Ver sin entender
Se sabe que el lenguaje es el soporte del pensamiento humano y es un medio para representar y comunicar lo que la realidad constituye para cada persona; por otra parte, la emoción y los afectos también integran el mundo mental e igualmente pueden acompañarse con palabras.
De la misma forma, la imagen participa en el funcionamiento psíquico y es un recurso expresivo muy poderoso, que en ocasiones puede provocar experiencias emocionales indescriptibles. La imagen tiene el poder de movilizar emociones con gran facilidad y ha sido utilizada por el ser humano para expresarse, desde la prehistoria hasta nuestros días.
En el período paleolítico se originó la fase pictórica de la comunicación; apareció la pintura rupestre, cuya muestra más conocida se encontró en las Cuevas de Altamira. En esa época, el hombre pintaba los animales que cazaba, así como escenas con significados rituales o mágicos, según algunas interpretaciones.
A medida que el hombre fue evolucionando, su actividad y pensamiento se fueron complejizando y con ello, sus modos de comunicarse. La prehistoria llega a su final con la invención de la escritura, que no solo es la plasmación de la palabra hablada y del pensamiento sino también un modo de expresar y mover emociones, al igual que la imagen; pero el lenguaje es vehículo para el aprendizaje y en consecuencia, para el avance.
Desde la aparición de la Internet, con sus redes sociales y su mundo virtual, la palabra parece haberse devaluado; la “vida on line” en la que cada día las personas están más inmersas, se encuentra inundada de imágenes de todo tipo, que se exponen para los más diversos fines: desde los populares “selfies”, la promoción de productos comerciales, pasando por la manifestación de emociones a través de los numerosos “emoticones” hasta la entrada en una realidad virtual mediante la participación en juegos con avatares.
Para expresarse, cada vez se usan más la imágenes y menos las palabras, que se abrevian hasta su deformación y desaparición; así el discurso se va empobreciendo y con ello, el pensamiento.
En este sentido, el sociólogo Giovanni Sartori sostiene que el homo sapiens se está convirtiendo en homo videns, pues va incrementando su dedicación a ver imágenes y a vivir en ellas y para ellas; así, la palabra va quedando destronada por la imagen, privando lo visible sobre lo inteligible, lo que conduce a ver sin entender. El sociólogo señala que surge una nueva especie: el video–niño, educado por una pantalla, antes de saber leer y escribir. Una vez crecido, el hombre “video formado” se vuelve incapaz de comprender conceptos, de reflexionar y razonar con lógica.
En efecto, se observa un creciente número de niños que sin haber aprendido a hablar todavía y por tanto a pensar, manejan con gran destreza y naturalidad cualquier “aparato inteligente”. Los adultos por su parte, usan estos artefactos asumiéndolos como extensiones de su cuerpo o de su mente, pues para casi cualquier actividad, les resultan imprescindibles. Así, pareciera que se va delegando de manera progresiva, la “inteligencia” en estos dispositivos, llámense computadoras, teléfonos o cualquier otro similar.
En relación con el desarrollo mental, el psicólogo suizo Jean Piaget, elaboró una teoría, basada en etapas sucesivas cumplidas según la edad y en la que describió la evolución del pensamiento y el lenguaje, entre otros aspectos.
Esta teoría propone que desde los dos a los siete años de vida, el niño transita por la fase pre-operacional, que se identifica por el carácter egocéntrico del pensamiento y lenguaje, ambos centrados en él mismo y en sus necesidades. Aún no alcanza la capacidad de manejar información según la lógica, predominando el pensamiento mágico para explicarse el mundo.
Entre los siete y los once años, el infante se ubica en la etapa de las operaciones concretas, su pensamiento se limita a lo que percibe directamente de los sentidos y comienza a usar la lógica para llegar a conclusiones, pero subordinadas a los objetos del mundo físico. Su comprensión del lenguaje está restringida a lo estrictamente literal.
A partir de los doce años aproximadamente, se llega a la fase de las operaciones formales, caracterizada por la aparición del pensamiento abstracto, de modo que ya no está limitado a lo que percibe mediante los sentidos, quedando habilitado para relacionar causa y efecto, conceptualizar planteamientos y soluciones de un problema dado, reflexionar, utilizar el razonamiento lógico, más allá del momento inmediato y proyectarse en el futuro. Su lenguaje se amplía y flexibiliza, siendo capaz de referirse a elementos verbales y no solo a objetos concretos percibidos por los sentidos.
Para todas estas funciones se requiere de la palabra y es indudable que el ambiente contribuye a la continuidad del desarrollo posterior o a la atrofia de esas y otras capacidades.
De ningún modo es beneficioso prescindir de la imagen, pues tanto ella como el lenguaje configuran formas de comunicación, de expresión emocional y de funcionamiento intelectual. Así como somos cuerpo y mente, también somos palabra e imagen por lo que no podemos prescindir de ninguna, pero deben coexistir de manera equilibrada.Sin embargo, en vista del declive creciente del lenguaje y de la sobrevaloración de la imagen, cabe preguntarse: ¿Corremos el riesgo de regresar a la etapa infantil del pensamiento o más aún, de caminar hacia la prehistoria?
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