La discusión sobre el cambio
Cuando nació Cambiemos en 2015 el objetivo principal era derrotar al Kirchnerismo, pero había un desafío aún mucho más profundo y relevante: mostrarle a los argentinos un futuro posible fuera del populismo. En esos 4 años de Cambiemos se lograron muchas cosas y también quedaron asuntos pendientes; pero se pudo mostrar una alternativa al populismo, además de sentar como antecedente la finalización del mandato por parte de un gobierno no peronista.
Hay otro hecho trascendente de esos días y que vale la pena resaltar: la confirmación de una ciudadanía activa, movilizada y protagonista en términos políticos por fuera de las estructuras partidarias.
A partir de 2008, con el conflicto del campo, comenzaron las protestas masivas que continuaron durante los gobiernos de Cristina Kirchner. En un camino paralelo, un nuevo partido político, el PRO, proponía una forma diferente de entender la política que tenía su narrativa centrada en la participación ciudadana. Estos caminos empezaron a unirse en 2015.
Durante esos años se aceleraron los cambios tecnológicos en las comunicaciones y el impacto de las redes sociales se hizo notar. Como consecuencia de eso se pusieron en marcha procesos de transformaciones sociales en todo el mundo que aún siguen.
La derrota de las PASO en 2019 fue clave en este país ya que, de alguna manera, hizo que todo esto se manifieste, se haga visible. Sucedió un 24 de agosto con la marcha en apoyo al ex presidente. Por esos días, surgió una forma ingeniosa de definir este fenómeno: “la rebelión de los mansos”. Significaba que había sectores, mayoritariamente de clase media, que no eran parte de una militancia partidaria o de estructuras de ninguna índole, que habían salido a las calles en defensa de una forma de vida basada en la libertad y los valores republicanos. A esa reacción le siguieron 30 marchas inéditas en la historia, las marchas del Sí Se Puede; y posteriormente, los banderazos durante la cuarentena en 2020.
Pero lo que se habría manifestado, más que cualquier otra cosa, era una toma de consciencia sobre la importancia del debate de ideas y de no dejar librado a la manipulación populista el campo de discusión ideológica. Algunos hechos claves, como las 14 toneladas de piedras en el Congreso de 2017, fueron preparando el terreno para esa demanda que sigue hasta el día de hoy.
Esta necesidad de debatir ideas toma cada día más fuerza y tendrá un gran peso con respecto a las candidaturas para el 2023 en Juntos por el Cambio. No es posible garantizar un cambio, como pidió el ex presidente Macri, sin tomar en cuenta ese proceso de evolución de la ciudadanía en la política y el impacto que ha tenido. Sobre todo, su involucramiento en la agenda pública.
Pero no es solo eso, si no que quien gobierne deberá capitalizar un aprendizaje importante sobre la primera gestión de la coalición: no basta solo con administrar y gestionar la cosa pública para generar un cambio.
Es decir, se pueden construir más rutas, pero si el sindicato de camioneros sigue extorsionando y encareciendo la logística en el país, de nada servirá.
Se puede recuperar el autoabastecimiento energético, pero si la sociedad no comprende que la energía cuesta y que hay que pagarla, no será sustentable en el tiempo.
Se pueden citar muchos ejemplos de cosas que se hicieron bien y que se pueden mejorar en un próximo gobierno de Juntos por el Cambio. Pero, si después de haber gobernado 4 años, dentro de la coalición no se toma nota de que para resolver los problemas definitivamente se requiere, no sólo del hacer, sino de dar una discusión sobre los fundamentos de los problemas, no habrá cambio posible.
En otra nota anterior escribí sobre los “paradigmas” y sobre cómo muchos políticos, periodistas, personas relevantes de la opinión pública venían hablando de ellos desde hace tiempo, al punto de aburrir. Pero me atrevo a aburrirlos un poco más con este tema.
Un paradigma es un sistema de creencias, principios, valores y premisas que determinan la visión que una determinada comunidad tiene de la realidad y que se impone como única durante un tiempo determinado, como planteó Thomas S Kuhn en “la estructura de las revoluciones científicas”. Este sistema evita que surjan innovaciones, porque nadie cree que existan otras alternativas a las planteadas en ese paradigma, y esto condiciona la mirada sobre las problemáticas y las soluciones.
Nuestro paradigma durante casi 20 años fue el modelo del kirchnerismo. Tal es así que durante mucho tiempo fue políticamente incorrecto discutir ciertas “verdades”, como la de una economía basada en el consumo sin tener en cuenta el gasto público, la política subsidiaria como solución a todos los problemas, la estatización vista como un acto de soberanía, entre otros. El gobierno de Macri fue una innovación impensada, una búsqueda por salir de ese sistema.
Si Juntos por el Cambio propone para el 23 una agenda basada en las mismas categorías de problemas y soluciones de los últimos 20 años con la excusa de generar consensos, será un fracaso. Será desechar la oportunidad de salirnos de esa trampa, en lugar de continuar con la idea que se empezó a proponer entre 2015 y 2019 y de fortalecerla a partir de los aprendizajes. En diciembre de 2019, nadie creyó que la Argentina tendría otra oportunidad para salirse del populismo. No hay que perderla.
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