Muchachos, se confiaron

Un reconocido dirigente de JxC experto en campañas políticas siempre decía que no había nada más peligroso para un partido político que creer que una elección estaba resuelta y exteriorizarlo. Si ese mensaje llegaba a la gente, podía producirse una suerte de relajación en el votante y en los dispositivos de fiscalización. Y se pondría en riesgo la elección. Lo mejor era encontrar un punto medio en el optimismo. 


Luego de las elecciones de 2021, con el triunfo arrollador de Juntos por el Cambio, los dirigentes del espacio se relajaron. Y se abrió una etapa de luchas intestinas por saber quién sería el próximo presidente. Así empezaron los chispazos que hoy ya se convirtieron en munición gruesa. Y los intentos prematuros de un sector de la coalición por ungir a un candidato indiscutible cuando todavía faltaba mucha agua correr por debajo del puente. Se confiaron.

Pero no fue solo eso lo que trajo el escenario actual de incertidumbre electoral. El otro ingrediente en esta ensalada fue el declive, a estas alturas imposible de soslayar, del monstruo aglutinador: el kirchnerismo.


El Kirchnerismo moldeó no solo la agenda pública de los últimos 20 años, sino que también le daba un sentido claro a la oposición de cara a la gente. Esto se vio en 2015 cuando se fundó Cambiemos como una propuesta electoral, una alianza, que tenía como fin destronar al monstruo. Durante el gobierno de Macri, Cambiemos intentó ser algo más que un mero acuerdo electoral. Buscó consolidar ciertos ejes, ciertas ideas. Y fue exitoso en generar un sentido de pertenencia para muchos ciudadanos que compartían ese conjunto de ideas. Eso permitió que, aún luego de perder la elección de 2019, la coalición pudiera mantenerse unida y en poco tiempo volviera a ser competitiva. 

Sin embargo, una vez que el kirchnerismo empezó a desmoronarse, Juntos por el Cambio no logró consolidarse como un proyecto claro hacia la ciudadanía. Empezaron las críticas internas a Macri, las micro peleas de poder, los dedazos, y muchos de sus integrantes se olvidaron que estaban allí sólo y únicamente por mandato de la gente. Los dirigentes se sintieron más importantes que los ciudadanos. Se confiaron.

En ese contexto, ante el ombliguismo de buena parte de la política, se fue instalando otra alternativa que supo captar mejor el desconcierto de muchos argentinos: la de Milei. Sobre todo, de la clase media baja, que alguna vez había votado al kirchnerismo, pero que también había votado alguna vez a Juntos por el Cambio. Un sector independiente, que tiende a inclinar la balanza en los momentos decisivos. 
Hoy por hoy, el kirchnerismo parece haber perforado su piso histórico. Y Juntos por el Cambio, sostiene su piso, pero no ha sabido hacerlo crecer. Es más, hoy existe la posibilidad que, de continuar en esta dinámica de internismo, le resulte difícil al candidato que surja como ganador de las PASO, contener al electorado de aquel que salga derrotado. Paradójicamente, todos tendrán que ir a buscar los votos para ampliar sus posibilidades, del votante independiente que hoy mira con cariño a Milei. No será tarea fácil.

El problema que enfrenta Juntos por el Cambio hoy por hoy, ya no tiene que ver con no mostrarse demasiado confiado, tiene que ver con que la realidad misma empieza a hacer tambalear las que antes eran certezas. Ya no hay motivos para estar confiados. Y esto se da en un contexto en que la desunión es moneda corriente, con las disputas de poder al rojo vivo, y cuando los gestos de unidad parecen estar cada día más lejos. 


Para colmo, un sector de Juntos por el Cambio parece comprar una agenda del círculo rojo que tiene poco que ver con la realidad. Mientras algunos periodistas declaman al intento de parricidio político a Macri como un logro, como una muestra de carácter, la sociedad percibe ese tipo de discusiones como un micro clima del universo reducido del los políticos. Una agenda de los políticos por sobre el desierto que atraviesa el ciudadano de a pie. 

Es tarde para decir algunas cosas, pero muchos ciudadanos las vienen diciendo desde hace rato. Hoy ya ni siquiera es un llamado de atención. Es más bien una descarga: muchachos, se confiaron. Vuelvan al eje.

Nicolas Roibas
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