Una Argentina tomada por las mafias

Por estos días estamos viendo una situación de tensión en el municipio de Las Rosas, Santa Fe. El conflicto comenzó cuando el intendente de la localidad, Javier Mayer, decidió descontarle los días no trabajados a los municipales que se plegaron a un paro que tenía origen provincial, y que no estaba vinculado al municipio. Esto desencadenó una medida de fuerza del Sindicato de Trabajadores Municipales de Las Rosas (SITRAM) que decidió bloquear la ciudad. Previamente, hubo otro conflicto que tuvo que ver con la liquidación de sueldos del municipio, cuando por error se le dio a los empleados un aumento, que terminó en modalidad de bono por única vez. Ante esto, el sindicato empezó a reclamar que ese aumento continúe integrado al salario a partir de entonces.

Por estos motivos, Las Rosas vive una situación límite, en la que se frenó incluso la recolección de residuos. Se produjeron momentos de tensión y violencia entre la policía y los manifestantes; y una reacción de los vecinos de la ciudad que salieron a protestar en contra de esta inédita actitud de un sindicato que continúa amenazando la convivencia. 

Estos hechos salieron a la luz pública en estos días, pero no fue la primera vez que pasa algo similar. Son muestras que se van dando en una Argentina que ha perdido totalmente el rumbo y el orden. Son también avisos de una conflictividad que asoma y de la que no nos podemos desentender.

Hace un tiempo pasó algo similar en la localidad de San Nicolás, que fue víctima de un bloqueo por parte de Hugo Moyano y el sindicato de camioneros. Los camioneros en esa ocasión tomaron la decisión de sitiar el municipio en reclamo por la detención de dos dirigentes de la sección local, que habían sido detenidos por una decisión judicial por «extorsión y coacción» a una empresa de esa ciudad, a la que le habían bloqueado por un reclamo gremial.

El sindicato bloqueó el ingreso de camiones a la ciudad, impidiendo la recolección de basura y la limpieza de las calles. En aquel momento, el intendente de San Nicolás, Manuel Passaglia, le hizo frente al sindicato. Preparó a los empleados municipales para que, junto a él, salieran a las calles a ocuparse de la limpieza del municipio. Y, por otro lado, le contestó a la medida de camioneros con la resolución de municipalizar todo el servicio si no deponían en su actitud. Así fue cómo logró que Moyano desistiera. Passaglia fue apoyado por toda la ciudad, y no hablamos de un municipio pequeño, sino que allí viven más de 160 mil personas. 

Todos estos indicios, muestran una disputa creciente entre los ciudadanos que quieren que sus vidas se desenvuelvan con cierta normalidad, mejorando todos los días su calidad de vida. Y un sector mafioso que cada vez amenaza ya no solo el desarrollo del país, sino también las condiciones básicas de vida. Son muestras del deterioro que vivimos en una sociedad sin ley y sin normas de convivencia, y en la que los ciudadanos comunes se han convertido en rehenes.

Los bloqueos de sindicatos hacia empresas se volvieron moneda corriente desde hace tiempo. Son un problema que crece, a tal punto que ya estamos hablando también de bloqueos de ciudades enteras. En esa locura estamos inmersos. Pero no solo se da en el ámbito gremial, también vemos noticias todos los días de escuelas y comercios que no pueden abrir por los tiroteos de los narcos en Santa Fe, sin contar las vidas innumerables que se están perdiendo por no haber actuado a tiempo, y porque los gobiernos de los Kirchner dejaron que el narco siguiera proliferando.

Lo mismo pasa con las tomas de tierras, algunas de ellas encabezadas por Juan Grabois, el dirigente social que hoy se auto postula a presidente. O las que tienen por protagonista a los autopercibidos Mapuches en el sur bajo la total indiferencia del Estado. Ese es el delirio en que se ha convertido la Argentina.

Es un panorama desolador. Estamos viviendo desde hace tiempo con estos problemas y lo peor de todo, es que los hemos naturalizado. Sucede también con los cortes de calles, los piquetes y las extorsiones de las que son presos los ciudadanos. Todo esto nos obliga a reaccionar.

Hace unos días, el economista Lucas Llach publicó un tuit que decía lo siguiente:

“Ganar no es fácil. Gobernar con el desastre que dejan es difícil. Pero lo más difícil va a ser contener la impaciencia, con ellos azuzándola. Vamos a necesitar militancia ahí.”

El próximo gobierno, como dice Llach, va a enfrentar este tipo de conflictos permanentemente. Porque las bases mismas de nuestra forma de vida se han puesto en crisis. Y las mafias, los poderes que ponen en jaque nuestra convivencia han crecido demasiado.

Quien sea presidente el 10 de diciembre, deberá llegar explicando con claridad el estado de situación en el que nos encontramos. No habrá espacio para intenciones amiguistas, para puntos intermedios, porque no se puede negociar con la extorsión. Negociar con la extorsión es ceder. Y llegamos a un punto en que no queda nada más por ceder.

Ya cruzamos el límite de lo aceptable como sociedad. El gobierno que venga, deberá contar con ideas firmes, apoyo social y político. Si no, la espiral de decadencia no tendrá freno. Pero no habrá apoyo social posible, no se contará con el compromiso de una ciudadanía activa, si no hay liderazgo e ideas claras desde la política. Si no hay muestras de firmeza, si no se asumen riesgos. Si no hay audacia.

Nicolas Roibas
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