¿Por qué se pelean en las redes sociales?
Las relaciones humanas son complejas, tanto como lo es cada persona. Las redes sociales son una nueva forma de relación traída por el avance tecnológico, que ha llegado para quedarse y probablemente, seguirse transformando. Aunque esta forma de vincularse relativamente nueva y mediada por la tecnología, tiene sus propias características, sigue siendo al fin de cuentas una relación entre personas, por lo tanto no escapa de la complejidad y de las particularidades de cada uno de los individuos vinculados.
Es bien sabido que en los períodos críticos, suele salir lo mejor y lo peor de la gente, como una manifestación de la emergencia por la supervivencia y es claro que atravesamos una etapa muy difícil; pero en cualquier época, también las características personales de cada quien, se hacen presentes en todas las situaciones.
Cuando en un grupo se trata un tema de conversación, cada uno de los intervinientes puede tener una opinión y esos pareceres pueden coincidir o no; si hay intolerantes entre los participantes surgen los conflictos. En este punto cabe preguntarse: ¿Qué significa ser intolerante? De un modo general puede afirmarse que implica no aceptar las diferencias en los demás, considerar que la verdad es una sola y además, creerse su exclusivo dueño.
El intolerante se siente amenazado por las diferencias que hay en los otros, bien sea de opinión, de color de piel, de orientación sexual o de cualquier otro tipo, pues las percibe como amenazas a su propia posición, quedando en evidencia que esa intolerancia es en el fondo una gran debilidad.
El psicoanalista Rómulo Lander señala que la intolerancia se origina en carencias afectivas durante la infancia, que producen una paralización en el desarrollo mental y aunque el sujeto crece corporal y cognitivamente, se producen detenciones y fijaciones en el desarrollo de su personalidad. Él indica que la intolerancia se manifiesta a través de: el maniqueísmo, el fanatismo, el autoritarismo, el fundamentalismo y la intolerancia a la frustración.
Expone que el maniqueísmo, nacido como doctrina religiosa, establece la existencia de dos principios opuestos: lo bueno representado por lo divino y lo malo por lo diabólico; en la práctica implica que el sujeto maniqueo concibe al mundo y a las personas en forma extrema, para él solo existen los buenos y los malos, sin percibir zonas intermedias ni aceptar que todo sujeto tiene lo bueno y lo malo en él.
El fanatismo se evidencia en la imposibilidad del individuo de aceptar la diferencia entre sus ideales y la realidad del mundo exterior; el fanático en defensa de esos ideales, quiere aniquilar a quien no los comparte, bien sea simbólicamente (rompiendo vínculos) o realmente, al llegar a la ejecución de actos de odio y violencia, contra quien tiene una ideología diferente. El autoritario, según lo indica Lander, es el mismo fanático pero con poder sobre los otros. Igualmente señala que el fundamentalismo también se sostiene en el fanático, pero de manera grupal y en torno a un líder, en quien se cree ciegamente.
En relación con la intolerancia a la frustración, se sabe que su origen se encuentra en la infancia, cuando el niño comienza a caminar y a explorar el mundo; en esa etapa inician para él las frustraciones, apareciendo manifestaciones de rabia conocidas comúnmente como “pataletas”, al no poderse cumplir todos sus deseos. En estas situaciones, si los padres le hacen saber al niño que entienden su malestar ante el deseo no cumplido, él se sentirá comprendido; pero si lo reprimen con violencia de manera sistemática, para lograr el comportamiento deseado, el niño se convertirá en un adulto que reaccionará con violencia ante los reveses que sufra, es decir, en un intolerante a la frustración.
Cabe precisar que un adulto con tolerancia a la frustración puede volverse temporalmente intolerante, cuando atraviesa una situación difícil por cualquier circunstancia de su vida, pudiendo reaccionar de la peor manera por encontrarse en un momento crítico, como antes se mencionó.
La interacción en las redes, como ya se dijo, tiene sus propias características y una de ellas es esa especie de “anonimato” que provee el estar tras una pantalla, comunicándose con desconocidos. Esto puede facilitar a los intolerantes, agredir a quienes no comulguen con sus ideas, llegando incluso a lo que se conoce como ciberacoso.
Por esta marcada tendencia en algunas redes sociales a mostrar una actitud intolerante, son pertinentes las palabras del psicoanalista Luciano Lutereau: “Hoy es meritorio que alguien pueda expresar su desacuerdo sin asumir una actitud agresiva o victimizada.»
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