidos de Amartya Sen, por ejemplo.

Importante  para toda propuesta totalitaria en curso, luce decisivo alcanzar y condicionar un mínimo nivel de comunicación con la población sojuzgada y, por ello, la pronta y delimitada re-escolarización de sectores que puedan recibir y acoger el mensaje escrito, fuere por  la vía convencional, fuere por la digital, por lo menos, hasta que convenga. Y tratándose de una lectura ajena al ejercicio de la libertad, poco o ningún valor tiene las respuestas que suscite, excepto la de obediencia, despuntando la deseada sociedad de ágrafos.

Brecha digital aparte, una modalidad de resistencia la ofrecen los internautas capaces de leer y de responder libremente a una mensajería que compite con los abundantes y fáciles motivos gráficos, prefiriendo simplificar las palabras para evitar  la delación de sus errores ortográficos. Reivindican también al  guerrero del teclado para diferenciarlo de las piezas de laboratorio en auge, ensayando frecuentes telegramas que rompen con las viralidades de ocasión para la probable  angustia de los órganos de (contra) inteligencia.

Luego, las  redes sociales obligan a un ejercicio mínimo de cotidiana lectura, por imperfecta que sea, y, al observar a distintos grupos de  discusión en las aplicaciones telefónicas, podemos contrastar  una cierta profundidad del intercambio con la pusilanimidad de aquellos que sólo confían en la viralidad para dejar constancia de su presencia, celebrando la indiscriminada profusión noticiosa en tiempos del coronavirus. Empero, aunque no tengamos conocimiento ni trato personal con otros, facilita la consulta directa y respetuosa de quienes, desde su esperticia, arrojan luces en torno a asuntos más específicos. Por ello, al hacerlo con la profesora universitaria Yajaira Cabrera,  especialista en la materia, quien amablemente contestó a nuestras preguntas, concluimos sobre las inmensas posibilidades que se asoman para el reaprendizaje de la lectura; acotemos, conclusión que no necesariamente la compromete.

Entre varios de los aspectos tocados telegráficamente por la profesora @YcabrerabB, destaca el  acto de leer como un placer que depende de la transacción que se dé con el texto, subrayando el gusto estético adquirido desde la infancia que, al perfeccionarse, garantiza el hábito por el resto de la vida.  Así, a nuestro juicio, las redes que fuerzan al canje permanente de pareceres para la debida contextualización del momento del que nadie escapa, más allá de la política, fuerzan – en propiedad – a toda la sensatez posible y necesaria, pero – igualmente – a recrear una estética del mensaje que la suponemos heredera de la cultura  pop con mucho de lo  kitsch: insuficiente la noticia, hay grupos virtuales y espontáneos  que no sólo inducen al mejoramiento de la ortografía o a la consulta de un libro indispensable, sino – caracterizándose – también a expresarnos con la relativa novedad, sobriedad y  hasta sarcasmo frente a lo confortable y asfixiantemente viral.

Ilustración: Motivo gráfico frecuentemente viral que puede inducir al lectura delAntiguo Testmeto, por motivos religiosos, estéticos o de otra índole.

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