¿Máscaras o idealizaciones?
Y quizás te haya pasado que un buen día te cuestiones juicios que hiciste sobre una persona y comienzas a verla de forma distinta, puede incluso que te sientas engañado, como si se hubiera quitado una máscara, como si te hubiera estado engañando por un tiempo hasta que un buen día decide mostrarse tal cual es y, si bien es cierto que hay personas (incluso nosotros mismos lo hacemos) que dan la mejor imagen cuidando cada palabra, cada manifestación emocional y cada conducta en el principio de una relación, no menos cierto es que muchas veces tenemos señales o indicios que encubrimos con la tela de la idealización.
Esta conducta de idealizar suele ocurrir especialmente en personas con problemas de autoestima que buscan compensar carencias afectivas con otros de modo que se las atribuyen a esa persona que consideran especial las tengan o no.
Este proceso suele ser habitual en la fase de enamoramiento pero no se supedita a relaciones de pareja solamente, podemos idealizar a un familiar, a un amigo, a un jefe, a una situación, a un objeto, obviando de esta manera la dicotomía natural de las cosas, el entender que así como todos tenemos atributos tenemos defectos por lo que al idealizar desequilibramos nuestra percepción.
Al transcurrir del tiempo podemos llegar a observar otras características incluso que comienzan a entrar en contradicción con esas cualidades magnificadas, y es así como podemos pasar del amor al rechazo, de un extremo a otro porque el desequilibrio lo iniciamos nosotros y al nivelarse ese ser ideal puede venirse abajo, literalmente desmoronarse ante nosotros e incluso sin darnos cuenta de nuestra responsabilidad en los juicios, atribuyéndole a esa persona la característica adicional del engaño.
Así podemos pasar de ver a esa persona que considerábamos emprendedora como un ser conformista o iluso, a una persona que pensábamos que era guerrera como una persona pasiva, etc. En especial cuando el discurso de ese ser se asocia a esas características que valoras entonces por esas palabras le atribuyes ciertas condiciones que pueden venirse abajo cuando los hechos, su conducta, no muestra signos concordantes y de allí literalmente puede estrellarse desde la nube en que lo montaste al piso de la forma estrepitosa. ¡Cuidado con creer en todo lo que te dicen! Como dice el refrán popular: “Obras son amores, y no buenas razones que significa que el amor verdadero se expresa con acciones y no apenas con palabras, por bien fundadas que estén.
En otros casos, a pesar de tener evidencias de lo contrario, la persona persiste en mantener la imagen ficticia de la otra persona ignorando cualquier evidencia que contradiga sus ideas sobre las características que le atribuyó, recurriendo para ello a mil excusas o justificaciones.
Por muy especial que nos resulte ese ser y teniendo en cuenta la tendencia a idealizar, es conveniente invitar a parar nuestros pensamientos magnificados sobre atributos que tiene o creemos que tiene, la simple palabra ¡Alto! Puede ser de gran utilidad unida a una suerte de validación científica o fáctica que consiste en preguntarse ¿qué elementos reales tengo que validen lo que pienso? ¿Es suficiente la evidencia que ahora creo poseer? ¿Algo en mi se activa o se compensa con esos atributos que le asigné a esa persona?
Tengamos presentes que nadie es perfecto, todos somos un complejo de cualidades y defectos e incluso nuestra conducta puede variar en situaciones similares pero en momentos distintos dependiendo del estado mental y emocional, de modo que aterricemos nuestras percepciones de modo que se validen en hechos más que en ilusiones o intentos de compensar nuestras carencias a través de otros.
Autora del libro "Amores en tiempos de Internet"
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