¿Macri apurado? ¿Para qué?
El último libro de Mauricio Macri contiene una anécdota colorida sobre sus primeros años como Presidente de Boca Juniors y su relación con el mítico técnico del mundial 86, Carlos Bilardo, que por entonces había asumido la dirección del equipo azul y amarillo.
Macri cuenta que al preguntarle a Bilardo cuánto tardaría en renovar el plantel y conformar un equipo competitivo, la respuesta del técnico lo dejó “helado”:
“Mirá Mauricio, falta mucho, se tendrán que ir cinco y vendrán otros cinco. Se irán otros cinco y llegarán otros nuevos y así sucesivamente… Y en cuatro o cinco años habrá un equipo competitivo”
Apremiaban los tiempos del fútbol. Esa ansiedad característica de la idiosincrasia argentina que busca resultados para ayer. Pero Bilardo tenía razón y la historia lo demostró: fue un gran aprendizaje para quien luego fundaría el PRO.
Tomo este fragmento del libro “Para qué” porque creo que ayuda a graficar la eterna pelea entre el corto plazo, la mirada exitista muy presente en el genoma local; y la planificación, los procesos y las decisiones difíciles que son necesarias para lograr un cambio real.
Ese “exitismo” es lo que llevó a muchas personas a declamar abiertamente que Mauricio Macri había fracasado por haber perdido la última elección presidencial. Escapa a esa mirada la construcción de un proceso mucho más complejo que tiene que ver con introducir en la sociedad una forma diferente de ejercer la política: una alternativa real al populismo.
Juntos por el Cambio sumó en 2019 más de 2 millones de votos con respecto a la elección de 2015. En 2021 logró derrotar al PJ unificado. Y las expectativas para el 2023 son muy elevadas. Es decir, esta nueva idea de otra Argentina, más que perder terreno, parece consolidarse. Retomando las metáforas futboleras: se perdió una final, pero lo que está en juego es mucho más grande y tiene que ver con cambiar el país definitivamente. Esa misma paciencia que Bilardo le pedía a un joven Mauricio Macri podría ser una de las claves de lo que viene.
Desde algunos sectores del periodismo y la política se le viene pidiendo a Macri definiciones sobre su posible candidatura para el año que viene, aún cuando el ex presidente viene reiterando que lo más importante en esta etapa es consolidar un programa de salida y un equipo competitivo para llevarlo adelante. Aquellos que presionan quieren saber quién llevará la cinta de capitán, como si esa fuera la respuesta a todos los problemas. Quieren saber cómo va a formar el equipo para la final cuando apenas se está haciendo la pretemporada, y peor aún: cuando del eterno rival todavía no se sabe nada.
Esa falta de paciencia es también un rasgo típico del ser populista que nos domina, la búsqueda de atajos, de soluciones milagrosas; y cargamos con esa desventaja desde hace ya varias generaciones. Es una forma más de explicar cómo llegamos a esta situación actual colectivamente.
En este contexto, tampoco faltan quienes buscan embarrar la cancha instalando que Cristina Kirchner y Mauricio Macri son lo mismo, sin evitar caer el el camino en una contradicción. Deberían, quizás, comenzar por reconocer que le exigen más al ex presidente que a la vicepresidenta en términos de definiciones y claridad porque la simetría que predican es falsa.
Son los que gritaban desde la platea y se escandalizaban por el chocoarroz de Dujovne, o porque Macri le pedía a la población que cuide la energía en sus casas. Aplican una vara selectiva disfrazada de objetividad.
La discusión que se está dando no tiene que ver solo con ganar elecciones, más allá de la relevancia indiscutible de esto último. Tiene que ver con algo mucho más profundo: dejar de hipotecar el futuro para vivir en el presente. Por eso, parafraseando a Carlos Bilardo: paciencia. No caigamos en los falsos dilemas y en la agenda de los mismos de siempre. Empecemos por ahí, porque de soluciones propuestas entre gallos y medianoche ya tuvimos suficiente.
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