El enemigo más peligroso para Juntos por el Cambio

Voy a pecar de inocente. Me lo permito esta vez. Creo entender algunas de las complejidades de la política partidaria, de las pulseadas por los espacios de poder y de la ambición política. Pero, por una vez, quiero hacer el ejercicio un poco inútil de imaginarme qué pasaría si sacáramos todas esas variables de cara al futuro. Si lo más importante para todos realmente fuera el bienestar del país. 

Siguiendo esa lógica, creo que Juntos por el Cambio tiene todo lo necesario para hacer un buen gobierno en los próximos años. Para empezar a recoger los pedazos que deja el desastre de Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa. Me pregunto qué pasaría si sus dos principales candidatos a presidente, Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta, hicieran más énfasis en un mensaje contundente de cara a la sociedad: Juntos por el Cambio tiene el mejor equipo para gobernar, gane quien gane. Más allá de los matices y las diferencias en las ideas que la gente tendrá que definir con su voto: hay equipo.  

Lo sé, es una ilusión pueril a estas alturas, pero no puedo resignarme. 

¿Acaso alguien se imagina a un mejor Ministro de Transporte que Guillermo Dietrich o (en caso de que no fuera candidata) una mejor posible Ministra de Educación que Soledad Acuña? 

En las áreas económicas se pueden nombrar a varios exponentes dentro de la coalición: Hernán Lacunza, Martín Tetaz, Luciano Laspina, Ricardo López Murphy, Guido Sandleris, entre otros. 

¿Alguien duda de que Fernán Quiroz sería un muy buen Ministro de Salud o que existen dirigentes de gran capacidad política y recorrido para ocupar roles como el de Ministro del Interior? Buenos ejemplos de esto último serían María Eugenia Vidal o Alfredo Cornejo, entre otros. Los equipos de seguridad de Patricia Bullrich tienen la experiencia de haber hecho una de las mejores, sino la mejor gestión en este área de que se tenga recuerdo. 

La coalición cuenta con intendentes jóvenes que han hecho un trabajo muy fuerte en sus municipios y que están para ocupar roles importantes: tal es el caso de Martín Yeza (Pinamar) y Manuel Passaglia (San Nicolás). Cuadros que pueden aportar modernidad a la gestión y que recientemente han sido mencionados como modelo por Mauricio Macri. 

Por cada área de gobierno existen uno o dos dirigentes de primer nivel. Poner todos los nombres sería sobreabundante. Eso ya es una afirmación importante. 

La Argentina que viene será muy compleja. La situación que va a encontrar el próximo gobierno no tiene precedentes. Es decir, conformar un equipo capaz de sacar adelante al país no es un lujo que nos podemos dar, es una necesidad imperiosa. 

Ninguna otra opción tiene un abanico tal de políticos con experiencia y profesionalismo. El verdadero problema tiene que ver con la interna que vive la coalición. El enemigo más peligroso para Juntos por el Cambio puede terminar siendo el propio Juntos por el Cambio. Por eso, es fundamental que hacia adelante las certezas sean más que las dudas de cara a la sociedad. Que la interna no se vuelva despiadada y que el equipo que se hace necesario para salir del pantano no salga dañado.

Pero cada vez los chispazos son más fuertes. Cada movimiento genera nuevas fisuras que alejan esta percepción tan necesaria de «equipo». Esto es peligroso de cara al año que viene. El último ejemplo fue el acto del radicalismo de la semana pasada y la crítica desmedida a un gobierno que integraron muchos de los mejores dirigentes del espacio. 

Quien crea que criticando a sus socios puede generar empatía en parte de la sociedad solo demuestra el profundo desconocimiento sobre el hartazgo social. Un distanciamiento con los problemas de la población que, en definitiva, sólo espera que alguien muestre un camino de salida. La disputa interna en esos términos es corrosiva para la meta electoral del año que viene. Pero no solo eso, para la tamaña tarea que viene. 

Es cierto, cuando está en juego el poder, la lucha muchas veces se torna descarnada. Pero si algo dejaron en claro las elecciones en toda la región es que lo que manda es el malestar social. No se puede agregar un ingrediente a ese malestar desde quienes supuestamente deberían generar expectativas. El adversario no puede estar adentro, porque si no el destino será un naufragio. Y de naufragios ya tuvimos bastante. 

Juntos por el Cambio no debería seguir abonando la idea de “la casta”. Hacer crecer esa disociación entre la política y los problemas reales sumerge al espacio en ese terreno que le conviene a quienes no quieren un cambio: quienes promueven que “todo es lo mismo”. Estos últimos se alimentan de la resignación. Se apoyan en una búsqueda desesperada por una simetría entre el peronismo y la oposición. No parece inteligente brindarle a esta postura más argumentos. 

Juntos por el Cambio fue una coalición electoral en 2015. Pero en los años de Macri se volvió algo mucho más grande, sobre todo, a partir de las movilizaciones ciudadanas en todo el país. Este fenómeno se confirmó también durante la cuarentena. Existe una idea de la coalición en un inconsciente colectivo que excede las ambiciones personales de sus dirigentes. Romper esa idea puede ser fatal para la Argentina. Allí hay una responsabilidad mayúscula. No parece posible volver a meter al genio dentro de la botella y resumir a la coalición otra vez a un conjunto de acuerdos electorales. La sociedad espera mucho más. 

Nicolas Roibas
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